Juan
Carlos Ramiro
CEO
de AISTE
Transformación
Digital, Transformación Digital Social y Transformación Tecnológica
Social
Cuando
introducimos el término “Social” en cualquier contexto,
entendemos que nos referimos a actuaciones que afectan a una
pluralidad indeterminada, pero masiva, de personas. Cuando vinculamos
el término a la Tecnología, según uno
de sus significados como adjetivo,
entenderiamos
“Social” por aquello “Que
repercute en beneficio de toda la sociedad o en algún grupo social”.
Y no
está de más recordar
que el beneficio social repercute directamente en
un
mayor beneficio económico para la empresa, industria y comercio,
como defiende AISTE
(Accesibilidad, Inteligencia Social y Tecnología).
Nos
encontramos en una etapa donde se habla en todos los ámbitos del
sector privado (industria, empresa y comercio) y del sector público
(Gobiernos y Administración) de la transformación digital y de las
formas y urgencia en acometerla. Podemos entender por
“transformación” digital” la introducción en todos los
procesos y servicios de ambos sectores, públicos y privados, de los
productos y recursos que pone a nuestra disposición la industria
tecnológica. Sin embargo, este proceso, tomado sin más, sólo
generaría un beneficio en la gestión de la eficiencia, y en todo
caso, en la ficticia reducción de costes. Pero es cuestionable su
peso en un incremento del bienestar social. La Transformación
Digital no es sólo llenar de "cacharros" el entorno.
Por
ello, debemos perseguir el completar el concepto “Transformación
Digital” con el adjetivo “Social” (según la sociología). Y
para que la transformación digital beneficie a toda la sociedad
(concepto amplio y preferible) o a grupos sociales amplios, la
introducción de la tecnología (bienes y productos) y sus recursos
(aplicaciones y servicios), debe realizarse tomando a la persona como
centro, y pensando en la persona como destinatario principal de la
transformación digital. Y si queremos una “Transformación Digital
Social” completa y en su concepto amplio, con beneficio directo en
cada actor de la sociedad, la gran mayoría de los bienes, productos
y servicios implementados en ella, deben, además, cumplir
necesariamente determinadas condiciones. Dos de ellas, innegociables,
la accesibilidad y usabilidad de toda la tecnología y recursos Tic
utilizados.
La
Transformación Digital no es un proceso de empresa, es un proceso
que afecta a toda la sociedad, y a todas las estructuras públicas y
privadas, la gestión y los servicios. Sin embargo, está de moda
hablar de transformación digital (aún cuando este concepto no es
nuevo, y tiene algunas décadas), pero vinculada esencialmente a la
empresa, y a los desarrollos que nos quiere vender la empresa.
Obviamente, esto no deja de ser un error, como tantos otros cuando
hablamos de la sociedad conectada. La empresa no deja de ser un
espacio más de los que constituyen un entorno mucho más global, una
sociedad, un país, un territorio o un continente; y en todos ellos,
la célula común e indispensable es la persona. Por ello, debiéramos
ir hacia un diseño más universal, y aprovechar la oportunidad que
nos ofrecen las cada vez más poderosas tecnologías, y empezar a
hablar de la Transformación Digital Social. Un espacio donde
confluyen las personas, en cohabitación con sus creaciones:
edificios, espacios comunes, empresas, industrias, servicios a
disposición del ciudadano (sociosanitarios, educacionales,
culturales, transportes…). Es el momento de transformar, si
queremos, la sociedad en su globalidad, y no cada “creación” en
su particularidad.
La
transformación digital es, en definitiva, la transformación de la
sociedad. Es el cambio de nuestro modo de vida, de nuestros hábitos,
de nuestras costumbres, de un nuevo sistema de trabajo y producción,
de nuestra forma de acceso y utilización de servicios públicos y
privados. Es la transformación de la educación, la sanidad, la
cultura o la comunicación. Todo ello basado en tecnologías
presentes o emergentes, que van posicionándose en nuestras vidas sin
darnos cuenta: IoT, cloud, realidad virtual, tecnologías en
movilidad, sistemas de desplazamiento autónomos (coches
inteligentes), desembarco de la robótica… tecnologías que sin los
criterios de accesibilidad y usabilidad dejarán a millones de
ciudadanos-usuarios-consumidores fuera del círculo, desplazándolo a
puntos alejados de la circunferencia que lo sustenta. Y las
consecuencias, desgraciadamente, serán desastrosas para la economía,
para el gasto público y para la sociedad.
Con
la transformación digital pasa lo mismo que con las Smart Cities o
Ciudades Inteligentes, corremos el mismo riesgo de tener que
retransformar lo transformado, en ambos casos con unos costes de
millones de euros. Si en conciencia existiera verdadera voluntad de
convertir la Transformación Digital en Social, los servicios
generados, públicos o privados, debieran desplegarse utilizando las
tecnologías más adecuadas a la pluralidad de capacidades de los
ciudadanos (y consumidores) que conforman la Sociedad. Servicios en
cualquier sector: sanidad, educación, transportes, Administración,
cultura, comunicación o infraestructuras, por citar algunos.
Sonia
Casado, directora general de Accenture Digital
en 2016,
manifestaba
que
"para
muchos directivos la transformación digital sigue siendo poner una
tienda online,
y basta".
La conclusión es evidente: en ningún momento se plantean la mayoría
de las empresas que su forma de trabajar en el mercado está
cambiando, y que el usuario-consumidor es distinto, y en pocos años
será esencialmente digital. Quizás entonces, se arrepientan de no
haber tenido la visión de anticiparse a la eclosión del ciudadano
digital
"universal",
despreciando el potencial de los millones de ciudadanos-consumidores
digitales con discapacidad o limitaciones por la edad, al tiempo que
verán
cómo las cuentas de resultados de sus empresas,
con el tiempo,
descenderán
dramáticamente.
En
AISTE, al igual que David
Alandete (director adjunto de El País
entonces)
manifestaba en 2016, creemos y defendemos que "La
transformación digital no es un problema, es una gran oportunidad".
Efectivamente, la oportunidad para las personas, la oportunidad de
diseñar una sociedad más igualitaria, la oportunidad de generar
consumo y riqueza sin excluir a nadie mediante soluciones
tecnológicas adecuadas a la diversidad funcional,
económica y sociodemográfica de
la población, tomando en consideración sus distintas capacidades
y realidades.
La tecnología se puede y se debe humanizar, para estar al servicio
de la persona. El usuario (como demandante o necesitado de
determinados bienes, productos y servicios), debe ser la guía, la
pieza clave y común para los medios tecnológicos que maneja la
empresa, la industria y la Administración. Para ello, los medios
tecnológicos ofrecidos al usuario deben ser accesibles y usables. Es
la oportunidad adecuada para aunar beneficio económico y beneficio
social.
“Educación.
Salud. Cultura. Política. Economía. Nada será lo mismo tras la
transformación digital. Nada lo es ya. Políticos, empresarios,
emprendedores, educadores, pensadores, gurús... Todos están
obligados a repensar la sociedad, los mercados que la alimentan y las
instituciones que las rigen con un cambio
de paradigma que marca el pulso del siglo XXI: la transformación
digital. Y todos están de acuerdo en que el gran cambio es que,
ahora, el centro de ese universo ya no son las empresas e
instituciones sino el ciudadano, o mejor, el espectador, el lector,
el cliente de banca o energía, el alumno. La revolución digital ha
dado todo el poder al usuario”.
Así empezaba el excelente artículo del el País Retina de mayo de
2016, bajo el título "El
usuario es el centro de la revolución digital".
Un proceso en donde el Big Data tiene un papel fundamental para
llegar a conocer lo que pide el usuario, o los bienes, productos y
servicios que necesita cada usuario en función de sus diferentes
capacidades. De hecho, Big Data debe convertirse en la herramienta
definitiva para compartir conocimiento, integrar conocimiento, y
difundir conocimiento, con el objetivo de socializar la tecnologías,
sus desarrollos y servicios.
Pero,
¿y si damos un paso más ambicioso conceptualmente, y hablamos de
Transformación Digital Tecnológica? Entonces nos centraríamos en
la industria y la empresa de servicios TICs exclusivamente, buscando
que la accesibilidad y usabilidad como negocio y beneficio social
naciera desde dentro del mismo proceso de fabricación. Entonces,
necesariamente, todo lo "vendible", todo lo que llegara al
mercado y al consumidor, ya incorporaría las soluciones a la
diversidad funcional de la población. Fuera para servicios públicos
(teóricamente obligados ya) o para el mercado privado. ¿Sería
posible trabajar en esta línea, y así olvidarnos de tantas leyes
inútiles en todos los sitios que supuestamente obligan a que todo
"sea adecuado"?. ¿Se dará cuenta el sector de las
TICs que la Transformación Tecnológica Social en sus productos,
servicios y entornos pueden ser su mayor nicho de oportunidades?.
Estamos
a tiempo: tenemos la mejor oportunidad de incorporar a la
Transformación Digital el adjetivo Social; es decir, perteneciente o
relativo a la sociedad. Y la sociedad está compuesta por todas y
cada una de las personas. No desaprovechemos esta oportunidad.
Beneficio Social, Beneficio Económico. Algo que defiendo firmemente
ahora en AISTE, y mantuve siempre
en el CENTAC, haciendo de ello el lema emblemático que definía su
filosofía.
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