Juan
Carlos Ramiro
La
Usabilidad de las Smart Cities: más allá de la accesibilidad
La
usabilidad es la característica que permite a todos aquellos
productos, servicios y entornos que se hallan presentes en la ciudad
su utilización sin ningún tipo de discriminación por los
ciudadanos. La usabilidad lleva intrínseca, lógicamente, la
accesibilidad en esos productos, servicios y entornos; pero va más
allá. Engloba también el cómo, donde y de qué manera deben estar
diseñados y construidos los espacios en la ciudad, para que puedan
ser utilizables por los ciudadanos. De nada sirve llenar la ciudad de
productos y servicios accesibles exclusivamente, si el acceso a ellos
es limitativo o imposible, y sus localizaciones carecen de soluciones
de continuidad entre ellas, al hallarse aisladas unas de otras.
Porque la misión de la Smart City debe ser perseguir una mejor
calidad de vida al ciudadano, en toda su diversidad, de forma
sostenible. Y no necesariamente con las últimas tecnologías
inteligentes, pero sí que tanto ellas como la interrelación de
todas funcionen bien. Sencillamente, es potenciar la autonomía y
posibilidades de sus ciudadanos.
Recomiendo
leer el artículo “El
peligro de las ciudades demasiado inteligentes y poco humanas”,
publicado en Planeta
Futuro
de El
País
en octubre de 2016. En él, se afirma que “después
de unos años en los que la perspectiva dominante ha sido la
tecnológica, han ido ganando protagonismo aquellos planteamientos
que ponen el foco en el ciudadano como epicentro”.
Retoma de esta forma la reflexión “¿Smart
cities o Smart Citizens?”.
En este mismo artículo Dan Hill, de forma completamente acertada y
lógica (algo no demasiado habitual a veces) afirma que "las
ciudades inteligentes serán aceptables en la medida que sigan un
enfoque de abajo a arriba, dirigido por los ciudadanos". También
mantiene que
“todo el debate alrededor de las smart
cities
aún no ha sido capaz de responder a algo tan sencillo como cuál
será el impacto que la adopción de las tecnologías por parte de
las ciudades tendrá en el día a día de las personas que viven en
ellas”.
El
gran, quizás el mayor, desafío al que se enfrentan las ciudades
para ser innovadoras es la necesidad de ser diseñadas para adaptarse
a los requerimientos de sus habitantes y visitantes, teniendo en
cuenta su diversidad, funcional y sociocultural. El foco de la
innovación en la Smart City debe centrarse en el ciudadano,
residente o visitante. Progresamos gracias a la innovación social.
Esto significa que toda actuación debe construirse pensando en las
necesidades de la persona, por y para la persona; y su objetivo
último, lograr su mayor bienestar conociendo sus necesidades. Todos
estas premisas están englobadas dentro del concepto Human
Centered Design. Con el fin de hacer que sus infraestructuras y
servicios públicos sean utilizables por todas las personas en
igualdad de condiciones, con mayor eficiencia e interactividad. Es,
en definitiva, el diseño centrado en el usuario; un diseño donde
todas las piezas encajan perfectas, por su diseño coherente a los
mismos principios sociales. Proporcionando de esta forma a la
ciudadanía un ecosistema capaz de dar respuesta a las necesidades de
sus habitantes. No es casualidad que el relativamente reciente
concepto de IoT esté empezando a estar obsoleto, y esté dejando
paso al concepto de IoE: “Internet of Everything”. Es
pasar del criterio tecnificado de la tecnología al criterio social.
Es pasar del concepto tradicional de accesibilidad del producto o
servicio en la Smart City, al concepto global de Usabilidad de la
Smart City, que integra de por sí la propia accesibilidad. Y para
conseguir esta Usabilidad, la propia ciudad podría convertirse en un
Living Lab vivo que permitiera probar nuevas tecnologías y
sistemas inteligentes.
El
el año 2014 Tel Aviv se llevó el premio a la mejor ciudad
inteligente, durante la cuarta edición del Smart City Expo World
Congress, por algo aparentemente “normal”, un despliegue masivo
de wifi en la ciudad. Su objetivo, decían, les permitió “articular
un modelo de interacción con los ciudadanos, el Digitel Resident
Club, que se basaba no solo en el debate sobre asuntos públicos sino
también en crear comunidad entre todos los vecinos y conseguir
involucrarlos”. Los socios que se registraron en esta
plataforma eran vendedores potenciales, y los ciudadanos clientes
potenciales: se convenció al sector privado bajo el concepto de win
to win para finaciarlo. Pero en
toda su exposición, en todo su planteamiento, no se mencionaba en
modo alguno la accesibilidad. ¿Pensarían, entonces, en involucrar a
todos los ciudadadanos, mayores, con discapacidad o limitaciones?.
¿Es esto suficiente?. ¿Basta con crear la gran autopista de la
información cruzando toda la ciudad, sin contemplar la accesibilidad
digital en su construcción y accesos?.
La
“ciudad” tiene que escuchar qué importa los ciudadanos, escuchar
permanentemente. Cuando escuchas creas valor para el ciudadano, y eso
crea participación. Lo dice Hila Oren (CEO de la Tel Aviv Global),
quien lleva años aconsejando que, “para crear estrategias de
ciudad inteligente, primero hay que crear ciudad. Recoger todo lo que
la ciudad puede ofrecer hoy para hacerla mejor y más grande, y así
crear valor para los ciudadanos. En segundo lugar, escuchar a los
vecinos. Una ciudad es verdaderamente inteligente cuando escucha para
saber qué les importa a sus conciudadanos y cómo se quieren
informar de ello”.
De
esta forma, también se accede al conocimiento de las condiciones de
accesibilidad que requieren los productos, servicios y entornos que
componen el ecosistema de la Smart City, y la forma de interconectar
todos ellos en forma de continuidad de utilización para lograr la
plena Usabilidad de la ciudad.
No
“escuchar” y aprender agrava la situación, de manera
preocupante, para colectivos de ciudadanos especialmente sensibles y
afectados por el diseño de las Smart Cities: mayores, personas con
discapacidad o limitaciones. Más aún en amplios territorios como el
europeo, donde el envejecimiento poblacional es ciertamente
preocupante. Y, por supuesto, para la propia economía, donde los
ciudadanos enmarcados dentro de la denominada Silver Economy
(mayores de 55 años) van a tener cada vez mayor peso en el
mercado.
¿Quién
tiene la experiencia de la ciudad?. Sin duda, el ciudadano. No el
profesional, por muy Honoris Causa o Doctor Emérito que sea. La
experiencia de usuario como ciudadano mayor o con
discapacidad, sólo la da la propia actividad del día a día, la
vivencia en su contacto con la ciudad, y con las limitaciones que la
ciudad nos presenta. El detalle de la necesidad, o requerimiento, de
nuestra interactuación con la ciudad sólo se entiende a partir de
la experiencia de quienes viven en ella. La diferencia, y la
importancia de hacer bien las cosas, muchas veces, está en el
detalle. Y esto sólo se aprende cuando se toma en cuenta la
experiencia del ciudadano con limitaciones en su día a día con la
ciudad. La eficiencia energética, la iluminación inteligente, el
tránsito de vehículos de manera fluída o edificios interconectados
entre todos sus componentes, serán totalmente ineficientes si no
tomamos en cuenta la diversidad del ciudadano.
Hoy
en día, y cada vez más, tenemos más y mejor tecnología, más
accesible y usable, desde tecnología de consumo, profesional o
industrial; pero ésta, tomada individual o aislada, no es garante
para hacer de una ciudad una ciudad inteligente, no segregadora. Los
modelos actuales de Smart Cities, centrados en mejorar la movilidad
en gran medida, no funcionan de manera óptima porque no se realizan
pensando en las personas.
Se
están diseñando las ciudades inteligentes en despachos, sin la
experiencia de usuario como ciudadano. Cada año, se organizan
múltiples congresos profesionales (no del Tercer Sector o
asociativos sociales) sobre Ciudades Inteligentes. Pero, ¿dónde
figura o en cual participa la experiencia del ciudadano con
limitaciones o del ciudadano mayor?. El conocimiento profesional de
un arquitecto, ingeniero, responsable público o comercial, por no
decir del político, es incompleto sin ese conocimiento de
experiencia de usuario; incompleto, y muy peligroso por su
implicaciones sociales, y muy costoso para una economía de gasto
público. Costoso, porque lo mal hecho o diseñado, siempre genera
ineficacia de los derechos, y para después garantizarlos es
necesario remodelar con mayor inversión, y productos adicionales, lo
ya puesto en servicio.
La
ciudad ya no es solo el espacio físico, es también el virtual. En
la Smart City desaparece la barrera física de interactuación
directa sobre el terreno, y se presenta la barrera virtual de
interactuación con el mundo digital, y los servicios públicos y
privados desarrollados sobre él. Es más, si no se tiene sumo
cuidado en el diseño físico y contextual de estos accesos, el
problema es mucho más grave en función de uno de los principales
riesgos de la sociedad de la información: el aislamiento social. En
el “mercado” tradicional la persona (como consumidor de
servicios) se mueve en un terreno real, físico, saturado de
“iguales” de los que puede recabar el apoyo que pueda necesitar
en un momento dado. En el “mercado” virtual, en cambio, la
relación y apoyo social desaparece en muchas de sus facetas, para
convertirse en una lucha individual y personal para participar en el
mismo como usuario. La ventaja de una adaptación de los entornos y
servicios de la Smart City a personas con discapacidad, mayores o
limitaciones, haciendo su acceso y utilización igualitario para
todos, aporta un beneficio muy por encima del coste. Es esta
adaptación, y adaptabilidad mediante soluciones de IA, en muchos
casos, la que permite la Usabilidad de la Smart City.
Así,
el diseño de cualquier nuevo proyecto bajo el concepto de la
denominada Smart City, debe tener presente la utilización,
aplicación y adecuación de los conocimientos científicos, técnicos
y sociodemográficos presentes, por cuanto no se puede hablar ya de
futuro: al ritmo que avanza la tecnología, apenas existe el futuro
y sí el presente continuo inmediato. Cualquier error en la
planificación y desarrollo de los servicios tecnológicos en las
“nuevas ciudades”, ya sea en su vertiente física o de
contenidos, conlleva un grave riesgo de exclusión de colectivos
sociales.
Los
medios que posee hoy la humanidad a través de las denominadas Nuevas
Tecnologías, focalizada principalmente en los países desarrollados,
debieran posibilitar definitivamente la mayor revolución en nuestra
historia enfocando todo su potencial hacia el acceso universal y
utilización en igualdad de condiciones. Proporcionando los medios
adecuados para acceder a los productos, servicios y entornos en cada
lugar de estos nuevos escenarios urbanos que se están creando a
ritmo vertiginoso. Poniendo de esta forma los medios para el
desarrollo de la ciudad inteligente y progresivamente incrementar
exponencialmente el bienestar social, el beneficio económico del
sector privado, y la eficiencia y eficacia de los servicios públicos.
La tan loada sociedad informacional basada en las Nuevas Tecnologías,
dista mucho de ser actualmente así. Sin embargo, con los medios y
estrategias adecuadas, sí podría serlo. Medios, para sólo
incorporar productos y servicios digitales accesibles. Estrategias,
para englobar todos ellos en un diseño de entorno que permita el uso
y acceso contínuo, sin lagunas entre ellos. Es decir, creando la
Usabilidad de la Smart City. Algo muy presente en los Espacios
Integrados Inteligentes
de AISTE,
por ejemplo.
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