¿Estamos
preparados para absorber el conocimiento (no la información) de la
avalancha de tecnologías que están llegando: robótica, visión 3D,
impresión 3 D, coches inteligentes, wearables, televisores
inteligentes, NFC, beacons, realidad virtual,…?. El leer sobre
ellas no es conocerlas; conocerlas es, además, saber usarlas y
“exprimirlas”. Algo parecido a lo que antes escuchábamos de,
cuando nos hablaban de un buen profesional, “conoce su oficio”;
pero es que, hoy día, cada uno de nosotros tenemos un “oficio”
común: usuarios de las tecnologías de consumo, comerciales, de uso
común, y el conocerlas adecuadamente tiene una influencia mucho
mayor de lo que nos damos cuenta en nuestra vida diaria. Y cada vez
mayor, si pensamos que toda esta tecnología de “uso común” va a
quedar englobada dentro del nuevo macroconcepto tecnológico
denominado “Internet de las Cosas”. ¿Seremos capaces de llegar a
conocer (no sólo a “saber de” o informarnos de ellas), al menos
la mitad de la tecnología que nos va a envolver en nuestro entorno,
o seremos meros observadores de nuestro alrededor tecnológico?.
¿Podría darse el caso que todos los aparatos a nuestro alrededor
fueran más “activos intelectualmente” que nosotros, por ser
capaces de cada vez más tomar decisiones por nosotros?. El “no
conocimiento” (que no información) de la tecnología, puede ser
bastante peligroso. Estas tecnologías emergentes “socialmente”
acumulan cada vez mayor potencial, e impacto sobre la persona y
social, por lo que el riesgo de este “no conocimiento” también
acrecienta las posibles consecuencias.
La
propia industria empieza a ser consciente de ello, y a lanzar algunos
avisos. Es el caso de lo que puede ocurrir con el desembarco masivo
de la Realidad Virtual en pocos meses. “Es
un medio muy poderoso, hemos de tener mucho cuidado para asegurarnos
de que la gente tiene la experiencia adecuada con él",
ha explicado en una entrevista con Efe durante la feria E3 de Los
Ángeles, este 2015, el consejero delegado de Sony Computer
Entertainment, Andrew
House.
Manifestaba el directivo que las tecnologías de visualización y
procesamiento han llegado a un punto en el que permiten crear una
"sensación de presencia" transformadora
capaz
de hacer creer a la mente que se encuentra en un ambiente diferente
al real. No hace falta ser muy experto para detectar las
posibilidades sociales positivas de esta tecnología en campos como
la educación, la cultura, la arquitectura o la rehabilitación, por
ejemplo; pero tampoco hace falta ser experto para darnos cuenta de
que una entrada en tromba de aplicaciones, elementos audiovisuales o
juegos sin control, sin un conocimiento adecuado por parte del
usuario de esta tecnología, podría llegar a generar reacciones
sociales, y alteraciones psicológicas en el usuario, impredecibles.
El “conocer” una aplicación o un juego, no significa conocer,
sin comillas, la tecnología que la soporta, y su influencia en la
persona. Cuando se prueba esta tecnología inmersiva, se puede
entender lo comentado anteriormente.
El
Internet of Everything (Internet de las cosas) o las conexiones entre
personas, procesos, datos y objetos combinan distintas tendencias
tecnológicas incluyendo vídeo, movilidad, Cloud, Big Data y
comunicaciones máquina-a-máquina (M2M). El IoE formará parte del
mundo físico (hogares, carreteras,
supermercados, dispositivos biomédicos e incluso animales y
personas) mediante sensores que generarán Terabytes (una barbaridad
de datos, hablando en lenguaje común y no profesional) de
información en la nueva economía de las aplicaciones. La estimación
es que en 2022, las conexiones M2M podrían representar el 45% del
total, mientras las conexiones persona-a-máquina (P2M) y
persona-a-persona (P2P) supondrán el 55% restante. Resulta evidente
que, en este conglomerado de tecnologías y conexiones, cada
ciudadano va estar inmerso en un nuevo universo vigilado, de
mensajes, de nuevas formas de comunicación, de acciones automáticas
y semiautomáticas que van a realizar objetos conectados en nuestro
entorno, de un nuevo sistema de comercio sin dinero, de “pasos
francos” en lugares públicos
controlados por procesos biométricos…Nos encontramos con dos
problemas, problemas muy serios.
El
“no conocimiento” por el ciudadano de las tecnologías que le van
a rodear, (insisto, el estar informados de ellas no es conocerlas),
le pueden dejar en situaciones aparentemente más cómodas, pero
también más vulnerable. Hoy en día, que estamos casi en los
albores de lo que viene, todo el mundo sabe y usa las redes sociales,
el whatshap, la televisión digital o una tableta… ¿pero la
conoce? ¿sabe los riesgos del Facebook o del whatshap? ¿”Conoce”
como personalizarlo, controlarlo y usarlo de verdad?. Para evitar sus
riesgos, y para ponerlo de verdad a su servicio. El segundo gran
riesgo, que acrecienta el primero para un porcentaje significativo de
la población, personas mayores y con capacidades diversas, es que
nos olvidemos de la accesibilidad, y sobre todo de la usabilidad en
la implementación de todos los servicios que va a generar esta nueva
era tecnológica. De nada va a servir que tengamos tecnología
accesible, y nos olvidemos de la usabilidad en el diseño de procesos
y servicios. Esto, lamentablemente, se va a ver muy pronto en las
nuevas “ciudades inteligentes” o “smart cities”. Tampoco va a
servir que tengamos tecnología accesible, y la información generada
en medios digitales, redes, transmitidas a través de mensajería o
beacons, o el comercio electrónico, sea inaccesible.
La
tecnología por sí sola no sirve para nada, su potencial aparece
cuando se la conoce y cuando la conocemos, y esto incluye sus
contenidos. Información no es conocimiento. “Conocerla”
significa, entre otras cosas, aprovechar sus capacidades para poder
ser usada en toda su plenitud por las personas y sus diversas
capacidades. Es necesario generar conocimiento acerca de la
tecnología de uso común. Cuando compramos un teléfono inteligente
o smartphone, es muy habitual que venga acompañado de una miniguía
donde pone cómo encenderlo, algo sobre la batería, cómo cargarlo,
y tres cosas más. El resto para el manual, que ya suele estar en la
nube y hay que descargarlo. La mayoría de los usuarios ni dan ese
paso, y se quedan en instalar las cuatro aplicaciones comunes. Total,
se quedan sin saber que su teléfono inteligente se puede configurar
para usar con gestos muy sencillos, por la voz, cada vez más por
mirada o detección facial, capturar una pantalla sólo pasando la
mano por encima, o cambiar los tipos de letra… Si el fabricante
incluyera en su miniguía estas “opciones mágicas” para casi
todos los usuarios, estoy completamente convencido que añadiría un
valor social inapreciable a su producto, valor del que ya dispone
pero es desconocido, reforzando su imagen y atrayendo clientes.
Cuántas personas mayores, con graves limitaciones de movilidad, o
intelectual, utilizarían mucho más la tecnología de uso común. ¿A
nadie se le ha ocurrido incluir un archivo sonoro con estas
“capacidades mágicas” de las tecnologías comerciales?. Más
sencillo, imposible. Aprovéchese el fabricante y comercializador de
la cada vez más comodidad congénita del ciudadano digital.
Juan
Pablo Lázaro, Presidente de CEIM CEOE Madrid, manifestaba en una
mesa redonda, en el último Fujitsu World Tou en Madrid: “Decimos
que estamos en la era de la sociedad de la información y del
conocimiento, pero creo sólo estamos en la etapa de la información,
aún no hemos llegado a la del conocimiento”. O quizás,
simplemente, y referido a las tecnologías, sus novedades y
crecimiento acelerado, el exceso de información sobre ellas nos
impide conocerlas. “Llenar el cerebro de información
superflua puede ser tan malo como no ejercitarlo”. Quien lo
dice también sabe algo de esto. Es el neurólogo John Medina
(Seattle Pacific University, EE.UU), que advierte que “muchos
problemas de memoria (y de conocimiento, añado yo) no están
causados por el deterioro de las neuronas, sino por las dificultades
del cerebro para bloquear el exceso de datos”.
Lo
verdaderamente importante es que los ciudadanos usen (manejen) las
tecnologías, no que las tecnologías usen (manejen) al ciudadano. Y
para ello el conocimiento (no información de la tecnología), sus
usos y riesgos, es esencial. Las Tic’s están eliminando cualidades
esenciales del ser humano, como pensar, investigar, descubrir y
solucionar. Y, por supuesto, leer, desgraciadamente, salvo los
“titulares” de twiter. Ni tan siquiera las instrucciones de los
cacharros Tic’s, para evitar estar precisamente a su merced y ser
nosotros quienes las usemos de manera consciente. En cierta medida,
nos estamos convirtiendo en “mentes dominadas”.
Lo
importante de la tecnología no es la tecnología en sí, sino el
conocimiento de ella (no la “información de” o “el
saber de”), cómo usarla y “saber” para qué sirve. Que la
persona “común”, es decir, fuera del ámbito profesional o
científico, aprenda a utilizarla de forma que le facilite,
simplifique y ayude en su vida diaria. Los fabricantes y
comercializadores de las TIC debieran empezar a darse cuenta que
generar conocimiento acerca del potencial y uso de sus cacharros, lo
que atrae, visto desde el lado egoísta o “capitalista”,
es clientes y consumidores. Al igual que los proveedores de
servicios, que debieran convertirse casi en verdaderos expertos del
uso de las TIC comerciales, cada uno en su sector, para enseñar al
usuario-cliente, con independencia de sus capacidades, a usarlas
para, en definitiva, que les pidan más servicios. Todo esto
involucraría, además, a los sectores profesionales y comerciales,
en la presión para perseguir una mejora cada vez mayor en la
accesibilidad y usabilidad de la propia tecnología, dándose cuenta,
al interactuar como “enseñante” directamente con el
cliente, de su necesidad.
Añadiría que lo interesante de la tecnología -es también, lo que hace para que el ser humano tenga una mejor vida. Con tecnología cambiamos nuestra forma de vivir, pero alguna tecnología más bien nos condiciona, o el "abuso" de la misma actua negativamente en la experiencia de vivir. Una nueva oportunidad: aprender a encausar la marea de datos.
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