Curiosamente,
cada final de año aparecen los informes de previsiones de tendencias
tecnológicas para el año, elaborados por consultoras y fabricantes, cual
videntes fueran. Sin embargo, hay diferencias entre unas y otras. Unas son
futuristas, otras son cuando menos interpretables; unas basadas en opiniones
“expertas”, otras más basadas en criterios ciudadanos y sociales; unas de mayor
impacto en la persona, otras en la industria. Pero pocas tan significativa como
la que realiza Ericsson Consumer Lab, con una muestra de 100.000 entrevistas
individuales, de 40 países, representando estadísticamente alrededor de 1.100
millones de personas, con métodos cualitativos y cuantitativos. Sobresale una
conclusión, según el responsable de Investigación del ConsumerLab, Michael
Björn: "la tendencia más importante" que han detectado es la
"demanda masiva de aplicaciones y servicios en todos los sectores y sobre
todo en aquellos que tienen el potencial de cambiar el día a día de la gente"
(artículo de La Vanguardia
Digital). Muy por encima de la demanda de nuevos aparatos o
innovaciones “físicas”.
Ello quizá
sea debido a que, actualmente, prácticamente cualquier smartphone, tableta,
portátil o aparato móvil que tengamos, por bajo que sea su coste o
prestaciones, nos permite acceder a servicios. Servicios como los diez
enumerados por Ericsson: aplicaciones, el cuerpo como contraseña,
cuantificación (control de constantes) de uno mismo, internet en cualquier
sitio, smartphones como reductor de la brecha digital, sensación de que los
beneficios del mundo online pesan más que las preocupaciones, video e
influencia social al poder, datos visibles, sensores para todo, y encender,
parar y reanudar en cualquier parte. Curiosamente, y entre 100.000 entrevistas
y miles de conclusiones, no aparece contemplada la mejora o el incremento de la
accesibilidad y usabilidad de las tecnologías, cuando ésta sin duda se está
introduciendo cada vez más, y sin querer, en nuestros aparatos. O quizás
porque, del mismo modo que las novedades técnicas y las evoluciones de los SO
cada vez la incorporan más, los cientos de servicios, aplicaciones y utilidades
derivadas carecen bastante de accesibilidad y usabilidad. Es decir, el coche
será cada vez más bonito y potente, pero si cada vez lo entiendo menos, lo
llevaré, sí, pero lo utilizaré (sacaré provecho) muy poco para lo que pudiera
ofrecerme. Y consumiré menos.
Cisco también anunció sus
tendencias: video de alta definición, analítica en tiempo real para servicios
comerciales y transporte, nuevas arquitecturas de internet, sistemas de red
autónomos, cloud multiproveedor… Gartner definió las suyas: máquinas
inteligentes, impresión 3-D, internet de las cosas, cloud híbridas,
arquitectura cloud-client, web-scale IT,… y así todos y cada uno de los pensadores de cada casa. Pero por encima
de estas tendencias profesionales, importantes sin duda y que vamos hacia
ellas, las que más afectan al ciudadano son los servicios, usos y aplicaciones
dirigidas al ciudadano común, generadas y desarrolladas sobre estas otras
técnicas. La TV de
alta definición o 4K no nos cambia la vida, lo hacen los servicios desarrollados
sobre ella. Lo que ha cambiado nuestros hábitos de comunicación no son los
smartphones, son las nuevas aplicaciones de comunicación instantánea
desarrolladas sobre ellos, como Whatshapp, Line o Telegram, y por supuesto el
correo electrónico. Y es sobre estos servicios, aplicaciones y desarrollos de
contenidos donde se hace más imperativa la accesibilidad y usabilidad, y donde
puede quedar excluido el ciudadano-consumidor con discapacidad, limitaciones o
mayor.
Uno de los problemas de las
tendencias del servicio, desde luego, es que afecta al consumo y al consumidor.
Todo aquello que no contempla la accesibilidad y la usabilidad pierde
potenciales clientes y mucho dinero. Desde el momento en que gran parte del
consumo ha pasado de realizarse del espacio o comerció físico al virtual, esta
pérdida se hace aún más evidente. Máxime cuando la oferta virtual es más amplia
y cómoda que la compra insitu, y por
tanto el volumen de consumo debiera ser mayor. Dentro de nada vamos a ver cómo
una nueva tendencia se introduce en nuestros hogares y a gran pantalla, aparte
de, por supuesto, también en nuestro teléfono inteligente y tableta. El
comercio interactivo. Con otro enfoque, como la que propone, de forma
innovadora (por anticiparse, no porque se haya inventado ahora), el emprendedor
Koldo García, Director General de The Mad
Video: «Integrar The Mad Video con
las televisiones inteligentes mediante una aplicación móvil conectada con
ellas. Por ejemplo, si estás viendo una serie de televisión, parar la
reproducción y que la aplicación que tienes en el móvil te permita hacer clic
sobre los objetos que hay en ese momento en ella, y así poder ver más
información o poder realizar una compra». No es difícil darse cuenta del poderío
de esta nueva forma de consumo: fácil, divertida, rápida, emocional. Los
grandes comercios y las marcas comerciales van a disponer de un canal de venta
masivo y sorprendente en el salón de casa y en la mano mientras van en metro o
por la calle (costumbre ésta, por cierto, nefasta, andar mientras miras el
móvil). Viendo una película o serie, el “consumidor” podrá comprar la moto del
protagonista, la cazadora que viste, la pulsera de la chica y hasta la pizza
que estén cenando. ¿Merecerá la pena dejar un porcentaje alto de consumidores,
con discapacidad o limitaciones visuales, auditivas o de destreza, apartados de
este canal de consumo, por no tener presente la accesibilidad y usabilidad?
Como ya mantenía en otro artículo, la
batalla por la accesibilidad de las TIC’s debe cambiar de estrategia, una vez
que se demuestra cada vez con mayor frecuencia la ineficacia de las políticas
sociales (por su lentitud, es competir carricoches contra Ferraris en su
velocidad de diseño y fabricación); o “desconfiar” del derecho al observar las lagunas
legales que se encuentran continuamente con los nuevos desarrollos
tecnológicos, lagunas legales a nivel mundial además, como pasa con las Google
Glass y sus usos de intrusión, los datos en Clouds deslocalizados de ámbitos nacionales,
o la producción en serie de verdaderas colecciones de weather clothes que
recopilan y envían datos personales y sensibles, o quedan ahí para que
cualquiera…Si a todo esto unimos que seguimos sin tener expertos y
profesionales con discapacidad en puestos directivos, ejecutivos y órganos de
decisión de las grandes corporaciones tecnológicas que dominan el mercado de
consumo, está claro que tenemos que cambiar de estrategia para introducir la
accesibilidad a las TIC’s. Quizás buscando estrategias colaborativas ciudadanas
de envió masivo de información a la industria sobre las necesidades de
accesibilidad para miles de personas.
Puesto que los usuarios siempre
vamos por detrás, al menos podríamos observar las tendencias de los “grandes”,
y una vez detectadas, preguntarnos: ¿Por qué ha comprado Google su
decimotercera compañía de robots en un año?. Desde luego, no para
coleccionarlos. ¿Podrán ser usados por todos cuando nos los vendan en masa?. O,
¿qué puede significar que IBM invierta 1.000 millones en la creación del Grupo
Watson y 100 millones a starups para desarrollo de aplicaciones del grupo? Está
apostando claramente por la comunicación hombre-máquina en lenguaje natural y
la interpretación de información. Creando una nueva
unidad de negocio que dedicará a desarrollar y comercializar innovaciones
cognitivas en cloud, haciendo llegar al mercado nuevo software, nuevas
aplicaciones y nuevos servicios capaces de aprender y dar respuesta a preguntas
complejas. Es evidente que uno de los objetivos con la creación del grupo es
innovar en y gestionar servicios. Gartner predice, de hecho, que las máquinas
inteligentes producirán el cambio más disruptivo por las tecnologías de la
información. Quiero suponer que si tendemos a las máquinas verdaderamente inteligentes,
éstas serán capaces de incorporar la accesibilidad usabilidad y adaptación al
usuario “de serie”.
Paralelamente, la misma IBM invierte
otros 100 millones en arrancar el “Proyecto Lucy”, con un laboratorio de
investigación en Kenia, y poniendo a disposición de científicos
y socios de negocio acceso a las tecnologías más avanzadas de computación
cognitiva de Watson, que les permitirán desarrollar aplicaciones comerciales
para sectores como el sanitario, educativo, de agua, agrícola o de tecnología
móvil. Al menos, eso afirma Kamal Bhattacharya, director de la unidad de
investigación de IBM en África. Si lo creemos, deberíamos alegrarnos, porque en
un continente donde las cifras de analfebetismo, discapacidad, escasos recursos
económicos e ingentes núcleos de población sin acceso a las redes de
comunicación, y por tanto conocimiento de las Tic’s, sólo contemplando la
accesibilidad usabilidad y simplicidad de las mismas podrán ser usadas y ser
eficaces para los ciudadanos. Si no nos lo creemos, debiéramos pensar que la
multinacional ha desembarcado en un continente “virgen”, donde hay un potencial
incalculable de beneficios a corto y medio plazo ofertando servicios Tic’s,
aplicaciones móviles y productos comerciales elementales, y donde dejar
olvidados a un porcentaje de ciudadanos con discapacidad, limitaciones o
mayores sobre una cifra de población tan grande, la considere apenas
significativa. O lo que sería peor, dirigir esos recursos comerciales diseñados
mediante la “inteligencia” Watson pensando en el tejado, es decir, en las
empresas y las Administraciones políticas, antes que en la persona en toda su
diversidad.
Las empresas no son tontas, y antes
de dedicarse a fines altruistas buscan el incremento de los ceros en sus
cuentas de resultados. Sin embargo, los últimos movimientos de estas grandes
empresas tienen, aparentemente, conexión con futuros usos relativamente
sociales o vinculados, en alguna medida, con un beneficio más directo o
personal al ciudadano. Del mismo modo ocurre con el famoso movimiento mundial
que rodea a las smart-cities. Ahora bien, el que estas nuevas tendencias
tecnológicas se acerquen más al beneficio personal a través del fin de su uso,
no significa necesariamente que empiecen a contemplar la accesibilidad y
usabilidad de las Tic’s “para todos”, eliminando cualquier discriminación
social. Más bien, parece que la tendencia busca más una elevación sustantiva del
consumo entre quienes tienen capacidades “normales”, facilitando el incremento
de su uso, y acelerando el acceso a otros servicios anexos, de consumo también,
obviamente. En definitiva, acelerando el incremento de beneficio económico
simplificando el uso, evitando el desgaste de esfuerzo que siempre suponen las
nuevas Tic’s para quienes no son relativamente expertos. Es decir, acrecentando
el consumo entre el consumidor “fácil”, pero sin invertir parte de ese
beneficio en hacer servicios y aplicaciones accesibles para quienes tiene más
dificultad en su uso, los ciudadanos con discapacidad, limitaciones y mayores.
Decía Carl Sagan, hace bastante
tiempo, que “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la
tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una
fórmula segura para el desastre”. Y ciertamente caemos en ese riesgo.
Veamos una cosa, y hagamos una regla
de 3 para ver la pérdida de negocio. La web de Renfe registró 121 millones de
visitas en 2013, aumentando sus ventas en un 36%. Alcanzó los 15’5 millones de
billetes de AVE, larga, y media duración, lo que supone más del 41% del total
vendido. Todo ello a través de la web clásica en internet. Decidieron
evolucionar, y han tardado, en diseñar una app para uso en movilidad mediante
tablets o smartphone. Llamada Renfe Ticket, se presentó en Fitur, y en unos
días se han producido más de 100.000 descargas. Con ella pues realizar la
compra de tus billetes, cambios anulaciones, seleccionar la plaza, gestionar
puntos y ofertas, o la posibilidad de ir directo al tren sin mostrar ningún
papel. Una aplicación interesante y útil, sin duda. Pero, cómo decían Uderzo y
Goscini en la primera página de los cómics de Asterix, hablando del “todo
dominio” romano: interesante y útil, sí, ¿pero para todos?. No, al menos hoy,
al tener serios defectos de accesibilidad y usabilidad. Este sería un ejemplo
clásico de pérdida de oportunidades. Las personas con discapacidad sensorial, y
movilidad reducida, son usuarios masivos de transporte público.
Y luego está, no menos importante,
el conocimiento del total uso de las Tic’s comerciales comunes. Cuando las
tendencias llegan, se convierten en bienes, productos y servicios que afectan al
ciudadano. Para lograr cualquier evolución social es necesario generar
innovación y conocimiento, pero también ser capaz de transmitir y generalizar
este conocimiento. Sin transmitir el conocimiento del uso, de las utilidades de
la tecnología, el gasto en I+D realizado para generar innovación tecnológica se
derrocha. La denominada tecnología cívica, promovida por activistas que buscan
lograr mejoras en lo social, cultural, político o administrativo, se basa en
definitiva en la participación ciudadana. En realidad, el principio filosófico
de la tecnología cívica debe ser la base del conocimiento cívico, de la
transmisión del conocimiento, que sólo puede lograrse participando el ciudadano
en la transmisión en cadena del conocimiento de la tecnología, de su utilidad,
y de sus carencias (falta de accesibilidad y usabilidad). Si la tecnología es
accesible, es esencial transmitir ese conocimiento de uso y de dónde y en qué
cacharro está; y si no es accesible y usable, también. Es necesario transmitir
las dificultades de uso a la industria y el comercio por esos cientos de miles
de ciudadanos con discapacidad, limitaciones y mayores.
El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos (Henry
Ford).
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