Nos
proponemos un verdadero reto, hacer ciudades inteligentes accesibles, cuando
todavía no hemos hecho accesibles el uso de las tecnologías y sus servicios, y
cuando aún hoy en día el ciudadano con gran discapacidad y muchos mayores no
dispone de soluciones y recursos tecnológicos accesibles en la educación o para
cursar sus estudios universitarios, o para desempeñar su actividad laboral
adaptando el puesto, o para disfrutar del cine, teatro o televisión por carecer
de subtitulado o audiodescripción, o para relacionarse con los servicios
públicos y sus profesionales… Cabe preguntarse si los diseños de Ciudades
Inteligentes van a solucionar estos problemas de igualdad y de derechos, o
simplemente a quedar perdidos bajo los parámetros macro del diseño inteligente. Sería un grave error, difícilmente
salvable después, pues generaría serios problemas de discriminación e igualdad.
Junto a los tan nombrados fines de sostenibilidad energética, sostenibilidad
económica o sostenibilidad medioambiental, entre otros, debe ser irrenunciable
incorporar en primer lugar la sostenibilidad social que englobe a todos los
demás. Y esta última sólo es posible mediante la accesibilidad y usabilidad de
los diseños, procesos, bienes, productos y servicios utilizados en la construcción de la Ciudad Inteligente.
Cualquier error en no contemplar estos criterios de accesibilidad y usabilidad
en cualquiera de los otros fines, podría tener consecuencias sociales y a
futuro desastrosas.
Dicho
esto, merece la pena además hacer un reflexión. ¿Es el momento de volcar todo
nuestro esfuerzo inversor y personal en las Ciudades Inteligentes, o primero
debemos preparar nuestras ciudades para ser lo suficiente inteligentes para
poder ser disfrutadas por todos los ciudadanos?. En este sentido puede resultar
esclarecedor el “Estudio de viabilidad del Hogar Digital en vivienda rehabilitada”, publicado
por AMETIC en 2011. Los edificios inteligentes no pueden concebirse, como
afirma el estudio, sin la “transformación de los hogares convencionales ya
construidos en Hogares Digitales”, convirtiéndose de este modo el Hogar Digital
en el elemento clave para la realización de los mencionados edificios
inteligentes. Desde esta perspectiva, hogar digital y edificio inteligente, se
vuelven la pieza clave para el acceso de sus habitantes a los servicios
proporcionados por las ciudades inteligentes (Smart Cities). La
prioridad del esfuerzo inversor debiera establecerse, de esta forma, en
garantizar primero hogares digitales accesibles, edificios, y posteriormente
entornos “macro (ciudades)”.
Afirma el estudio que “el desarrollo de la edificación
en una sociedad avanzada debe contemplar infraestructuras y soluciones
tecnológicas que garanticen la accesibilidad universal para todos los
colectivos que lo requieran, cumpliendo con la legislación vigente, adaptando
las viviendas a las necesidades de las personas con discapacidad o personas
mayores”. Surgiría así el concepto de ciudad inteligente, o Smart City,
como aquella ciudad construida sobre una "inteligente" (y previa) combinación
de dotaciones y actividades libres, independientes y conscientes de los
ciudadanos. El Hogar Digital se constituye como la “célula básica” de la Smart City, debido
a que, siendo un hogar inteligente, confluyen en él los diferentes servicios,
tecnologías e infraestructuras que debiera ofrecer ésta.
Da
la impresión de que se puede correr el riesgo de centrarnos en desarrollos
urbanos macro, y olvidar que la
principal premisa de una ciudad, antes de llamarse inteligente, debe ser
prepararla para que todos los ciudadanos puedan disfrutarla, participar de
ella, generar autonomía en la movilidad
eliminando las barreras preexistentes, y tener presente que el bienestar
ciudadano debe partir desde el interior de su propio hogar hacia afuera. Sigue
habiendo miles de personas literalmente encerradas en sus casas, porque apenas
pueden salir a la calle por la inaccesibilidad de sus propios portales, o de
los espacios comunes de su comunidad. Quizás antes de meternos en inversiones
costosísimas tecnológicas para entornos urbanos mayores, debiéramos volcar
mayor esfuerzo en incorporar soluciones tecnológicas accesibles, que las hay, y
de bajo coste, en generar autonomía a los ciudadanos en sus entornos más cercanos,
entre los que se incluye el propio domicilio con soluciones domóticas
accesibles y usables. Esta inversión también genera ahorro para un Estado y una
sociedad, y revierte en forma de dinamizador económico y social incorporando
activamente a miles de ciudadanos a una vida de partícipes activos y
relacionados con su entorno, y entre ellos el comercio.
Preocupantemente,
en los Congresos o Jornadas a los que he asistido durante los últimos meses
relacionados con las denominadas Ciudades Inteligentes, que han sido bastantes,y
donde muchos de cuyos participantes son expertos y parte activa en el diseño y
planificación de este concepto de ciudad, ninguna de las exposiciones ha tenido
formato accesible (salvo las del CENTAC), lo que me produce de nuevo una gran
preocupación, y no pocas preguntas. ¿Acaso nadie piensa que en la sala o salón
de actos puede haber ciudadanos sordos o con discapacidad auditiva, para
quienes el subtitulado es imprescindible? ¿Las ciudades inteligentes se
empiezan a diseñar ignorando las necesidades de accesibilidad de muchos
ciudadanos, en el acceso a la información y a la interactuación con el entorno?
O quizá, lo más preocupante, ¿Quienes empiezan a diseñar, planificar, construir
e invertir dinero, mucho de él público, desconocen o ignoran las necesidades de
accesibilidad de una parte nada despreciable de población? Si yo fuera una
persona sorda o con discapacidad auditiva (afortunadamente sólo soy usuario de
silla de ruedas), no me hubiera enterado de nada sobre cómo planifican y
diseñan “mi futura ciudad inteligente”.
Resulta
paradójico centrarnos monotemáticamente en las Ciudades Inteligentes, cuando
aún no hemos conseguido hacer accesibles servicios esenciales para el bienestar
de muchos ciudadanos con discapacidad o mayores. Curiosamente, los diferentes
modelos de nueva Ciudad se publicitan pensando en la persona, y una vez
analizado cada modelo no es difícil concluir que existe un desconocimiento
enorme de, por un lado, la heterogeneidad de las poblaciones actuales en cuanto
a sus limitaciones funcionales, y de cómo la tecnología adecuada (accesible) es
esencial hoy día para igualar derechos en todos lo ámbitos, laborales, sanidad,
educativo, de ocio o comunicativo.
Resulta
igualmente paradójico cómo el desconocimiento de las limitaciones o
discapacidad de miles de ciudadanos, es equiparable al desconocimiento del
potencial y funcionalidades que cada vez en mayor medida va incorporando la
tecnología de consumo, o comercial, a disposición de los ciudadanos. Este doble
desconocimiento genera grandes costes a la Administración, y
una pérdida de potencial humano y social enorme para un país. Un análisis
detallado y profundo de las capacidades que nos ofrece hoy día, (y sin ignorar
que deben mejor y avanzar) la tecnología comercial, nos daría muchas sorpresas.
La incorporación, por ejemplo, de los asistentes virtuales y hablados en
lenguaje natural a todas las plataformas de teléfonos inteligentes, nos abre
campos apasionantes de relación e interactuación con nuestro entorno, con soluciones
adaptativas cada vez más a las necesidades de la persona. Asistentes como
Google Now, Sherpa, Siri y demás incorporan al menos dos modos de
interactuación, escrito y hablado, que pueden ser utilizados para la relación
de los ciudadanos con las Administraciones Públicas y sus servicios, por
ejemplo, y sin embargo siguen siendo grandemente desconocidas por el usuario en
general. Del mismo modo podríamos hablar de las posibilidades que incluyen o
van incluyendo de serie las tecnologías en movilidad, como el GPS, NFC o Realidad Aumentada.
Actualmente,
tampoco disponemos de un marco legal adecuado, ágil y efectivo, que garantice
el derecho del ciudadano con discapacidad a acceder en igualdad de condiciones
al uso de los bienes y servicios a disposición del público, entre los que se
encuentran prácticamente todos los enmarcados en los procesos de ciudad
inteligente. Es decir, y con ejemplos sencillos, si a un ciudadano ciego le
llenan su calle de semáforos no accesibles, o de servicios interactivos no
accesibles, puede denunciarlo (a eso sí tiene derecho), pero pasarán
probablemente años y muchos recursos administrativos (en nuestro estado de
derecho) antes de solucionar el problema. Mientras tanto, vivirá cada día sin
saber si será su último día al cruzar la calle, para disfrutar de la Ciudad Inteligente.
Y este ejemplo alarmista puede ocurrir, si no establecemos de manera tajante la
obligatoriedad de utilizar recursos y soluciones tecnológicas accesibles. Ante
esto, sólo cabe seguir trabajando con la industria y el sector empresarial, ver
los beneficios de utilizar tecnologías accesibles y cómo generar negocio con
ellas; y paralelamente, creando obligaciones por parte de las Administraciones
Públicas en las adquisiciones de bienes, productos y servicios a través de la
contratación pública, exigiendo criterios de accesibilidad y usabilidad,
siguiendo el ejemplo del Acta 508 de EEUU que protege los derechos de la
población con discapacidad.
Probablemente,
si le preguntamos al ciudadano con discapacidad, mayor o sus familias de apoyo
qué prefieren, nos digan que, antes que de la nebulosa Ciudad Inteligente, prefieren
poder disfrutar de recursos más cercanos accesibles, que incidan más
directamente en su bienestar perceptible y ejercer sus derechos en igualdad de condiciones:
autonomía y movilidad para salir de su casa y portal, tener un hogar domotizado
accesible que facilite su estancia, llegar a su Universidad o instituto y tener
materiales adaptados, ir al cine o ver la televisión y enterarse, tener toda la
información de la ciudad (pública y privada) en formato accesible en las redes,
gestionar mis servicios sanitarios o rehabilitadores con TIC’s remotas, o usar
una e-Administración accesible en múltiples gestiones que me permitan mayor
autonomía personal y familiar gestionando mi tiempo…
No
quiero que la tecnología interactúe conmigo, quiero yo también poder interactuar
con las tecnologías y servicios ciudadanos usando tecnologías que van a
incorporar las Ciudades Inteligentes. La Ciudad Inteligente
es necesaria, sí, por supuesto, y sin duda hay que trabajar en ella desde el
principio para hacerla de uso universal para todos los ciudadanos en su
disfrute, bajo el prisma de los criterios de accesibilidad. Pero hoy por hoy es
un bienestar diferido, y no podemos olvidar que la persona con gran
discapacidad o mayores necesitan un bienestar más presente, más rápido e
inmediato. Y en ello juegan un papel esencial las TIC’s accesibles y usables
para hoy.
NO PUEDO ESTAR MAS QUE DE ACUERDO CON LO QUE ESPONES: http://e-volucion.elnortedecastilla.es/actualidad-digital/un-entorno-no-accesible-no-es-inteligente-17042013.html
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