Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

sábado, 1 de octubre de 2016

Integración, elemento clave para una accesibilidad TIC universal

Accesibilidad integral, necesariamente global. Ya es impensable como sólo necesaria una accesibilidad parcial a determinados productos o servicios: todos son interoperables y están interconectados. Ninguno sin los otros sirven por sí solos para moverse e interactuar con la Sociedad de la Información y la comunicación. El concepto de accesibilidad universal, nacido para el producto, y en todo caso para el servicio TI, se ha quedado corto. De nada nos sirve si no es Integral, de modo que no falle ningún eslabón de la cadena en la ya global Sociedad de la Información: accesibilidad en el producto y el servicio, pero también compatibilidad, multimodalidad, multicanal, multidispositivo, soluciones de comunicación unificadas y accesibles cada una para no romper la accesibilidad en la integración… De forma que se integren tanto terminal o producto de acceso, como información y procesos con foco en la movilidad. Si falla uno de ellos, la Sociedad de la Información Universal se cae. Ya no estamos a principios de los años 80, donde la accesibilidad a nuestra estación de trabajo se ceñía a nuestro pc individual, casi estanco, con escasa conexión a redes y prácticamente nula oferta de servicios conectados. La accesibilidad debe estar integrada en cada escalón de la cadena. Porque, además, el usuario TI ya no sólo es profesional, trabajador en el ramo; ahora todos y cada uno de los usuarios son clientes particulares, a los que cada vez se puede engañar menor en cuanto a las prestaciones que nos venden.
¿De qué nos sirve el poder acceder a Internet desde una Tablet accesible si los documentos, la información, las aplicaciones o los servicios de la red no lo son?.
Es necesario garantizar un mundo donde el intercambio de información digital sea seguro, sí, pero también accesible y fácil, de forma que asegure su uso por todos y mejore la experiencia de los usuarios a través de sus propios dispositivos, que ya le han supuesto un coste: en la nube, en la red, en el hogar, en la ciudad supuestamente inteligente (con impuestos y las consiguientes partidas presupuestarias en lo que toca a las Administraciones), y en la adquisición del producto.
El caso de los wearables (igual puede decirse de IoT) puede ser uno de los más claros y paradigmáticos, por vincular uso personal, llevable, cotidiano, necesariamente conectado, y posibilidades en múltiples campos; entre ellos, la sanidad. ¿Servirán para algo si no se diseñan bajo concepto de accesibilidad total?. ¿Y si no me los puedo poner, por dificultades motrices en las manos? ¿Y si no puedo acceder a sus funciones, por ser ciego, y no diseñarse para ello? ¿Y si …?. Muy cercano al universo wearable, encontramos el “espacio” de la telemedicina. Es cierto que, en este campo, se ha demostrado que los pacientes crónicos que son telemonitorizados ahorran costes y ganan calidad de vida. Ya en noviembre de 2014, en en el I Congreso Nacional de Wearables y Big Data en Salud, fueron presentados proyectos de monitorización en la nube con la inclusión de wearables y juegos. También un proyecto europeo de monitorización remota de pacientes que permitía que los enfermos hepáticos no tengan que pasarse media vida en la consulta. Entre otras novedades atrayentes entonces, la empresa D-LIVER anunció un desarrollo para estos pacientes que sólo debían pincharse el dedo en casa y colocar la muestra en un chip para estar controlados a distancia. El sistema también incluía un wearable o tecnología vestible con el que poder controlar la presión arterial, la temperatura y el ritmo cardíaco. Añadía una serie de ejercicios para tablet con los que controlar la función neuronal, que puede verse afectada con la enfermedad hepática. Vemos que todos estos procesos, ya hace dos años (por la distancia en el tiempo lo pongo como ejemplo, hoy todavía tiene más sentido), requieren de diversas funciones interconectadas e interoperables entre sí. Pero, ¿Y si falla el eslabón de la accesibilidad global en alguno de ellos? ¿Serviría a una persona ciega, con discapacidad auditiva, limitaciones físicas, o mayores?. ¿Dónde quedaría su valor?. ¿Tendríamos que tener dos sistemas paralelos de salud, uno para quienes puedan manejar las tecnologías remotas, y otro para quienes no?. ¿Duplicaríamos el coste, al hacer el servicio ineficiente?.
El mundo hiperconectado es una realidad y va a seguir aumentando. Existe una clara tendencia de crecimiento en el uso de servicios a través de dispositivos moviles. Un sector importante del mercado es la movilidad, hoy en día ya indiscutible, y dentro de este sector, el modelo BYOD (Bring your own device, o trae tu propio dispositivo), decía Federico Dios, senior solutions de Akamei. Y el modelo BYOD, aparte de otras virtudes y entre otras muchas cosas, puede suponer una oportunidad inmejorable de acceso al mercado de trabajo a las personas con discapacidad, al permitirles usar sus ya adquiridos terminales, hardware y sofware, adaptados y adecuados a sus capacidades. Por poner sólo un ejemplo. Un ejemplo claro, además, donde es importante conjugar los criterios de seguridad en los accesos, con de accesibilidad y usabilidad en el mismo.
También es evidente que va a crecer la adopción de las tecnologías que ayuden a incrementar la satisfacción de los usuarios y a fidelizarles. Ya no se puede engañar al usuario, ni despreciar millones de clientes que por sus distintas capacidades necesitan tecnologías accesibles e integración accesible; las personas con discapacidad son clientes cada vez más poderosos, organizados e informados, con una importante presencia en el mercado.
Estamos convencidos de que las tecnología es el elemento clave de dinamización de nuestra economía, palanca de crecimiento y eficiencia y base para construir el futuro de bienestar y prosperidad que nuestro país se merece”. Lo afirmaba Aurora Delgado, directora general de Fujitsu, en una entrevista realizada por Computerworld en marzo 2014. Con un matiz: el mundo TIC es global desde hace tiempo, ya no se ciñe a fronteras territoriales. Y efectivamente, la tecnología es el factor clave del futuro bienestar, pero ese bienestar sólo será eficiente, real, y cierto, si las tecnologías se diseñan y fabrican para adaptarse a las distintas capacidades de todos los usuarios, y a sus limitaciones funcionales y cognitivas. Cada vez se aprecia más una mayor presencia de los clientes en las decisiones de negocio a través de su participación en redes sociales y medios de comunicación en tiempo real. Y las empresas lo saben.
Las organizaciones, sean públicas o privadas, debieran usar tecnologías que permitan una nueva forma de interaccionar con sus usuarios, ciudadanos, clientes o trabajadores, a través de las redes sociales y los dispositivos móviles. Para ello, el usuario, cliente o trabajador, debe poder acceder a esa información y servicios, con independencia de sus capacidades. Hay mucho negocio en juego, si hablamos en términos de mercado; pero también mucho en juego para lograr la garantía de los derechos de la persona, con indepencia de sus capacidades, si hablamos en términos sociales.
El mundo ha entrado en una era de computación integrada que no sólo vendrá determinada por los propios dispositivos, sino por la integración de la tecnología en la vida cotidiana de los usuarios. Intel introducirá una nueva tecnología que incorpora los sentidos de la percepción humana”. Cuando Norberto Mateos, director general de Intel para el sur de Europa, afirmaba esto en marzo 2014, vislumbraba el futuro. Pero para ello, la accesibilidad en cada paso es esencial. Las innovaciones tecnológicas de los fabricantes tendrán sentido y, por tanto éxito, si son capaces de servir de una forma eficiente a estas necesidades sociales, y por qué no, de mercado.
Queda asumido, como ya he afirmado anteriormente, que la accesibilidad a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) es indispensable para las personas para participar como miembros de pleno derecho de la sociedad, para poder ejercer la libertad de elección y para una vida independiente y lo más autómoma posible. Cuando son herramientas diseñadas con criterios de accesibilidad y facilidad de uso (y pensadas para ser integradas con esos criterios), las tecnologías son aplicadas por todas las personas en todos los sectores de la sociedad. La tecnología ha dado lugar a nuevas formas de interacción social, a nuevas formas de gestionar los negocios y la economía productiva, a los cambios en la educación, el empleo y los requisitos de acceso a la cultura y el ocio. La distribución cada vez mayor y el permanente despliegue de las TIC ofrece nuevas oportunidades para distribuir, manipular y almacenar información. El creciente uso de las TIC sólo ofrecerá nuevas oportunidades para las personas con discapacidad en todos esos campos, reduciendo los obstáculos a la participación en la vida cotidiana, si se consiguen eliminar las barreras de accesibilidad en los bienes, productos y servicios tecnológicos actuales, y prevenir los futuros.
La Sociedad de la Información y la Comunicación debe estar al servicio de la persona, y no al revés. Sólo siendo utilizable por todos, será para todos. La tan en boga Transformación Digital sólo puede ser Social (que significa beneficiosa para la sociedad) si contempla la accesibilidad como uno de sus diversos, pero irrenunciable, elementos.

viernes, 27 de mayo de 2016

Transformación Digital, ¿o Transformación Digital Social?

Cuando introducimos el término “Social” en cualquier contexto, entendemos que nos referimos a actuaciones que afectan a una pluralidad indeterminada, pero masiva, de personas. Cuando vinculamos el término a la Tecnología, según su definición en la Sociología, entendemos “Social” por aquello Que repercute beneficiosamente en toda la sociedad o en algún grupo social”.
Nos encontramos en una etapa donde se habla en todos los ámbitos del sector privado (industria, empresa y comercio) y del sector público (Gobiernos y Administración) de la transformación digital y de las formas y urgencia en acometerla. Podemos entender por “transformación” digital” la introducción en todos los procesos y servicios de ambos sectores, públicos y privados, de los productos y recursos que pone a nuestra disposición la industria tecnológica. Sin embargo, este proceso, tomado sin más, sólo generaría un beneficio en la gestión de la eficiencia, y en todo caso, en la ficticia reducción de costes. Pero es cuestionable su peso en un incremento del bienestar social.
Por ello, debemos perseguir el completar el concepto “Transformación Digital” con el adjetivo “Social” (según la sociología). Y para que la transformación digital beneficie a toda la sociedad (concepto amplio y preferible) o a algún grupo social, la introducción de la tecnología (bienes y productos) y sus recursos (aplicaciones y servicios), debe realizarse tomando a la persona como centro, y pensando en la persona como destinatario principal de la transformación digital. Y si queremos una “Transformación Digital Social” completa y en su concepto amplio, con beneficio directo en cada actor de la sociedad, la gran mayoría de los bienes, productos y servicios implementados en ella, deben, además, cumplir necesariamente determinadas condiciones. Dos de ellas, innegociables, la accesibilidad y usabilidad de toda la tecnología y recursos Tic utilizados.
La Transformación Digital no es un proceso de empresa, es un proceso que afecta a toda la sociedad, y a todas las estructuras públicas y privadas, la gestión y los servicios. Desde esta perspectiva, está de moda hablar de transformación digital (aún cuando este concepto no es nuevo, y tiene algunas décadas), pero vinculada esencialmente a la empresa, y a los desarrollos que nos quiere vender la empresa. Sin embargo, esto no deja de ser un error, como tantos otros cuando hablamos de la sociedad conectada. La empresa no deja de ser un espacio más de los que constituyen un entorno mucho más global, una sociedad, un país, un territorio o un continente; y en todos ellos, la célula común e indispensable es la persona. Por ello, debiéramos ir hacia un diseño más universal, y aprovechar la oportunidad que nos ofrecen las cada vez más poderosas tecnologías, y empezar a hablar de la Transformación Digital Social. Un espacio donde confluyen las personas, en cohabitación con sus creaciones: edificios, espacios comunes, empresas, industrias, servicios a disposición del ciudadano (sociosanitarios, educacionales, culturales, transportes…). Es el momento de transformar, si queremos, la sociedad en su globalidad, y no cada “creación” en su particularidad.
La transformación digital es, en definitiva, la transformación de la sociedad. Es el cambio de nuestro modo de vida, de nuestros hábitos, de nuestras costumbres, de un nuevo sistema de trabajo y producción, de nuestra forma de acceso y utilización de servicios públicos y privados. Es la transformación de la educación, la sanidad, la cultura o la comunicación. Todo ello basado en tecnologías presentes o emergentes, que van posicionandose en nuestras vidas sin darnos cuenta: IoT, cloud, realidad virtual, tecnologías en movilidad, sistemas de desplazamiento autónomos (coches inteligentes), desembarco de la robótica… tecnologías que sin los criterios de accesibilidad y usabilidad dejarán a millones de ciudadanos-usuarios-consumidores fuera del círculo, desplazándolo a puntos alejados de la circunferencia que lo sustenta. Y las consecuencias, desgraciadamente, serán desastrosas para la economía, para el gasto público y para la sociedad.
Con la transformación digital pasa lo mismo que con las Smart Cities o Ciudades Inteligentes, corremos el mismo riesgo de tener que retransformar lo transformado, en ambos casos con unos costes de millones de euros. Es decir, lo mal transformado puede suponer la mayor brecha digital y social creada hasta la fecha, tanto en entornos privados como públicos. La diferencia con épocas pasadas (o tan sólo años), es que las excusas se van esfumando: cada vez existen más recursos, bienes y productos TIC’s con amplios abanicos de criterios de accesibilidad y usabilidad, y si en conciencia existiera verdadera voluntad de convertir la Tanformación Digital en Social, los servicios generados, públicos o privados, debieran desplegarse utilizando las tecnologías más adecuadas a la pluralidad de capacidades de los ciudadanos (y consumidores) que conforman la Sociedad. Servicios en cualquier sector: sanidad, educación, transportes, Administración, cultura, comunicación o infraestructuras, por citar algunos.
En el excelente artículo de El País de 26 de abril de 2016 (http://economia.elpais.com/economia/2016/04/25/actualidad/1461606018_234064.html), la directora de IBM Commerce, Carmen García dice "No solo hay escasez de recursos asignados a la digitalización, sino también de personas, como tampoco existe una hoja de ruta definida y compartida con la alta dirección de las compañías." También Sonia Casado, directora general de Accenture Digital, manifiesta "para muchos directivos la transformación digital sigue siendo poner una tienda online, y basta". La conclusión es evidente: en ningún momento se plantean la mayoría de las empresas que su forma de trabajar en el mercado está cambiando, y que el usuario-consumidor es distinto, y en pocos años será esencialmente digital. Quizás entonces, se arrepientan de no haber tenido la visión de anticiparse a la eclosión del ciudadano digital, despreciando el potencial de los millones de capacidades diferentes entre los ciudadanos-consumidores digitales, al tiempo que ven cómo las cuentas de resultados de sus empresas descienden dramáticamente.
David Alandete, director adjunto de EL PAÍS, daba la bienvenida a los asistentes a Retina, el foro Iberoamericano y Tecnológíco que organizó su corporación el pasado mayo en Madrid, con esta afirmación: "La transformación digital no es un problema, es una gran oportunidad". Efectivamente, la oportunidad para las personas, la oportunidad de diseñar una sociedad más igualitaria, la oportunidad de generar consumo y riqueza sin excluir a nadie mediante soluciones tecnológicas adecuadas a la diversidad de la población, tomando en consideración sus distintas capacidades. La tecnología se puede y se debe humanizar, para estar al servicio de la persona. El usuario (como demandante o necesitado de determinados bienes, productos y servicios), debe ser la guía, la pieza clave y común para los medios tecnológicos que maneja la empresa, la industria y la Administración. Para ello, los medios tecnológicos ofrecidos al usuario deben ser accesibles y usables. Es la oportunidad adecuada para aunar beneficio económico y beneficio social. Es la gran oportunidad, como decía Luis Alandete.
Educación. Salud. Cultura. Política. Economía. Nada será lo mismo tras la transformación digital. Nada lo es ya. Políticos, empresarios, emprendedores, educadores, pensadores, gurús... Todos están obligados a repensar la sociedad, los mercados que la alimentan y las instituciones que las rigen con un cambio de paradigma que marca el pulso del siglo XXI: la transformación digital. Y todos están de acuerdo en que el gran cambio es que, ahora, el centro de ese universo ya no son las empresas e instituciones sino el ciudadano, o mejor, el espectador, el lector, el cliente de banca o energía, el alumno. La revolución digital ha dado todo el poder al usuario”. (http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/05/10/actualidad/1462859976_907242.html). Un proceso en donde el Big Data tiene un papel fundamental para llegar a conocer lo que pide el usuario, o los bienes, productos y servicios que necesita cada usuario en función de sus diferentes capacidades. De hecho, Big Data debe convertirse en la herramienta definitiva para compartir conocimiento, integrar conocimiento, y difundir conocimiento, con el objetivo de socializar la tecnologías, sus desarrollos y servicios.
Uno de los ejemplos más evidentes y nefastos de una desastrosa transformación digital la tenemos en el reciente proceso de gestión documental y procedimental en la Administración de Justicia, y de la entrada en vigor de la obligatoriedad de utilización para todos los profesionales del sector (jueces, fiscales, abogados, procuradores…), de la plataforma de transmisión y remisión de todo tipo de documentos a través de la plataforma digital LEXNET. Una plataforma de acceso vía web, incompatible con gran parte de las versiones de navegadores más comúnmente utilizados por los usuarios, entre ellos el último de Microsoft; diseñado sobre Java, por supuesto no accesible y saltándose todos los principios de la usabilidad. Y como no, la obligatoriedad que tienen desde hace años las Administración Públicas de cumplir los requisitos de accesibilidad y usabilidad en todos aquellos portales y servicios de carácter público. Pero además, y consiguiendo hacer el triple salto mortal de una nefasta transformación digital, introduciendo en la brecha digital no sólo a ciudadanos y profesionales con discapacidad o limitaciones funcionales, sino a miles de profesionales y usuarios por la dificultad de su uso, su incompatibilidad de equipos con la plataforma, por su lentitud, por la falta de formación (que debiera haberse previsto) de los usuarios del sector, o lo no menos grave, la falta de cobertura de redes de banda ancha aún en muchas zonas, donde la utilización de internet sigue siendo, incomprensiblemente, deficiente, muy deficiente o sencillamente nula. Es decir, se ha logrado en la Administración de Justicia, clave en el velar por los derechos de los ciudadanos, plasmar la antítesis de lo que debe ser el concepto de la Transformación Digital Social: la Transformación Digital Antisocial.
En la Vanguardia digital de 17 de mayo de 2016, hablando del Digital Enterprise Show 2016, se dice “El evento nace con el objetivo de contar con la presencia de expertos internacionales que hablarán sobre social business, liderazgo digital, ciberseguridad, Internet of Things o movilidad, entre otros. Todo ello con las empresas y su transformación digital como hilo vertebrador del evento”. Me pregunto, ¿dónde queda el ciudadano, para convertir la tranformación digital en Social?. En el mismo artículo, afirma Lluís Altes, Strategy director de Digital Enterprise Show: “El mercado actual se ha visto transformado por la tecnología. Desde cómo se relacionan los nuevos consumidores con las empresas, a cómo estas se relacionan con sus empleados, el mercado exige que iniciemos nuevos modelos de negocio más versátiles y adaptados a la nueva realidad”. Parece que Lluis Altes lo tiene más claro, el eje de la transformación es la persona en cualquiera de sus roles: mero ciudadano, consumidor, empleado o usuario de servicios públicos o privados. ¿Pero tiene claro que estos nuevos modelos de negocio a que alude, deben contemplar necesariamente la accesibilidad y usabilidad en cada componente implementado, para convertir la Transformación Digital en Social?.
Estamos a tiempo: tenemos la mejor oportunidad de incorporar a la Transformación Digital el adjetivo Social; es decir, perteneciente o relativo a la sociedad. Y la sociedad está compuesta por todas y cada una de las personas. No desaprovechemos esta oportunidad.


sábado, 20 de febrero de 2016

Cuando los grandes hablaron de simplificar su tecnología…

Leyendo la entrevista en El País al presidente de Sony, Kazuo Hirai, durante el pasado CES este año 2016 en Las Vegas, me vienen a la cabeza unas cuantas reflexiones. Parece que el presidente de Sony tiene claro que, sobre todo llegados a cierto nivel de excelsa calidad en la tecnología en sí, se deben buscar otros valores añadidos de cara a llamar la atención del consumidor-usuario. Es lo que pretende al eliminar el cableado de sus televisiones, una vez que la calidad de la pantalla es cada vez mayor. Lo que no sé si además ha reparado el presidente de Sony, es que de esta forma también busca simplificar su instalación, y esto es ganar en usabilidad física del aparato. Declaraba Kazuo en esa entrevista que “La calidad de su pantalla, por supuesto, pero también el sistema de gestión de cables. Es una de mis obsesiones desde hace años. Antes de ser presidente de Sony ya me enfadaba mucho cuando me enseñaban un prototipo de pantalla, y era precioso todo, pero luego, en el hogar del consumidor era muy diferente. No está bien que inviertas dinero en algo tan bien diseñado y luego quede fatal en casa por la maraña de cables. No diseñamos para ganar premios, diseñamos para los hogares. No me gusta que se vean los cables. Me obsesiona solucionar ese problema”. Y me da la impresión, de nuevo, que los propios fabricantes y diseñadores de tecnología vuelven a empezar a buscar adelantarse unos a otros, tratando de encontrar la mayor facilidad de uso (usabilidad) para el consumidor, conjugándolo con las cada vez mayores prestaciones que incorporan. Prestaciones cada vez mayores en accesibilidad y usabilidad (y que casi todo el mundo sigue desconociendo); pero también, y sin querer de nuevo, creando diseños físicos más usables. Matizo, para los críticos más accerrimos, como siempre hago: más y mejor accesibilidad y usabilidad, no quiere decir perfección; pero la mayor imperfección, y ésta es humana, es desconocer lo que se tiene.
Declaraba también Kazuo que “Hace unos años la electrónica era solo para unos pocos. Ya no, ahora es algo a lo que todo el mundo tiene acceso, con muchas categorías: televisión, cámaras, móviles… Nosotros luchamos por ser mejores en diseño, en investigación de materiales. Queremos que los consumidores estén orgullosos de la compra, que sea duradera”. El presidente se da cuenta de que el mundo ha pasado de tener unos pocos consumidores-usuarios elitistas, que podían acceder a las novedades tecnológicas que este nuevo universo ponía encima, a ser un universo global o prácticamente total (o al menos acabará siéndolo) de consumidores-usuarios. Si como dice, quiere que el consumidor esté orgulloso de comprar Sony, incrementar su número de consumidores, y además le sean fiel, necesariamente tendrá que empezar a contemplar la heterogeneidad de las diversas capacidades (y necesidades) de los elementos que componen la sociedad, y estos son los propios consumidores: es decir, las personas, y sus distintas formas y requerimientos para interactuar y usar su tecnología. Personas mayores, con alguna discapacidad del tipo que sea, o limitaciones funcionales, sensoriales o cognitivas.
Repasando (a distancia, qué envidia) mucho de lo “presentado” en la feria (realidad virtual, automóviles inteligentes, wearables, drones, impresión 3D, robótica, ….) podemos darnos cuenta de que de todo ello empezamos a oír hablar, como quien dice, hace dos días. En la realidad, hace muy poquitos años, aún cuando la industria lleva trabajando en ello unos cuantos más. Y sin embargo, su velocidad de entrada hace que alguno de los “recién llegados” a nuestros oídos, como los drones, estrenen su propia categoría dentro de los Premios a la Innovación en esta primera feria tecnológica del año. Y entre toda esta maraña, también encontramos muchos “cacharros” de este futuro que nos llega con verdaderas utilidades sociales (aún cuando dudo que sus fabricantes las hayan detectado). La compañía Digitsole, por ejemplo, llevaba un zapato inteligente, repleto de sensores y múltiples funciones, que más allá de ser un wearable, también son una ayuda técnica en sí: puedes atártelas y ajustártelas sólo pulsando su app. ¿Se habrán dado cuenta los fabricantes de lo que puede suponer para quien tiene problemas de movilidad en las manos?. ¿Serán capaces de ver que pueden publicitarlo como valor añadido a su producto?. O como la empresa Qualcomm, que utilizando técnicas de computación cognitiva y aprendizaje automático, presentó un aparato que al hacer una foto, identifica y etiqueta cualquier cosa a nuestro alrededor, sean personas u objetos. ¿Habrán visto la utilidad para personas ciegas o con baja visión?. ¿Por qué no “utilizan” los fabricantes y empresas estas utilidades que incorporan sus “cacharros”?. ¿Por qué no introducen dentro de sus estrategias de venta y marketing esta características sociales de sus productos?. La respuesta es fácil: por puro desconocimiento. Y es un enorme error: lo social ayuda a vender mucho más.
Afortunadamente, los grandes ejecutivos de las grandes marcas del mercado van teniendo claro (aunque luego no lo hagan adecuadamente bien) que la facilidad de uso debe ser el pilar de su éxito. Y así se lo plantea Tim Baxter, presidente de Samsung en EE UU, cuando hablaba de sus nuevos televisores, presentándolos como una de sus bazas fuertes. La televisión fue otro de los focos de atención: más contenido, más aplicaciones y más sencillez. “La fricción está en pasar de una aplicación a otra, seguir viendo la tele, entrar en la tienda, elegir el contenido… ¿Por qué no es tan fácil como cambiar de canal?”. Utiliza el término “fácil”, lo que viene a significar un principio de conciencia acerca de la necesidad de incorporar la usabilidad a sus desarrollos. Igual que tiene claro que necesitan a otros, por fuertes que sean, para permanecer en primera línea: “Hace cinco años comenzaron a hablar de estilo de vida, en lugar de pensar en productos separados, se propusieron unir el ecosistema. Por el camino han aprendido que no pueden trabajar solos, que son necesarias las alianzas con otros fabricantes y aparatos”. (El País, 7 de enero de 2016). Ahora hace falta, ya que están convencidos de que no pueden trabajar solos y necesitan conocimiento compartido para ser líderes, que incorporen a su sistema de trabajo los expertos en accesibilidad y usabilidad, como parte permanente de la línea de producción.
Sin embargo, me preocupan mucho más los servicios digitales que están apareciendo en torno a la tecnología actual, también presentes en el CES, y especialmente todo lo relacionado con el internet de las cosas (IoT) y los sistemas de pago por móvil. Demasiados actores, demasiados productos, demasiadas marcas y enorme dispersión y modelos. La carrera sin frenos en estos campos por llegar y situarse los primeros, sin paradas para analizar adecuadamente la accesibilidad y usabilidad de los medios y productos, puede acarrear daños enormes para grandes capas de la población. Pero también para las empresas, si las empresas y el mercado no son capaces de darse cuenta de que el negocio no está ya en comprar el último Smartphone, la última cafetera inteligente, la novedosa última cerradura electrónica o el muñeco-robot que nos pone la cocina. No, el negocio no está ya en comprar, sino en usar; y si el consumidor-usuario no es capaz de usarlo, el negocio no existirá. Ni será, por supuesto, tecnología social. En el caso de la domótica y del hogar inteligente, cada vez más cercana al internet de las cosas en el ámbito doméstico, las opciones y productos cada vez son más diversos, pero también son más anárquicos. Samsung proponía unificar la gestión del hogar, de toda la casa, utilizando el televisor como centro de operaciones. Pero, ¿sus televisores? ¿Deberemos arriesgarnos a vincular nuestra inversión de hogar inteligente a nuestra marca de televisor?.
Hace años, gran parte de las novedades presentadas en el CES (y en las demás ferias tecnológicas a lo largo del año) eran casi prototipos, o podíamos tardar en verlos en el mercado de consumo masivo y habitual. Hoy, casi todo lo que vemos, empieza a estar en pocos años, cuando no meses, en nuestras vidas. Bajo esta premisa, ir preparando el futuro sería lo lógico, no arreglar el presente cuando ha dejado de ser futuro. Estamos viendo venir lo que sin duda va a estar en un presente cercano, y o bien ya lo empezamos a conectar con otros “futuros” que también van a ser presente, como las smart cities o ciudades inteligentes, o tendremos que solucionar los dos (en cuanto a su integración de accesibilidad y usabilidad para el ciudadano). La feria CES ha mostrado de nuevo los desarrollos en vehículos de conducción asistida, aún lejos de los que prescindirán del conductor, aunque los sensores y mapas 3D acercan ese futuro. Conviene recordar que de los coches “autónomos” se empezó a hablar, de manera común, hace escasamente cuatro o cinco años. Resulta claro, es evidente, que hay cada vez menos distancia entre el futuro tecnológico de consumo y el presente inmediato del consumidor-usuario, por lo que cada vez en mayor medida resulta necesario, también trabajar más deprisa en no descuidar la accesibilidad y usabilidad tecnológica. ¡Arreglar el presente defectuoso es siempre tan caro económica y socialmente!.