Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

viernes, 3 de junio de 2011

El presente tenemos que intentar repararlo, pero el futuro podemos fabricarlo


Me da la impresión de que muchas veces, las personas con discapacidad son fieles adeptos a la famosa frase de John Lennon "La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros planes." Y lo que pasa y seguirá pasando, en el día a día de las personas con discapacidad, es que seguirán encontrando barreras y limitaciones en el acceso a las TIC’s y los servicios que giran en torno a ellas, mientras no se tomen las preocupaciones con una perspectiva de solución temporal planificada, y se sigan buscando los remedios a las barreras a través de una mera petición y reivindicación de derechos y garantías legales. En definitiva, lo que nos pasa en la vida a las personas con discapacidad nos seguirá pasando (las barreras y limitaciones en el uso de las TIC’s), mientras estamos ocupados en otros planes (quejarnos y reivindicar el arreglar o solucionar lo mal hecho), en vez de planificar las soluciones a futuro.

Ante el problema de la accesibilidad física, en cierta forma podemos estar relativamente pasivos, y sí, en este caso, hacer uso de nuestra normativa legal para exigir su cumplimiento. No hay que inventar prácticamente nada. Para ello se aprobó hace poco más de un año el Código Técnico de la Edificación. Las soluciones a la accesibilidad física están superadas, en todo caso pueden  cambiar los materiales usados, pero poco más. Ante la realidad tecnológica, en cambio, debemos estar vigilantes y alerta. En las tecnologías es distinto, año a año aparecen nuevos desarrollos, plataformas, aplicaciones y servicios vinculados. Y cada nuevo desarrollo tecnológico suele venir con nuevas barreras para las personas con discapacidad.

El problema de la accesibilidad tecnológica es un problema social, cuya solución es responsabilidad de todos. Sólo trabajando en conjunto, en equipo, y con planificación y anticipación podremos llegar a niveles aceptables de accesibilidad y usabilidad tecnológica. Las empresas, la industria, tienen los medios y los recursos técnicos y productivos, las personas con discapacidad tienen los conocimientos de sus necesidades y limitaciones. Los responsables expertos de la discapacidad deben jugar un papel fundamental enseñando a las industrias y la empresas tecnológicas las necesidades, y cómo se debe trabajar en el diseño y puesta en marcha de las nuevas realidades emergentes. No podemos esperar que se ponga a la venta un nuevo perfume, para luego decir que no nos gusta.

Puesto que las necesidades y limitaciones de las personas con discapacidad no van a variar, por regla general, es completamente necesario planificar estrategias de actuación ante las futuras realidades tecnológicas, y esto sólo se consigue estando permanentemente alerta para detectar cuándo empiezan a producirse, y establecer soluciones antes de sus implantaciones masivas en su uso. Planificar es definir objetivos y diseñar una estrategia de actuación para llegar a ellos. El objetivo único para los expertos tecnológicos de la discapacidad debe ser anticiparse ante estas nuevas realidades, para evitar continuas y cada vez más agresivas brechas digitales.

Tengo la impresión de que las personas con discapacidad vamos siempre por detrás, recogiendo la “basura tecnológica no accesible”, entendiendo basura tecnológica toda aquella que va quedando obsoleta a ritmos espeluznantes. No estamos atentos a lo que viene, ni estamos donde se habla, planifica y ejecuta lo que viene. El presente tenemos que intentar repararlo, por supuesto, porque está mal hecho, pero el futuro podemos fabricarlo, con una adecuada planificación y anticipación.

No deja de ser en cierta forma desolador que se vuelve a intentar garantizar la accesibilidad a la telefonía fija y determinados de sus servicios, así como las cabinas telefónicas, en un Real Decreto 726/2007, publicado en el BOE hace unos días. ¿Alguien vio a un ciudadano utilizar una cabina telefónica en los últimos años? A lo mejor había que regular ya el teléfono móvil, antes de que deje de usarse porque hablemos a través de un microchip incrustado en nuestra ropa. Porque, que yo recuerde, para la telefonía móvil existe normativa técnica, pero ninguna de carácter legal ni que remita a ella. El Real Decreto 1494/2007, de 12 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento sobre las condiciones básicas para el acceso de las personas con discapacidad a las tecnologías, productos y servicios relacionados con la sociedad de la información y medios de comunicación social, es claramente insuficiente, y en ningún momento detalla las necesidades técnicas que deben incorporar los terminales móviles para garantizar su accesibilidad y usabilidad.

Las empresas realizan estrategias de negocio a medio y largo plazo, y la discapacidad sigue sin tener vigías del futuro para planificar. No toda la responsabilidad es del mundo empresarial. La discapacidad tiene y debe hacer una labor de aprendizaje, allá donde hay que enseñar. Y las realidades no las fabrican las leyes, las fabrica la industria. Al ritmo que avanzan los desarrollos tecnológicos, no nos da tiempo a reparar los fallos de accesibilidad entre una innovación y la siguiente.

Imaginemos, que vistos otros antecedentes no sería raro que pasara, que empezáramos ahora o volviéramos a analizar la accesibilidad de los cajeros automáticos y cómo solucionar sus fallos, y resulta que dentro de dos años vamos a pagar con el móvil, con tecnología NFC, y los cajeros van a quedar prácticamente con la misma utilidad que las cabinas de teléfono. Y dentro de unos poquitos, muy poquitas años más, como un elemento más del mobiliario urbano. Tecnología que, por cierto, no es nueva, y desde hace siete años ya se emplea comercialmente en algunos países orientales. Y mientras se terminan todos los informes posibles, y las empresas se decidieran a cambiar, en caso de que se decidieran, a ese gasto sobrevenido, volveríamos al principio. Es decir, probablemente la tecnología NFC empezara a ser “basura tecnológica” para las personas con discapacidad, mientras empezara a emerger una nueva.

El protocolo RFID que utiliza Near Field Comunication (NFC) permite conectar dispositivos electrónicos como el teléfono móvil, ordenadores o electrodomésticos de forma casi automática. Pero lo más importante del NFC es la influencia que va a tener en todos nuestros hábitos del día a día. Según la consultora Frost & Sullivan, el mercado potencial alcanzará lls 110.000 millones de euros en 2015.  Se va a cambiar la tarjeta de crédito o débito por el pago con el móvil, con sólo acercarlo a un terminal de pago. Se va a poder acceder a cupones descuento, nace el comercio móvil, el m-commerce, que  según IE Market el mercado global de pagos por el móvil será de 1’13 billones de dólares en 2014.

Fruto de estas previsiones económicas ha sido el acuerdo recientemente firmado entre las tres grandes operadoras móviles, Telefónica, Vodafone y Orange, definiendo un estándar unificado de sistemas de pago móvil. Donde hay negocio, las empresas invierten; y si hay negocio, la implantación de esa tecnología acaba imponiéndose masivamente. Al igual que las empresas, ¿no pueden los expertos tecnológicos de la discapacidad darse cuenta y detectar estas previsiones, y tratar de actuar en consecuencia, al menos para intentar de mano de la industria, incorporar parámetros de accesibilidad con tiempo? Porque, ¿cómo si no evitamos riesgos de posibles futuras pero inmediatas nuevas discriminaciones tecnológicas? ¿Invocando a la ley? ¿En cuál de nuestras leyes o Reales Decretos podríamos encajar tecnologías como la NFC o la realidad aumentada?

Hoy en día, en plena Sociedad de la Información y la Comunicación, no podemos excusarnos en el desconocimiento de lo que viene, para asustarnos cuando ha llegado. Si sabemos que en apenas pocos años, o incluso meses, podremos tener dentro de nuestro móvil las tarjetas de nuestros comercios, el DNI electrónico, llevar las recetas en el teléfono con información de dosis; que con un móvil en la mano y acercándolo a un terminal de acceso, podremos validar cualquier transporte público o recinto; que las ciegas van a poder recibir mensajes de audio e información del entorno urbano; que vamos a poder compra entradas de cines, espectáculos, conciertos o acontecimientos deportivos acercando el terminal al cartel publicitario… ¿por qué seguimos empeñados en hacer accesibles los carruajes o diligencias del oeste?