Mantenía Daniel Carreño, presidente
de la multinacional en España General Electric y de Fenin, la patronal de
tecnología sanitaria, la importancia de la innovación en el sistema sanitario
en asuntos como la medicina remota. Remarcaba que la eficiencia debía venir
principalmente por la innovación, y no necesariamente a través de la inversión
sino más bien a través de la gestión de las tecnologías y sus procesos.
Gran parte de las soluciones para lograr una accesibilidad tecnológica puede llegar trabajando la innovación, y esta innovación puede venir por el uso que damos a las TIC’s que tenemos entre manos. “La innovación crea riqueza”, defiende Daniel Calvo, quien junto a Juan Cartagena, dos jóvenes ingenieros y emprendedores españoles, han creado Tecdas. Consiste en desarrollar interfaces naturales basadas en la tecnología de Microsoft Kinect para permitir a los médicos acceder en tiempo real durante las operaciones a la información médica, las imágenes del paciente y desarrollar distintas operaciones sobre ellas". Permite controlar los equipos del quirófano con los gestos de las manos, evitando infecciones. Innovación sobre inversión ya desarrollada, es decir, innovación sobre tecnología ya presente, la Kinect. Esta afirmación la hace Daniel Calvo desde Tel Aviv, donde ha participado en el Congreso de cerebros “Star Up Nation”. Sin duda, métodos similares son completamente implementables para conseguir una mayor accesibilidad y acceso a la información y los servicios, en tiempo real, para mucha población con discapacidad o limitaciones sensoriales e intelectuales.
Es sintomático que aquellos expertos
que ven un poquito más allá, coincidan en una afirmación taxativa: la
innovación genera riqueza. Y bien es
sabido, que la riqueza se genera reduciendo costes sobre la investigación no
necesaria e incrementando servicios sobre los gastos ya realizados en
innovaciones ya reales. La innovación sobre la inversión realizada en
tecnología es esencial para convertirse en tecnología social. O dicho de otro
modo, la innovación de las ideas aprovechando los productos diseñados a través
del gasto proveniente de la investigación y desarrollo.
La verdadera innovación pasa por
dotar de contenidos y servicios accesibles, usables y útiles a las herramientas tecnológicas que
vamos teniendo a nuestra disposición día a día. Tomando la accesibilidad en sus
dos vertientes: material y económica. El campo tecnológico se ha convertido en
un verdadero tablero de ajedrez, donde cada pieza tiene unas capacidades y
funciones, desde el más simple peón a la reina, siendo cada una de ellas
importante y donde sabiéndolas conjugar y jugar con ellas, podríamos ganar
prácticamente cualquier partida en torno a la autonomía y bienestar de la
persona.
De hecho, innovaciones
verdaderamente revolucionarias y eficaces se están realizando sobre soportes
físicos ya creados (smartphones, tabletas o tv-smarttvs) y plataformas ya
existentes (google, android, Windows, RIM, IOS…). Antes de crear (sin dejar de
crear, por supuesto) es prioritario innovar conocimientos y servicios con
nuestras piezas de ajedrez. La experiencia reciente puesta en práctica en dos
Institutos de Madrid, de sustituir los libros de texto por tabletas donde se
incorporan los mismos y todos los materiales de trabajo, supone un ejemplo
claro de innovación en el uso sobre inversión ya realizada. Resultan evidentes
las ventajas de llevar el conocimiento de un curso en un aparato de apenas 600 gramos, y cuyo
contenido puede ser personalizable, al igual que la interfaz, a las
características del alumno. Entre ellas, la posibilidad de adaptabilidad a las
limitaciones de alumnos con necesidades especiales, sean motoras, sensoriales o
intelectuales. Y por añadidura, la facilidad de transmisión de información y
comunicación en tiempo real entre alumnos y profesores, el abaratamiento de los
costes y gastos familiares, la rapidez en actualizaciones, y el reciclaje
“temporal”: una tableta podría dar uso durante varios años a incontables
alumnos, o acompañar al mismo durante varios cursos.
La competencia tecnológica y
mercantil, y no necesariamente pensada con matices sociales, está incorporando
a la tecnología de consumo posibilidades de accesibilidad, usabilidad y
utilización que despreciamos inconscientemente. Prácticamente todos los
smartphones que salen al mercado hoy día incorporan cámaras de al menos 8 mx. Las
tabletas incorporan de serie cámaras de suficiente resolución. Sin embargo,
todo el mundo aprende rápidamente a utilizar su lado lúdico, hacer fotos, y
pocos usuarios descubren su potencial para la comunicación a través de
servicios de video o videoconferencia, tremendamente necesarias para personas
con discapacidad sensorial, o con nuestros mayores.
La tecnología actual viene a ser como nuestro cerebro. Si
utilizando nuestra capacidad mental tan sólo al 10 o 15 % de nuestro potencial
somos capaces de hacer lo que hacemos, incluso guerras demenciales, con tan
sólo el 10 o 15% de las pasibilidades que nos ofrece hoy ya la tecnología
actual, el mundo sería mucho mejor
social y humanamente. Así lo demuestran
un grupo de investigadores de la Universidad de Granada, que han desarrollado una
aplicación para dispositivos móviles para mejorar competencias básicas como
matemáticas, lenguaje, conocimiento del entorno, autonomía y habilidades
sociales de niños con trastorno de espectro autista y con síndrome de Down.
Picaa, que así se llama la aplicación, gratuita, está pensada para utilizar en
dispositivos electrónicos móviles. Multiidioma, su gratuidad ha permitido su
rápida difusión, y el beneficio social y ahorro económico es fácilmente
constatable.
Es en esencia lo que está ocurriendo
con el masivo desembarco de APPs para dispositivos móviles. Se está innovando
aprovechando la inversión en investigación y fabricación de productos que se
comercializan. La creación de aplicaciones en movilidad dirigidas a la gestión
de servicios y utilidades, gran parte creadas buscando aprovechar el auge del
comercio y la publicidad electrónica. Aplicaciones pensadas “para llevar en el
bolsillo”, en nuestro teléfono inteligente o tableta. La web estática e
inamovible de nuestro PC o portátil pasa a ocupar el espacio compartido de
nuestro aparato de apenas unos centímetros de ancho y alto.
La aplicación personalizada a través
de las APPs puede dotarnos de una enorme cantidad de recursos para generarnos
autonomía, seguridad personal y gestión del tiempo, especialmente para personas
con alguna discapacidad o limitaciones: en nuestro compañero móvil, smartphone
o tableta, podríamos llevar un catálogo de utilidades de forma que tengamos
siempre a mano nuestra gestión domótica de la casa, nuestra aplicación sobre
información de nuestro entorno y recursos, nuestra comunicación tele o
videotelefónica con una sola pulsación táctil con nuestros contactos
principales, o la localización de lugares accesibles. En esta línea se ha
diseñado la APP
Accesibility: una aplicación para movilidad que busca los
puntos accesibles de las ciudades, tanto físicos como de servicios. Utilizando
geolocalización realidad aumentada, la aplicación orienta al usuario sobre
ubicación e itinerario. Pero aún muy por encima de las utilidades que van
apareciendo, sin duda la comunicación en movilidad y con telefonía móvil, ha
supuesto un salto cualitativo incalculable en la vida diaria de las personas
con discapacidad. Así lo expresaba el diputado Francisco Vañó en el III
Congreso Nacional CENTAC,
sobre lo que ha significado para personas usuarias de silla de ruedas al ir
conduciendo en su vehículo: seguridad y autonomía. O para las personas sordas o
con discapacidad auditiva, al aparecer los SMS y ahora messengers.
Afortunadamente, incluso la propia accesibilidad o
usabilidad física de los distintos aparatos (TV, ordenadores, e incluso tablets
y smartphones), va encontrando soluciones a su “inaccesibilidad de uso” innovando en su manejo, buscando éste por
vía inalámbrica o sin contacto. Es cierto que la industria fabricante va
buscando la sencillez en el uso y eficacia y rapidez en el mismo, por motivos
distintos a la eliminación de barreras, pero la consecuencia es que éstas van
siendo menos. Cada vez es más habitual leer en los análisis de productos que
realizan las revistas especializadas del entorno tecnológico, publicaciones de
consumo dirigidas al público general, aspectos que tocan la usabilidad. Así, no
es raro encontrar comentarios en estos análisis, del tipo “…sin embargo, el puerto USB resulta incómodo para acceder…”, o “el
conector para el cargador está mal situado y resulta difícil…”.
Evidentemente, estas apreciaciones no se ha ido realizando pensando en las
circunstancias de personas con discapacidad y limitaciones en su destreza
funcional, pero sí denota claramente una tendencia positiva en la búsqueda de
una cada vez mayor simplificación y facilidad de uso de los productos. La
desaparición de cualquier tipo de conexión significará el final de una gran
pesadilla para todos aquellos que tenemos dificultades funcionales de destreza.
Y ese momento llegará pronto. Aún cuando todavía se encuentran en fase
desarrollo, podemos vislumbrar soluciones muy esperanzadoras para disminuir las
barreras físicas tecnológicas, como pueden ser las “gafas inteligentes e interactivas” de Sony o el “Project Glass” de
Google. O el proyecto Dígitos, desarrollado
por la Universidad
de Newcastle y científicos de Microsoft, consistente en un sensor colocado en
la muñeca capaz de controlar cualquier dispositivo electrónico con mínimos
movimiento de muñeca. “El fin del mando a distancia”, como
titulaba el artículo el ABC, quizás sea también el principio del fin de una
gran barrera en el uso de muchos aparatos por personas con movilidad reducida.
Lo que ocurre con la tecnología me
recuerda muchas veces lo que ocurre con la legislación. Tremendamente abundante
y prolífica, en constante crecimiento, y enormemente desconocida. La
legislación (los derechos) y la tecnología, áreas que ambas inciden
directamente en el bienestar de la persona, tienen muchas connotaciones
comunes. En ambos casos no debemos ser expertos en su producción, diseño o
funcionamiento, pero sí debemos conocerlos, saber que existen, y cómo hacer uso
de ellos. Ante cualquier situación que afecte a nuestros derechos, no tenemos
que ser abogados, pero sí conocer que ese derecho existe, y cómo recurrir a un
profesional que “nos lo gestione”. Para poder manejar gran parte de nuestro
hogar (calefacción, luz, instalaciones domóticas…), acceder a contenidos y
servicios digitales, diseñar nuestros viajes o conseguir un certificado
oficial, no necesitamos ser ingenieros. Pero sí saber que tenemos recursos
tecnológicos para hacerlo, conocer
cuáles son, cómo se usan y qué podemos hacer con ellos. No obstante, existe una
importante diferencia entre los dos ámbitos: el derecho escrito no admite
innovación, las tecnologías y su uso sí.
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