Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

lunes, 18 de noviembre de 2019

La Usabilidad de las Smart Cities: más allá de la accesibilidad.

Juan Carlos Ramiro
CEO de AISTE (“Beneficio Social, Beneficio Económico”)
La Usabilidad de las Smart Cities: más allá de la accesibilidad

       La usabilidad es la característica que permite a todos aquellos productos, servicios y entornos que se hallan presentes en la ciudad su utilización sin ningún tipo de discriminación por los ciudadanos. La usabilidad lleva intrínseca, lógicamente, la accesibilidad en esos productos, servicios y entornos; pero va más allá. Engloba también el cómo, donde y de qué manera deben estar diseñados y construidos los espacios en la ciudad, para que puedan ser utilizables por los ciudadanos. De nada sirve llenar la ciudad de productos y servicios accesibles exclusivamente, si el acceso a ellos es limitativo o imposible, y sus localizaciones carecen de soluciones de continuidad entre ellas, al hallarse aisladas unas de otras. Porque la misión de la Smart City debe ser perseguir una mejor calidad de vida al ciudadano, en toda su diversidad, de forma sostenible. Y no necesariamente con las últimas tecnologías inteligentes, pero sí que tanto ellas como la interrelación de todas funcionen bien. Sencillamente, es potenciar la autonomía y posibilidades de sus ciudadanos.
       Recomiendo leer el artículo “El peligro de las ciudades demasiado inteligentes y poco humanas”, publicado en Planeta Futuro de El País en octubre de 2016. En él, se afirma que “después de unos años en los que la perspectiva dominante ha sido la tecnológica, han ido ganando protagonismo aquellos planteamientos que ponen el foco en el ciudadano como epicentro”. Retoma de esta forma la reflexión “¿Smart cities o Smart Citizens?”. En este mismo artículo Dan Hill, de forma completamente acertada y lógica (algo no demasiado habitual a veces) afirma que "las ciudades inteligentes serán aceptables en la medida que sigan un enfoque de abajo a arriba, dirigido por los ciudadanos". También mantiene que “todo el debate alrededor de las smart cities aún no ha sido capaz de responder a algo tan sencillo como cuál será el impacto que la adopción de las tecnologías por parte de las ciudades tendrá en el día a día de las personas que viven en ellas”.
        El gran, quizás el mayor, desafío al que se enfrentan las ciudades para ser innovadoras es la necesidad de ser diseñadas para adaptarse a los requerimientos de sus habitantes y visitantes, teniendo en cuenta su diversidad, funcional y sociocultural. El foco de la innovación en la Smart City debe centrarse en el ciudadano, residente o visitante. Progresamos gracias a la innovación social. Esto significa que toda actuación debe construirse pensando en las necesidades de la persona, por y para la persona; y su objetivo último, lograr su mayor bienestar conociendo sus necesidades. Todos estas premisas están englobadas dentro del concepto Human Centered Design. Con el fin de hacer que sus infraestructuras y servicios públicos sean utilizables por todas las personas en igualdad de condiciones, con mayor eficiencia e interactividad. Es, en definitiva, el diseño centrado en el usuario; un diseño donde todas las piezas encajan perfectas, por su diseño coherente a los mismos principios sociales. Proporcionando de esta forma a la ciudadanía un ecosistema capaz de dar respuesta a las necesidades de sus habitantes. No es casualidad que el relativamente reciente concepto de IoT esté empezando a estar obsoleto, y esté dejando paso al concepto de IoE: “Internet of Everything”. Es pasar del criterio tecnificado de la tecnología al criterio social. Es pasar del concepto tradicional de accesibilidad del producto o servicio en la Smart City, al concepto global de Usabilidad de la Smart City, que integra de por sí la propia accesibilidad. Y para conseguir esta Usabilidad, la propia ciudad podría convertirse en un Living Lab vivo que permitiera probar nuevas tecnologías y sistemas inteligentes.
         El el año 2014 Tel Aviv se llevó el premio a la mejor ciudad inteligente, durante la cuarta edición del Smart City Expo World Congress, por algo aparentemente “normal”, un despliegue masivo de wifi en la ciudad. Su objetivo, decían, les permitió “articular un modelo de interacción con los ciudadanos, el Digitel Resident Club, que se basaba no solo en el debate sobre asuntos públicos sino también en crear comunidad entre todos los vecinos y conseguir involucrarlos”. Los socios que se registraron en esta plataforma eran vendedores potenciales, y los ciudadanos clientes potenciales: se convenció al sector privado bajo el concepto de win to win para finaciarlo. Pero en toda su exposición, en todo su planteamiento, no se mencionaba en modo alguno la accesibilidad. ¿Pensarían, entonces, en involucrar a todos los ciudadadanos, mayores, con discapacidad o limitaciones?. ¿Es esto suficiente?. ¿Basta con crear la gran autopista de la información cruzando toda la ciudad, sin contemplar la accesibilidad digital en su construcción y accesos?.
        La “ciudad” tiene que escuchar qué importa los ciudadanos, escuchar permanentemente. Cuando escuchas creas valor para el ciudadano, y eso crea participación. Lo dice Hila Oren (CEO de la Tel Aviv Global), quien lleva años aconsejando que, “para crear estrategias de ciudad inteligente, primero hay que crear ciudad. Recoger todo lo que la ciudad puede ofrecer hoy para hacerla mejor y más grande, y así crear valor para los ciudadanos. En segundo lugar, escuchar a los vecinos. Una ciudad es verdaderamente inteligente cuando escucha para saber qué les importa a sus conciudadanos y cómo se quieren informar de ello”.
         De esta forma, también se accede al conocimiento de las condiciones de accesibilidad que requieren los productos, servicios y entornos que componen el ecosistema de la Smart City, y la forma de interconectar todos ellos en forma de continuidad de utilización para lograr la plena Usabilidad de la ciudad.
         No “escuchar” y aprender agrava la situación, de manera preocupante, para colectivos de ciudadanos especialmente sensibles y afectados por el diseño de las Smart Cities: mayores, personas con discapacidad o limitaciones. Más aún en amplios territorios como el europeo, donde el envejecimiento poblacional es ciertamente preocupante. Y, por supuesto, para la propia economía, donde los ciudadanos enmarcados dentro de la denominada Silver Economy (mayores de 55 años) van a tener cada vez mayor peso en el mercado.
         ¿Quién tiene la experiencia de la ciudad?. Sin duda, el ciudadano. No el profesional, por muy Honoris Causa o Doctor Emérito que sea. La experiencia de usuario como ciudadano mayor o con discapacidad, sólo la da la propia actividad del día a día, la vivencia en su contacto con la ciudad, y con las limitaciones que la ciudad nos presenta. El detalle de la necesidad, o requerimiento, de nuestra interactuación con la ciudad sólo se entiende a partir de la experiencia de quienes viven en ella. La diferencia, y la importancia de hacer bien las cosas, muchas veces, está en el detalle. Y esto sólo se aprende cuando se toma en cuenta la experiencia del ciudadano con limitaciones en su día a día con la ciudad. La eficiencia energética, la iluminación inteligente, el tránsito de vehículos de manera fluída o edificios interconectados entre todos sus componentes, serán totalmente ineficientes si no tomamos en cuenta la diversidad del ciudadano.
        Hoy en día, y cada vez más, tenemos más y mejor tecnología, más accesible y usable, desde tecnología de consumo, profesional o industrial; pero ésta, tomada individual o aislada, no es garante para hacer de una ciudad una ciudad inteligente, no segregadora. Los modelos actuales de Smart Cities, centrados en mejorar la movilidad en gran medida, no funcionan de manera óptima porque no se realizan pensando en las personas.
       Se están diseñando las ciudades inteligentes en despachos, sin la experiencia de usuario como ciudadano. Cada año, se organizan múltiples congresos profesionales (no del Tercer Sector o asociativos sociales) sobre Ciudades Inteligentes. Pero, ¿dónde figura o en cual participa la experiencia del ciudadano con limitaciones o del ciudadano mayor?. El conocimiento profesional de un arquitecto, ingeniero, responsable público o comercial, por no decir del político, es incompleto sin ese conocimiento de experiencia de usuario; incompleto, y muy peligroso por su implicaciones sociales, y muy costoso para una economía de gasto público. Costoso, porque lo mal hecho o diseñado, siempre genera ineficacia de los derechos, y para después garantizarlos es necesario remodelar con mayor inversión, y productos adicionales, lo ya puesto en servicio.
         La ciudad ya no es solo el espacio físico, es también el virtual. En la Smart City desaparece la barrera física de interactuación directa sobre el terreno, y se presenta la barrera virtual de interactuación con el mundo digital, y los servicios públicos y privados desarrollados sobre él. Es más, si no se tiene sumo cuidado en el diseño físico y contextual de estos accesos, el problema es mucho más grave en función de uno de los principales riesgos de la sociedad de la información: el aislamiento social. En el “mercado” tradicional la persona (como consumidor de servicios) se mueve en un terreno real, físico, saturado de “iguales” de los que puede recabar el apoyo que pueda necesitar en un momento dado. En el “mercado” virtual, en cambio, la relación y apoyo social desaparece en muchas de sus facetas, para convertirse en una lucha individual y personal para participar en el mismo como usuario. La ventaja de una adaptación de los entornos y servicios de la Smart City a personas con discapacidad, mayores o limitaciones, haciendo su acceso y utilización igualitario para todos, aporta un beneficio muy por encima del coste. Es esta adaptación, y adaptabilidad mediante soluciones de IA, en muchos casos, la que permite la Usabilidad de la Smart City.
       Así, el diseño de cualquier nuevo proyecto bajo el concepto de la denominada Smart City, debe tener presente la utilización, aplicación y adecuación de los conocimientos científicos, técnicos y sociodemográficos presentes, por cuanto no se puede hablar ya de futuro: al ritmo que avanza la tecnología, apenas existe el futuro y sí el presente continuo inmediato. Cualquier error en la planificación y desarrollo de los servicios tecnológicos en las “nuevas ciudades”, ya sea en su vertiente física o de contenidos, conlleva un grave riesgo de exclusión de colectivos sociales.
        Los medios que posee hoy la humanidad a través de las denominadas Nuevas Tecnologías, focalizada principalmente en los países desarrollados, debieran posibilitar definitivamente la mayor revolución en nuestra historia enfocando todo su potencial hacia el acceso universal y utilización en igualdad de condiciones. Proporcionando los medios adecuados para acceder a los productos, servicios y entornos en cada lugar de estos nuevos escenarios urbanos que se están creando a ritmo vertiginoso. Poniendo de esta forma los medios para el desarrollo de la ciudad inteligente y progresivamente incrementar exponencialmente el bienestar social, el beneficio económico del sector privado, y la eficiencia y eficacia de los servicios públicos. La tan loada sociedad informacional basada en las Nuevas Tecnologías, dista mucho de ser actualmente así. Sin embargo, con los medios y estrategias adecuadas, sí podría serlo. Medios, para sólo incorporar productos y servicios digitales accesibles. Estrategias, para englobar todos ellos en un diseño de entorno que permita el uso y acceso contínuo, sin lagunas entre ellos. Es decir, creando la Usabilidad de la Smart City. Algo muy presente en los Espacios Integrados Inteligentes de AISTE, por ejemplo.

sábado, 31 de agosto de 2019

Transformación Digital, Transformación Digital Social y Transformación Tecnológica Social

Juan Carlos Ramiro
CEO de AISTE


Transformación Digital, Transformación Digital Social y Transformación Tecnológica Social
Cuando introducimos el término “Social” en cualquier contexto, entendemos que nos referimos a actuaciones que afectan a una pluralidad indeterminada, pero masiva, de personas. Cuando vinculamos el término a la Tecnología, según uno de sus significados como adjetivo, entenderiamos “Social” por aquello Que repercute en beneficio de toda la sociedad o en algún grupo social”. Y no está de más recordar que el beneficio social repercute directamente en un mayor beneficio económico para la empresa, industria y comercio, como defiende AISTE (Accesibilidad, Inteligencia Social y Tecnología).
Nos encontramos en una etapa donde se habla en todos los ámbitos del sector privado (industria, empresa y comercio) y del sector público (Gobiernos y Administración) de la transformación digital y de las formas y urgencia en acometerla. Podemos entender por “transformación” digital” la introducción en todos los procesos y servicios de ambos sectores, públicos y privados, de los productos y recursos que pone a nuestra disposición la industria tecnológica. Sin embargo, este proceso, tomado sin más, sólo generaría un beneficio en la gestión de la eficiencia, y en todo caso, en la ficticia reducción de costes. Pero es cuestionable su peso en un incremento del bienestar social. La Transformación Digital no es sólo llenar de "cacharros" el entorno.
Por ello, debemos perseguir el completar el concepto “Transformación Digital” con el adjetivo “Social” (según la sociología). Y para que la transformación digital beneficie a toda la sociedad (concepto amplio y preferible) o a grupos sociales amplios, la introducción de la tecnología (bienes y productos) y sus recursos (aplicaciones y servicios), debe realizarse tomando a la persona como centro, y pensando en la persona como destinatario principal de la transformación digital. Y si queremos una “Transformación Digital Social” completa y en su concepto amplio, con beneficio directo en cada actor de la sociedad, la gran mayoría de los bienes, productos y servicios implementados en ella, deben, además, cumplir necesariamente determinadas condiciones. Dos de ellas, innegociables, la accesibilidad y usabilidad de toda la tecnología y recursos Tic utilizados.
La Transformación Digital no es un proceso de empresa, es un proceso que afecta a toda la sociedad, y a todas las estructuras públicas y privadas, la gestión y los servicios. Sin embargo, está de moda hablar de transformación digital (aún cuando este concepto no es nuevo, y tiene algunas décadas), pero vinculada esencialmente a la empresa, y a los desarrollos que nos quiere vender la empresa. Obviamente, esto no deja de ser un error, como tantos otros cuando hablamos de la sociedad conectada. La empresa no deja de ser un espacio más de los que constituyen un entorno mucho más global, una sociedad, un país, un territorio o un continente; y en todos ellos, la célula común e indispensable es la persona. Por ello, debiéramos ir hacia un diseño más universal, y aprovechar la oportunidad que nos ofrecen las cada vez más poderosas tecnologías, y empezar a hablar de la Transformación Digital Social. Un espacio donde confluyen las personas, en cohabitación con sus creaciones: edificios, espacios comunes, empresas, industrias, servicios a disposición del ciudadano (sociosanitarios, educacionales, culturales, transportes…). Es el momento de transformar, si queremos, la sociedad en su globalidad, y no cada “creación” en su particularidad.
La transformación digital es, en definitiva, la transformación de la sociedad. Es el cambio de nuestro modo de vida, de nuestros hábitos, de nuestras costumbres, de un nuevo sistema de trabajo y producción, de nuestra forma de acceso y utilización de servicios públicos y privados. Es la transformación de la educación, la sanidad, la cultura o la comunicación. Todo ello basado en tecnologías presentes o emergentes, que van posicionándose en nuestras vidas sin darnos cuenta: IoT, cloud, realidad virtual, tecnologías en movilidad, sistemas de desplazamiento autónomos (coches inteligentes), desembarco de la robótica… tecnologías que sin los criterios de accesibilidad y usabilidad dejarán a millones de ciudadanos-usuarios-consumidores fuera del círculo, desplazándolo a puntos alejados de la circunferencia que lo sustenta. Y las consecuencias, desgraciadamente, serán desastrosas para la economía, para el gasto público y para la sociedad.
Con la transformación digital pasa lo mismo que con las Smart Cities o Ciudades Inteligentes, corremos el mismo riesgo de tener que retransformar lo transformado, en ambos casos con unos costes de millones de euros. Si en conciencia existiera verdadera voluntad de convertir la Transformación Digital en Social, los servicios generados, públicos o privados, debieran desplegarse utilizando las tecnologías más adecuadas a la pluralidad de capacidades de los ciudadanos (y consumidores) que conforman la Sociedad. Servicios en cualquier sector: sanidad, educación, transportes, Administración, cultura, comunicación o infraestructuras, por citar algunos.
Sonia Casado, directora general de Accenture Digital en 2016, manifestaba que "para muchos directivos la transformación digital sigue siendo poner una tienda online, y basta". La conclusión es evidente: en ningún momento se plantean la mayoría de las empresas que su forma de trabajar en el mercado está cambiando, y que el usuario-consumidor es distinto, y en pocos años será esencialmente digital. Quizás entonces, se arrepientan de no haber tenido la visión de anticiparse a la eclosión del ciudadano digital "universal", despreciando el potencial de los millones de ciudadanos-consumidores digitales con discapacidad o limitaciones por la edad, al tiempo que verán cómo las cuentas de resultados de sus empresas, con el tiempo, descenderán dramáticamente.
En AISTE, al igual que David Alandete (director adjunto de El País entonces) manifestaba en 2016, creemos y defendemos que "La transformación digital no es un problema, es una gran oportunidad". Efectivamente, la oportunidad para las personas, la oportunidad de diseñar una sociedad más igualitaria, la oportunidad de generar consumo y riqueza sin excluir a nadie mediante soluciones tecnológicas adecuadas a la diversidad funcional, económica y sociodemográfica de la población, tomando en consideración sus distintas capacidades y realidades. La tecnología se puede y se debe humanizar, para estar al servicio de la persona. El usuario (como demandante o necesitado de determinados bienes, productos y servicios), debe ser la guía, la pieza clave y común para los medios tecnológicos que maneja la empresa, la industria y la Administración. Para ello, los medios tecnológicos ofrecidos al usuario deben ser accesibles y usables. Es la oportunidad adecuada para aunar beneficio económico y beneficio social.
Educación. Salud. Cultura. Política. Economía. Nada será lo mismo tras la transformación digital. Nada lo es ya. Políticos, empresarios, emprendedores, educadores, pensadores, gurús... Todos están obligados a repensar la sociedad, los mercados que la alimentan y las instituciones que las rigen con un cambio de paradigma que marca el pulso del siglo XXI: la transformación digital. Y todos están de acuerdo en que el gran cambio es que, ahora, el centro de ese universo ya no son las empresas e instituciones sino el ciudadano, o mejor, el espectador, el lector, el cliente de banca o energía, el alumno. La revolución digital ha dado todo el poder al usuario”. Así empezaba el excelente artículo del el País Retina de mayo de 2016, bajo el título "El usuario es el centro de la revolución digital". Un proceso en donde el Big Data tiene un papel fundamental para llegar a conocer lo que pide el usuario, o los bienes, productos y servicios que necesita cada usuario en función de sus diferentes capacidades. De hecho, Big Data debe convertirse en la herramienta definitiva para compartir conocimiento, integrar conocimiento, y difundir conocimiento, con el objetivo de socializar la tecnologías, sus desarrollos y servicios.
Pero, ¿y si damos un paso más ambicioso conceptualmente, y hablamos de Transformación Digital Tecnológica? Entonces nos centraríamos en la industria y la empresa de servicios TICs exclusivamente, buscando que la accesibilidad y usabilidad como negocio y beneficio social naciera desde dentro del mismo proceso de fabricación. Entonces, necesariamente, todo lo "vendible", todo lo que llegara al mercado y al consumidor, ya incorporaría las soluciones a la diversidad funcional de la población. Fuera para servicios públicos (teóricamente obligados ya) o para el mercado privado. ¿Sería posible trabajar en esta línea, y así olvidarnos de tantas leyes inútiles en todos los sitios que supuestamente obligan a que todo "sea adecuado"?. ¿Se dará cuenta el sector de las TICs que la Transformación Tecnológica Social en sus productos, servicios y entornos pueden ser su mayor nicho de oportunidades?.
Estamos a tiempo: tenemos la mejor oportunidad de incorporar a la Transformación Digital el adjetivo Social; es decir, perteneciente o relativo a la sociedad. Y la sociedad está compuesta por todas y cada una de las personas. No desaprovechemos esta oportunidad. Beneficio Social, Beneficio Económico. Algo que defiendo firmemente ahora en AISTE, y mantuve siempre en el CENTAC, haciendo de ello el lema emblemático que definía su filosofía.


viernes, 26 de abril de 2019

¿Puedo confiar en la leyes para garantizar la accesibilidad a la Sociedad de la información y Comunicación?

       Entendamos dentro de la Sociedad de la Información y la Comunicación los productos, servicios y entornos donde está presente la tecnología. Es decir, no nos referimos sólo a nuestro teléfono inteligente o las web's de internet, no. También pertenecen a esta Sociedad las propias aplicaciones (apps) de nuestros móviles, el software de nuestros ordenadores, las plataformas de comercio electrónico, la administración electrónica, la televisión digital e interactiva, los productos enmarcados en el concepto de domótica, los navegadores y elementos inteligentes de nuestros coches, el pago electrónico, la firma digital, la robótica (y no solo la humanoide), los wearables, la realidad virtual y aumentada, ... la lista es dificilmente delimitable. Y no todo, ni mucho menos, está regulado por leyes o a través de normativa técnica; pero sí lo está por legislación social. ¿A alguien le suena no discriminación, igualdad de oportunidades y accesibilidad universal?. El problema de usar términos genéricos o utilizarlos en su concepto global, es que tamién incluye a las tecnologías, amigos responsables públicos.

     Entendamos también qué son las leyes. Porque son palabras escritas sobre un documento oficial que han sido publicadas en un medio escrito o digital, que regulan unos derechos, procedimientos, acciones o servicios privados o públicos, y que han sido debatidas (¡a veces!) y aprobadas por aquellos organismos (Parlamento, Consejos de Ministros, CCAA's o Ayuntamientos) que tienen competencia para ello según nuestra legislación, o la propia de organismos internacionales si es el caso. En definitiva, las leyes no dejan de ser derechos u obligaciones inertes. Entonces, la pregunta de este post del blog, mas bien, debiera ser: ¿Puedo confiar en quienes deben garantizar el ejercicio y ejecución de las leyes para garantizar la accesibilidad a la Sociedad de la información y Comunicación?.

      Pues, puestos ante ese dilema, casi me atrevería a asegurar que no. Las Administraciones Públicas están obligadas a cumplir de por sí lo que aprueban y son competencia suya, sin más, en plazos y formas acordes al texto legal. También deben ser garantes de exigir el cumplimiento de las obligaciones que afectan al sector privado. Cierto es que, en este caso, a veces es necesaria denuncia por parte del ciudadano, y aquí tenemos otro grave problema: gran desconocimiento por parte de la ciudadanía de sus derechos, desconfianza en nuestro sistema judicial entre otras cosas por su lentitud, y falta de medios y facilidades para ejercer ese derecho a denunciar. ¿Por qué me atrevo a segurar que no confío mucho en quienes deben garantizar mis derechos vinculados a la accesibilidad escritos en las leyes?. Sencillo, me he permitido hacer una pequeña recopilación de leyes y Reales Decretos aprobados en los últimos doce años, cuyo hiperenlace pongo al final de este post, y no es demasiado satisfactorio.

     Y ya que el ciudadano, muchas veces, demasiadas, es deconocedor de sus derechos y el tercer sector social de la discapacidad adolece de una efectiva línea de formación e información permanente (y no puntual, solo cuando se aprueba algo nuevo), invirtamos la estrategia: tratemos la discapacidad y el envejecimiento con sus limitaciones desde una perspectiva empresarial y comercial. Démosle de este modo la vuelta a la tortilla. ¿Por qué no hacer que la empresa sea proactiva en la exigencia del cumplimiento de los derechos de accesibilidad (tecnológica) que tienen los ciudadanos?. O dicho de otro modo, ¿por qué no enseñar a la empresa a "aprovecharse" de todo lo legislado, siendo ella quien traslade este conocimiento de obligaciones legales a los propios ciudadanos, para que estos los reclamen y se conviertan en "su cuerpo de comerciales" presionando a las Administaciones, y al sector privado de servicios, cuando sea oportuno?. Es decir, como siempre he mantenido, usar la propia legislación como oportunidades de negocio, como verdadero nicho de generación de beneficio económico y social.

      El campo de los derechos indefectiblemente genera negocio para el sector privado, al requerir inversión y gasto por parte de las Administraciones para su cumplimiento. Pero también negocio social para las propias Administraciones, al conseguir mayor eficiencia y autonomía. Es cierto que determinados derechos requieren también gasto para el sector privado, pero este revierte también a través de los reportes beneficio ecnómico para el sector. Las Administraciones Públicas deben ser las primeras y mayores impulsoras de la Economía Social, donde la accesibilidad es innegociable y pieza clave en todos los sectores productivos y ámbitos publicos. Requiere gasto, sí, pero al mismo tiempo significa beneficio para las empresas proveedoras de productos y servicios, que se transforman en beneficio social. Ya que las Administraciones no cumplen, y el tercer sector sigue empeñado en crear nuevas leyes y reales decretos, dejando en segundo lugar lo que debiera su principal labor: formar e informar al beneficiario (asociados don discapacidad, mayores, con limitaciones, en riesgo de exclusión social,...), y denunciar, paa obligar a su cumpliento, cambiemos de estrategia. Tratemos de convertir a la empresa en "comerciales de los derechos". (Advertencia: no digo que no haya que aprobar nuevas leyes que garanticen derechos, ni que no haya que mejorar las existentes. Mantengo que la cuantía "al peso" de las leyes no garantiza nada si no se cumplen).

     Veamos tan sólo algunos ejemplos de incumplientos de entre las más de doscientas leyes y Reales Decretos aprobados en los últimos doce años, que establecen obligaciones de accesibilidad tecnológica, de un modo u otro. En todos ellos, además, debido a los procesos cada vez más complejos de actuaciones que requiere la nueva sociedad digital, deben ir teniendo cabida recursos de inteligencia artificial, tecnología cognitiva, avatares virtuales, IoT, domótica en centros educativos o socosanitarios que garanticen la autonomía de personas con discapacidad, plataformas y entornos digitales accesibles... ¿seríamos capaces de calcular el beneficio social para la ciudadania y el beneficio económico que supondría para el sector privado, los proveedores de soluciones, el cumplimiento de las leyes, si se aprobara el gasto público necesario?. Pero, ¡ojo! gasto rentable también para las Administraciones Públicas, al generar eficiencia, efectividad, productividad, formación inclusiva y capacidad de redistribución de recursos. El problema, ¡que los beneficios son a medio y largo plazo, y para eso necesitamos gestores políticos públicos que tengan verdadera conciencia de servidores públicos, sin miras inmediatas a las próximas elecciones!.

     ¿Quieren ver un ejemplo, como aperitivo singular, antes de entrar al hiperenlace que pondré al final?
 
"LEY 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.
 
Artículo 2. Objetivos generales. "...fomentar la innovación e investigación aplicada al desarrollo de entornos, productos, servicios y prestaciones que garanticen los principios de inclusión, accesibilidad universal, diseño para todos y vida independiente en favor de las personas con discapacidad o en situación de dependencia".
  
Artículo 33. Medidas: m) Medidas para el fomento de la investigación, el desarrollo y la innovación de entornos, productos y servicios y prestaciones dirigidos a la creación de una sociedad inclusiva y accesible a las personas con discapacidad y en situación de dependencia." 

Totalmente incumplida.
 
Esta Ley es especialmente irónica, porque curiosamente la Secretaria de Estado de Estado de Servicios Sociales y el Director General de Políticas de la Discapacidad, del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, que tenían la mayoría en el Patronato de la Fundación CENTAC (Centro de Tecnologías de la Accesibilidad), único en su estructura (Administración, Empresa y Tercer Sector) y finalidad y convertido en eferente, han permitido el cierre de este Centro emblemático y de referencia.

      Ahora sí, aquí os pongo el enlace a una pequeña relación de Legislación aprobada en los últimos doce años. ¿Os intriga ver si está cumplida o no?:
 

      No obstante, creo que debemos volver al optimismo. También es cierto que las tecnologías y los entornos, productos y servicios donde están presentes (es decir, en todos, en mayor o menor medida), han desarrollado una nueva sociedad, han mejorado la salud y el bienestar, incrementado la actividad profesional y movilidad poblacional, y potenciado nuevos nichos de negocio, siendo ejemplos de ello el turismo, la amplitud del campo de actuación del mercado a traves del comercio online, o el acceso la formación desde cualquier parte a través de plataformas online, permitiendo una mayor cualificación de la ciudadania. Y la aparición de tecnologías y servicios tecnológicos emergentes como el IoT, la robótica, la realidad virtual o aumentada, el blockchain o la inteligencia artigficial, que tienen mucho que decir en la nueva sociedad (y mucho papel importante para ayudar a las leyes o a compensar sus defectos de efectividad). Y, todo ello, y mucho más, como siempre, genera diversidad de oportunidades (al multiplicar las formas de acceso a los servicios), mayor autonomía, mejor gestión del tiempo, mayor beneficio social y mayor beneficio económico, en definitia. Y lo seguirán haciendo, y no necesariamente y solo por altruismo: porque la empresa, la industria, el sector privado, necesita ganar dinero, está dentro de una economía de mercado, y solo sobrevive en medio de la competencia si es capaz de obtener beneficios. Ya no puede olvidarse de los "consumidores con discapacidad" en un mercado globalizado, donde cada individuo es importante como consumidor activo. La empresa no me engaña: si no gana, cierra o despide o elimina líneas de actividad. Si los responsables y poderes públicos prometen y legislan y no cumplen, ¿quién me engaña?.
     

viernes, 22 de marzo de 2019

¿Qué tiene que ver la accesibilidad tecnológica con el Big Data?

      La pregunta sería, más bien, ¿qué no tiene que ver algo hoy en día con la tecnología, y la accesibilidad en todo ello?.

    La accesibilidad a bienes, productos y servicios ya no puede atacarse exclusivamente desde un punto de vista legal o de derechos, escribiendo continuamente leyes, reales decretos y normativa varia en los boletines oficiales, por mucho que se empeñen el tercer sector social y la rama social de las Admnistraciones públicas. Ahora que nada se entiende sin las tecnologías, hay que hacer efectivos los derechos mediante las propias tecnologías, cumpliendo los criterios de accesibilidad y usabilidad a bienes, productos y servicios. Y en ello, como en tantos otros sectores y campos, tiene mucho que decir el Big Data, (y donde debiera jugar un papel fundamental la compra pública innovaddora, sobre la que escribiré próximamente), para desarrollar ámbitos reales y eficaces de colaboración público-privada que generen bienestar social y beneficio económico simultáneamente, única forma de hacer hoy día sostenibles (y no seamos cínicamente ciegos) los derechos. Algo que el CENTAC, eliminado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, tenía muy claro.

      Para ello es neceesario alguien que conozca la diversidad poblacional con profunddiad, las necesidades, las características de toda y cada discapacidad, a los mayores y sus limitaciones, la tecnología en profundidad, la propia legislación y normativa técnica, ... Big Data por sí solo no sirve, necesita para apoyarse de otros recursos "más intangibles de conocimiento"....

      El término Big Data indica el enorme volumen de datos, tanto estructurados como sin estructurar, que generan todos los sistemas de manejo de información hoy en día, en todos los sectores existentes tanto de ámbito privado como público. Su cada vez mayor importancia viene dada por el uso que se hace con esa ingente cantidad de datos. Analizando decisiones de negocio, eficiencia de servicios, flujos de comercio y consumo, preferencias de usuarios, rentabilidad de recursos o idoneidad de inversiones, por citar algunos ejemplos. La complejidad precisamente en el uso del Big Data cada vez se acrecienta más, al provenir de cientos de fuentes diversas y en gran parte totalmente desetructaras: web logs, los sensores incorporados en dispositivos, la maquinaria, los vehículos, las búsquedas en Internet, redes sociales, ordenadores y sistemas portátiles, teléfonos inteligentes, dispositivos de geolocalización, registros de centros de llamadas, o incluso los nuevos sistemas interactivos de consumo doméstico (Televisores inteligentes, sistemas domóticos o asistentes inteligentes).

      Sin embargo, la utilidad tan grande que ofrece tanto a empresas como a las Administraciones Públicas compensa de lejos el esfuerzo de manejar tal cantidad de datos no estructurados, permitiendo tomar decisiones de eficiencia, ahorro, y eficacia en los resultados al ofrecer soluciones y respuestas que las propias entidades poseen y no localizan por "sistemas tradicionales". Es más, permite identicar problemas con anticipación, y dictaminar soluciones en muchos casos más comprensibles.

      El análisis a través del Big Data está ayudando, y en el futuro inminente lo hará más, a aprovechar los datos propios y cada vez con más frecuencia las bancadas de datos provenientes de servicios Open Data (especialmente de servicios públicos). Con ello se deberían producir negocios más ágiles y descubrimiento de nuevos nichos y oportunidades también, mayor beneficio económico, fidelización de clientes y usuarios y, sobre todo, eficiencia y anticipación ante posibles problemas. Todos los análisis de las grandes consultoras coinciden, al menos, en tres ventajas alrededor del Big Data: reducción de costes; mucha mayor rapidez en la toma de decisiones; y generación de nuevos productos y servicios acordes a las capacidades económicas de los usuarios/consumidores, de sus preferencias y de su facilidad de uso.

      Es precisamente esto último lo que me inducea pensar, ¿por qué no utilizar las capacidades del Big Data para generar verdaderamente bienes, productos y servicios accesibles, sean estrictamente tecnológicos o no?. ¿Por qué no utilizar las posibilidades del Big Data para generar soluciones tecnológicas accesibles que permitan la eficacia real de tantos derechos (sociales) como aprobamos? ¿Por qué no se ponen a hablar de una vez los que escriben los derechos y diseñan los servicios públicos a disposición del ciudadano y los que saben de tecnologías y de la accesibilidad a las mismas?. ¿Por qué el sector privado no se da cuenta de que necesita esos conocimientos de expertos en accesibilidad Tic para vender sus productos y servicios atrayendo todo tipo de clientes con independencia de sus capacidades, y se genere los que el CENTAC, eliminado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, defendía, unir beneficio económico y beneficio social?. Turismo, salud, Administración, Retail (servicios al cliente), manufacturas (patrones de uso y mejora de productos), publicidad, uso de los medios y redes sociales, transaciones finacieras... ¿Por qué no utilizar el Big Data para el mundo de la accesibilidad Tic, analizando formas de uso, dificultades de uso, tendencias, frecuencia de uso de determinadas aplicaciones y comparaciones con otras, detección de dificultades... todo para mejorar productos y serrvicios?.

      El Big Data se está utilizando en campos que jamás hubieramos pensado. Como prueba, podriamos ver el caso Yokozuna Data, empresa que tres españolas fundaron en Tokio en 2015. ¿Para qué?. Veamos parte del reportaje aparecido en Retina este mes, "Luchadoras en Japón":

     "Mediante la aplicación de big data e inteligencia artificial a los datos recabados durante partidas de videojuegos, Yokozuna Data puede predecir el comportamiento individual de millones de gamers: desde la cantidad que se gastarán hasta el momento en el que abandonarán la aventura, así como posibles casos de adicción y los remedios para prevenirlos. Todo ello respetando el anonimato de los jugadores. “Queremos revolucionar el mercado de los videojuegos, cuya calidad de datos es tan impresionante que si se usan bien se puede lograr la personalización total de cada título, así como estudiar el comportamiento humano mediante el análisis de motivaciones, adicciones o maneras estratégicas de pensar”, señala Periáñez, CEO de Yokozuna Data."

      O veamos la opinión de Inés Guix en el artículo de El País "El Big Data puede cambiar el futuro de la práctica médica y la investigación":

      "...bajo una adecuada regulación que salvaguarde la intimidad de las fuentes, la prudente explotación de Big Data ofrece inmenso potencial para mejorar nuestra sociedad, catapultando de manera extraordinaria su desarrollo transversal en múltiples disciplinas, y especialmente la Medicina.
...en los próximos años el análisis en tiempo real de millones de historiales médicos facilitará la construcción de modelos predictivos eficaces que orienten las decisiones clínicas de la práctica diaria del mañana, optimizandola. Se avecina, por tanto, una revolución del conocimiento sanitario...".

      ¿Por qué no entonces puede ser Big Data una poderosa palanca para la accesibilidad tecnológica?. ¿Por qué no debe servir para la la generación de una nueva época de bienes, productos y servicios accesibles universalmente?.

      Como parece evidente, la finalidad última del Big Data es aumentar la eficiencia en el proceso de toma de decisiones. Y esta eficiencia pudiera muy bien ser empleada para, en múltiples ámbitos, desde el laboral o profesional al sanitario o educativo, seleccionar la tecnología que mejor se adapte al usuario. Guardar y almanecar datos ya no tiene ninguna complejidad y cada vez es más económico. Ello repercute directamente en la forma de cómo se analiza la información por todos los métodos y herramientas más potentes. Y como ha sucedido siempre, el acceso a la información más rápido, por cada vez más actores sociales y con mayor número de herramientas, produce transformaciones esenciales en las organizaciones y mercados, afecta a los fundamentos de la organización social tanto en lo público como en lo privado: la sanidad, la política, la educación, la cultura, la industria, el transporte, los comportamientos individuales, nuestros hábitos y la forma de relacionarnos.

     A ese enorme potencial que hemos creado para procesar cantidades ingentes de datos procedentes del propio mundo de la industria, la empresa y de los servicios públicos, al que hemos denominado Big Data, se suma algo que oímos continuamente y que aún gran parte de la población no es consciente de ello: la información que "damos" voluntariamente y a los rastros que continuamente dejamos en Internet, en nuestras comunicaciones digitales y en nuestros aparatos inteligentes domésticos sin ser conscientes de ello. El conjunto de todo ello, provoca otro factor clave en la distribución equitativa de la organización social: está revolucionando el consumo. Y esta revolución, a su vez, está generando información e impacto en otros ámbitos que jamas se nos hubiera ocurrido, como he citado anteriormente. ¿Nos acordamo de cuando una cadena de gran consumo americana, Target, fue capaz de saber el embarazo de una de sus clientes adolescentes antes que su entorno más cercano, con algoritmos de análisis de habitos de compra?. Algoritmo basado en inteligencia artificial. ¿No podemos utilizar todo este potencial, pues, para generar bienes productos y servicios Tic's más accesibles y usables, analizando capacidades de uso, frecuencia, preferencias y formas de acceso a la información?. ¿No disminuriamos la brecha social y de oportunidades aprovechando el poder que nos ofrece el Big Data?. Claro que, como siempre, para ello sería necesario (sobre todo en el ámbito público), que quien escribe derechos, escuchara y hablara con quien sabe de tecnología, y estos con quienes saben de accesibilidad a este nuevo mundo digital. Algo que el CENTAC, eliminado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, tenía claro y siempre ha defendidio. Porque el beneficio social, y paralelamente económico, es evidente a medio y largo plazo (perdon, se me olvidada que, al menos en nuestra política, se piensa a corto, hasta las próximas elecciones).

      Porque quizás una de las grandes esperanzas del Big Data es ayudar a visibilizar nuevas oportunidades de negocio. Y en una perspectiva donde la denominada economía plateada (todas aquellas necesidades y economía de consumo que se genera en la ciudadanía por encima de los 55 años, con sus limitaciones funcionales), un análisis adecuado de los datos debe traer nuevas ideas y una nueva forma de afrontar el "negocio" que se nos presenta.

      Se dice, y con razón, que el petróleo del siglo XXI van a ser los datos, y sus yacimientos han hecho que ya, hasta hoy tan solo, exista más información generada en los últimos quince años que en toda la historia; pero como el petróleo, se necesitan fábricas que los transformen en combustible útil. A través de las herramientas de Big Data. Pero si hay un ámbito donde éste juega un papel trascendental, es en las denominadas Smart Cities o ciudades inteligentes. Y lo es porque en este gran ecosistema confluyen todas las tecnologías y todos los sectores que afectan al ciudadano, desde los públicos a los privados. Transportes, oficinas y centros de negocios, comercios, edificios administrativos y servicios públicos, infraestructuras. Y todo conectado y centralizado con el usuario a través de su doble yo: el teléfono inteligente y las tecnologías en movilidad. Cuando nos fijamos en las denominadas Smart Cities o ciudades inteligentes, ellás por sí solas son verdaderos yacimientos de este petróleo, que transforma radicalmente la economía clásica en una nueva, la economía urbana y el urbanismo digital. Y esta nueva economía urbana va a afectar de manera sustancial al ciudadano, para bien o para mal, según la diseñemos e implementemos. Por ello, este gran ecosistema interconectado donde confluyen y se solapan todas las tecnologías debiera ser el principal yacimiento para trabajar, desde el Big Data, en el verdadero eje para el diseño de bienes, productos y servicios accesibles y usables que definieran la nueva sociedad reduciendo de manera importante la brecha social tecnológica. Este escenario de datos urbanos debiera imponer nuevos sisemas de colaboración público-privada; y cambia totalmente la forma de estudiar, gestionar y resolver los diversos problemas sociales y económicos de la ciudad, generando los nuevos bienes, productos y servicios accesibles y usables por toda la diversidad poblacional, con indpendencia de sus capacidades.

      "No es que el Big Data sea la clave del futuro, es que es ya la clave del presente", manifestaba Pilar Torres, directora de Operaciones y Marketing de Microsoft Ibérica, en el foro Big Data: ¿oportunidades sin límite?, celebrado en 2015. Y debe servir para crear amayor igualdad social tecnológica. (http://tecnologia.elpais.com/tecnologia/2016/06/02/actualidad/1464854761_553224.html).

      Si lo queremos trasladar al mero espacio socioeconómico, podriamos recordar las palabras con las que César Alierta inauguraba su ponencia en el Mobile World Congress del 2016 "El exponencial crecimiento de los datos, la digitalización y el Big Data transformarán los modelos productivos, factores clave para adquirir ventaja competitiva frente a los competidores e impulsar la innovación". Unicamente se le olvidadaba (quizás lo tenía en la cabeza), que para adquirir esa ventaja competitiva ya no puedes olvidar la accesibilidad y usabilidad, si quieres posicionarte en el mercado sin dejar de lado un buen porcentaje poblacional que cada vez en mayor medida necesita esas características en sus medios de interrelación con el proveedor de servicios. Al mismo tiempo, aprovechar esa ventaja competitiva a través del Big Data usando los datos que poseen las operadoras, podría perectamente también utilizarse para acercar a cada usuario, sabiendo detectar las distintas capacidades funcionales de cada uno, la tecnología y servicios TIC más adaptados y usables por la diversidad de cada cliente.

     Como siempre, la solución está en nuestras manos. En nuestro razonamiento inteligente (???) y responsabilidad social como personas (???).

viernes, 8 de febrero de 2019

La accesibilidad tecnológica, clave de una sociedad avanzada y de las nuevas economías

Efectivamente, la sociedad ha cambiado como nunca en los últimos veinte años. Del mismo modo que fue cambiando a lo largo de los siglos y de los diferentes períodos de la historia, principalmente según aparecían nuevos inventos o desarrollos tecnológicos: la rueda, la imprenta, máquina de vapor, la electricidad, y todos los avances derivados de ellos, cambiando asimismo formas de vida, hábitos y sistemas de organización y productivos. Pero es que la evolución tecnológica también ha producido nuevas herramientas para la sanidad, para la investigación, para el cuidado de las personas y para el avance científico; y todo ello, a su vez, ha generado una mayor longevidad en la ciudadanía, y un aumento enorme de la población de los países “avanzados”. Y junto a ello, de nuevo, ha aparecido una nueva sociedad con formas sociales y hábitos nuevos en función de la edad y el avance tecnológico de uso personal. Más importante aún, provocado por las nuevas circunstacias sociales: la aparición de las llamadas nuevas economías.
Una de ellas, la Economía Plateada, o Siver Economy. La Unión Europea (UE) ha definido la economía plateada como «el conjunto de oportunidades que comienzan a florecer a partir del gasto público y de las personas consumidoras, y que está relacionada con la transición demográfica que significa el envejecimiento poblacional y las necesidades específicas del mercado de las personas mayores a 50 años». El director de programas de la Comisión Europea, Peter Wintlev-Jensen, ha manifestado que tan sólo dentro de seis años, en 2025, el sector de la denominada economía plateada supondrá más de un tercio de los puestos de trabajo productivos. La economía plateada comienza a partir de personas mayores de 50 o 55 años, en toda su diversidad: desde personas totalmente activas e independientes hasta las más dependientes, con discapacidad o limitaciones propias del deterioro funcional. Con diferentes niveles de necesidad, de atención, y de formas de interrelacionarse con el entorno que generan los avances tecnológicos. En torno a todas estas circunstancias que definen las características de una población “envejecida” que compone la masa poblacional de la economía plateada, aparecen verdaderos nichos de oportunidad de negocio, en todos los ámbitos. Y el componente tecnológico se erige como el esencial nexo «transversal» en todos y cada uno de los servicios creados en torno a la economía plateada. Hoy en día no se entiende nada sin la tecnología, y nada funciona sin la tecnología. Mañana, mucho menos. Así pues, si desde la perspectiva de economía y negocio podríamos definir la economía plateada como las oportunidades económicas derivadas de los gastos públicos y de los consumidores en relación con el envejecimiento de la población y las necesidades específicas de los mayores de 50 años, ineludiblemente, y por pura lógica, la accesibilidad y usabilidad tecnológica van íntimamente unidas a las necesidades que presenta la población de esta “nueva economía”.
Este proceso está propiciando una reorientación de las actividades y de las formas de gestionarlas de múltiples empresas, no sólo del ámbito socio-sanitario. También del ecosistema más puro comercial, de ocio, en las finanzas y, por supuesto, en el turismo. Estamos generando una población más envejecida, sí, pero también más activa y con más capacidades. Y aquí, más que nunca, la accesibilidad y usabilidad tecnológica adquieren cada vez mayor importancia. Personalmente, ya lo advertí hace 12 años cuando participe en los grupos de trabajo donde se estaba trabajando en la Ley de Autonomía Personal y Dependencia, hoy llamada exclusivamente “Ley de dependencia”. Ya entonces manifestaba la necesidad de contemplar la necesidad de incorporar inversiones en tecnología que incrementara la autonomía personal, la individualidad, y al mismo tiempo hiciera más sostenible y menos costoso a largo plazo el servicio. Y aquí hablaba de domótica, servicios domésticos conectados, y comunicación accesible y usable con los servicios públicos a distancia. La falta de planificación a medio y largo plazo, la urgencia política y falta de visión de futuro, obviando la inversión en gasto personal tecnológico que lo garantice, y reduzca paralelamente gasto público en servicios, han dejado completamente difuminado el objetivo principal de la Ley, la autonomía personal. Con la “lógica política”, ni se tomó en cuenta.
Todos los años, por estas fechas, acaba de celebrarse la mayor feria tecnológica de consumo del mundo, el CES de Las Vegas. Y todos los años vuelvo a la misma reflexión, ¿por qué nuestra administración política (que no nuestros técnicos y funcionarios públicos, ampliamente formados y expertos en sus áreas) no planifica a medio y largo plazo, no diseña políticas con visión de futuro, no introduce “prácticas comerciales” en sus diseños de servicios públicos..?. La empresa y la industria TIC (y no TIC) ya está planificando lo que nos va a vender y vamos a usar dentro de 5, 10 y 15 años. “Practicas comerciales” no para ganar más dinero, evidentemente, sino para gestionar mejor, hacer más eficientes los servicios, reinvertir y agilizar procesos. Cuando nuestros servicios enfocados al ciudadano, donde hay personas mayores, con discapacidad o limitaciones van haciéndose útiles, accesibles y usables, “el mundo comercial” va al menos casi una década por delante. La legislación, mejor ni comentarla, cuando somo expertos en hacerla tan indefinida como ineficaz. Los medios judiciales y administrativos que deben garantizar los criterios de accesibilidad y usabilidad tecnológica de esas leyes, mejor ni mencionarla, por su lentitud. En el CES de Las Vegas, se presentan novedades, tecnologías emergentes, cientos de productos comerciales cada vez más avanzados, y tendencias, muchas tendencias para saber aprovecharlas. Pero cada vez más, desarrollos donde la accesibilidad y usabilidad se tiene presente, ¿por qué?. Porque la empresa privada busca ganar dinero, clientes y consumidores y presencia en el mercado. ¿Por qué nuestra administración política es tan ciega, y tan lenta en incorporar novedades y soluciones mejores que faciliten la vida de la gente, y la autonomía de personas mayores, con discapacidad o limitaciones?. ¿No están el el mundo, o están en su mundo paralelo?. ¿Por qué no invertir a largo, si de verdad se tiene conciencia de “servidor púbico”, con inversiones en tecnologías y tendencias que el sector privado ve claro, accesibles y usables, y que persigan la sostenibilidad y eficiencia de los Servicios Públicos, y no se piensa menos en el book de fotos para las siguientes elecciones?.
La planificación hacia un futuro eficaz y rentable económicamente en una empresa moderna, donde la tecnología ya es un elemento indispensable de cualquier sector, parte de una premisa esencial: elegir la tecnología adecuada define el éxito de una nueva empresa. Y en las nuevas economías, con un tercio de la población por encima de los 55 años, cada vez más activa, informada, y “preparada como usuario” tecnológico, la accesibilidad y usabilidad es fundamental. Porque ahora debemos hablar claramente de “clientes y consumidores maduros”, y no de “viejos asistidos”.
Para darnos cuenta de que el mundo está cambiando a una velocidad vertiginosa, solo debemos fijarnos en que el sector financiero no es ajeno a estos cambios. Todas las organizaciones financieras, tanto banca como seguros y vinculados, se están viendo abocadas a realizar un profundo cambio en su cultura, sus organizaciones, su tecnología, e incluso en muchos casos, con la llegada del mundo FinTech, en su modelo de negocio tradicional, a contemplar las nuevas tecnologías emergentes. El uso de Blockchain, Big Data, la analítica avanzada y la inteligencia artificial son las tecnologías estrella que se están utilizando ya en este sector, paradigma puro del “capitalismo”. Por supuesto, también en todos los demás, en distintos estadíos de implantación. Buscando eliminar la complejidad (ganar usabilidad) para ganar más dinero, dicho en lenguaje llano del todo.
Actualmente, la tecnología juega un papel importante en el éxito o fracaso de cualquier proyecto, por lo que es crucial elegir las mejores soluciones tanto para el nacimiento de la empresa, de la industria, del emprededor, de la innovación o de la experimentación, de una startup, y también debiera serlo para el sector público. Para ello, especialmente en este último caso, hace falta visión de futuro, y que “dejen hacer y den medios” a quienes saben. Siendo cada vez más necesario contar con expertos que se den cuenta de la importancia de identificar los obstáculos tecnológicos con los que se puede encontrar una nueva empresa (y los Servicios Públicos son la “mayor empresa social”), y las soluciones que pueden utilizar para derribar estar barreras funcionales que presenta la población de la economía plateada. Condición especialmente relevante en el ecosistema de la nueva economía plateada, que debe abarcar sin duda la accesibilidad y usabilidad tecnológica.
Optar por un software e interfaces que sean intuitivas y fáciles de usar y que tenga un alto nivel de soporte disponible, puede ser la diferencia entre el éxito o el fracaso para esta nueva economía. En definitiva, se trata de convertir la tecnología en una aliada de la empresa y de las Administraciones y adaptarla a las necesidades de cada una de sus etapas de desarrollo, desde su creación hasta su madurez. Solo de esta manera podrá ser una organización competitiva en la nueva era digital. La tecnología tiene que convertirse en una herramienta clave a la hora de mejorar la vida de las personas, construyendo al mismo tiempo una sociedad mejor y más justa. En definitiva, convertirla en un mecanismo de integración social. Un proceso en el que la educación (y la formación e información accesible) es clave.
Hay algo imprescindible que la empresa debe asegurar para una experiencia que fidelice al cliente (usuario) y se coloque en las primeras líneas de éxito: tener una aplicación y/o un producto de calidad, sin fallos y fácil de usar. No puedes errar en ello, porque la competencia es muy rápida. Y para ello hay que analizar el desarrollo que asegure el validar todos los datos y escenarios, incluidas las leyes y normativa técnica de accesibilidad y usabilidad, para anticiparse. La reciente aprobación del RD 1112/2008 sobre accesibilidad de los sitios web y aplicaciones para dispositivos móviles del sector público, abre, además, un panorama de oportunidades y un escenario completamente nuevo. Al igual que la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, por la que se transponen al ordenamiento jurídico español las Directivas del Parlamento Europeo y del Consejo 2014/23/UE y 2014/24/UE, o los Reales Decretos de condiciones básicas de accesibilidad en todos los entornos, productos, espacios públicos o edificaciones.
Es inaceptable, de este modo, que la propia “Administración política” haga leyes para facilitar la vida y el acceso a los los servicios a los ciudadanos, y que en la práctica se olvida de garantizar el uso de sus propias leyes. Medidas que debieran servir de manera eficaz a la nueva “economía plateada”, sin ir más lejos. No tiene sentido que once años después de aprobarse la Ley 11/2007 de de acceso electrónico de los ciudadanos a los Servicios Públicos, que permite al ciudadano no presentar aquellos documentos que ya tiene la propia Administración, (lo que en esencia es simplicidad y usabilidad), se sigan pidiendo al realizar la mayoría de los trámites. Prácticas antagónicas a las que rigen la forma de operar del sector privado, que trata de aplicar técnicas eficaces al consumidor para fidelizar clientes; el último, el pago por móvil, las tarjetas de contac-less o la venta online bien hecha, con eficiencia en entregas y devoluciones. Para ganar dinero, está claro; pero es que la Administración también debe “ganar” dinero ahorrando y siendo eficaz, para reinvertir en más y mejores servicios. ¿Cuántos ciudadanos usan la compra online y cuántos la Administración electrónica?. ¿Cuánto gasta el sector privado en publicitar sus servicios, que recupera con ingresos, y cuánto la Administración en publicitar sus servicios electrónicos, con el ahorro que supondría que el ciudadano los conociera?. ¿Cuánto gasta en publicitar “logros ideológicos del gobierno de turno” y no servicios reales?.
Evidentemente, las nuevas economías, la nueva economía plateada, también necesita de un cambio profundo de nuestro sistema de gestión “política” público. O las nuevas necesidades de la población de la economía plateada crearán unos Estados económicamente insostenibles y tremendamente ineficientes.