El mundo tecnológico evoluciona y la discapacidad tiene que evolucionar con la tecnología del mundo. Es la única y más práctica solución: ante las innovaciones, hay que colaborar, no bombardear. La industria tecnológica resulta la más rápida e innovadora, precisamente por adaptarse a los cambios y hábitos sociales que ella misma produce, y que obliga, de manera recíproca y meticulosa, a adaptarse igualmente a los ciudadanos-consumidores a sus estudiados lanzamientos. Resulta un tanto necio pensar que la tecnología va a adaptarse a la discapacidad y las personas con limitaciones, cuando tampoco lo hace al ciudadano “común”; es la propia industria tecnológica la que obliga al ciudadano a adaptarse a sus reglas, al igual que hacen el poder económico y el mercado obligando a adaptarse y doblegando a los poderes públicos y los gobiernos. Duro, pero es así. Y ante circunstancias tan evidentes, aquellos que luchamos por un mundo (en este caso tecnológico) mejor, quizás nos planteamos que o cambiamos el paradigma de nuestros conceptos y estrategias hacia la accesibilidad, o my poco avanzaremos.
O colaboramos con las innovaciones, o perdemos. Las necesidades no pueden estar hoy sujetas a estándares, se tiene que subir a los avances.
Los estándares (normas técnicas) son demasiado rígidos y pesados para que las TIC’s las cumplan al ritmo que van apareciendo innovaciones. Los estándares son tan rígidos, o más, que las leyes, no se adaptan a los tiempos de la tecnología. Y si se adaptan, es por acuerdos y beneficios comerciales, prueba de ello son los puertos USB, los cargadores móviles, la tecnología NFC y ahora la videoconferencia. ¿Cómo se adaptan a los escasos estándares actuales de accesibilidad TIC’s las novedades, los sistemas interactivos, la Kinect, la realidad aumentada, el control a través de ondas cerebrales, los entornos virtuales,…?.
Por otro lado, la sociedad de la información y la comunicación ya no podemos decir que se ciñe a nuestro ordenador, nuestro Smartphone o nuestra televisión. Entra en ella toda la industria de electrónica de consumo, incluidas aquellas que pudiéramos considerar como “accesorios” del hogar: cocinas, lavadoras, microondas… desde el momento en que los conectamos a nuestro smarthphone o nuestra tableta o nuestro portátil. De hecho, un buen amigo ciego me comentaba el gran problema que le está suponiendo a ellos la desaparición de los mandos tradicionales (botoneras y ruedas) , al incrustar en los electrodomésticos domésticos su control en placas táctiles, de modo que son incapaces de saber sobré que “función” táctil están presionando.
Cuando hablamos de la sociedad de la información y las comunicaciones, automáticamente nos fijamos en internet. Sin embargo, internet no es sino una parte más, importante y trascendente sin duda, de la globalidad de la sociedad de la información y las comunicaciones. No obstante, internet sí nos permite ver, de forma clarividente, cómo los estándares generados y aceptados de la WAI, se han mostrado eficaces sí, pero en ningún caso resolutivos de manera definitiva de las dificultades de acceso a la información para muchas personas con discapacidad. Muchos años después de aprobarse las primeras pautas de accesibilidad a la web, no han sido, desgraciadamente la solución definitiva. Y es que el impensable crecimiento que ha sufrido la red de redes, sus utilidades asociadas, los nuevos foros aglutinadores de usuarios en las redes sociales… ni han sido capaces de asimilar ni de incorporar las pautas de accesibilidad¸ ni van a serlo en las futuras innovaciones que sobre la misma van a seguir produciéndose. Es más, y aún manejando la cuasiutopía de que todos aquellos servicios relacionados con las Administraciones y poderes públicos, los servicios privados más sensibles ofertantes de servicios a los ciudadanos y las grandes empresas, incorporasen las obligaciones legales de accesibilidad, quedarían fuera de estas obligaciones cientos de miles de web’s, portales y aplicaciones y servicios que ni lo hacen ahora ni lo van a hacer. Por ello, resulta evidente, urgente y necesario abrir las puertas a nuevos servicios y modos de acceso a la información contenida en ellas.
No se puede garantizar que saltando de página en página web todas sean accesibles, hay que buscar medios de acceso alternativos a la información. Muchas de ellas, sin obligación legal, contienen información y servicios útiles. Tenemos que abrir las posibilidades al manejo sin mandos, como la usada por los sistemas inalámbricos, o por reconocimiento gestual e inteligencia ambiental, por sistemas de reconocimiento de voz o a través del iris, sobre las que no existen estándares que garanticen la accesibilidad tal como la conceptuamos hoy. Y este futuro sólo es posible si aceptamos conjugar sin radicalismos los estándares de accesibilidad a estos medios alternativos de acceso y uso de la información y del mundo altamente evolucionable de las TIC’s. Los estándares y los accesos alternativos al uso de las TIC’s y su información no deben ser excluyentes, pueden convivir y coexistir, complementarse, sobre todo en aquellos ámbitos donde no llega la obligación legal.
Este ejemplo tan evidente, resulta aplicable a otras áreas y grupos de ciudadanos con discapacidad o limitaciones. Es como si pretendíamos negarnos a utilizar las posibilidades de las redes de videoconferiencias y la incorporación de avatares para ofrecer servicios de interpretación en lengua de signos, y nos enrocáramos en la oferta de servicios de interpretación presenciales malentendiendo que es la forma y única forma natural de comunicación para las personas sordas, con discapacidad auditiva o sordociegas usuarias de lengua de signos.
Obsesionándonos con el cumplimiento inflexible de los actuales estándares de accesibilidad a las TIC’s no va a hacer que nos atraigamos a la empresa, cuyo principal objetivo es la búsqueda de beneficios, prioritariamente a corto plazo. Especialmente sincero se ha mostrado en esta línea Zaryn Dentzel, cofundador de Tuenti, en el recientemente celebrado Mobile World Congress en Barcelona, al declarar que “el primer objetivo de esta red social es ahora "sobrevivir como compañía" y que, por tanto, las mejoras de accesibilidad que piden algunos usuarios no son en este momento de crisis su prioridad”. Pero esta posición, que Zaryn se ha atrevido a manifestar, no va a ser exclusiva de esta época de crisis que vivimos. La competitividad comercial en este sector es y va a seguir siendo tan brutal que imponiendo reglas obligatorias que ralenticen la velocidad de innovación y desarrollo de las compañías no van a tener viabilidad. Por ello, quizás convenga reflexionar si para tratar de garantizar, a las personas con discapacidad o mayores con limitaciones, el acceso y uso a las TIC’s y la información y servicios que generan, debemos empezar a buscar nuevas soluciones, alternativas y externas, y de la mano de la industria, que vayan por la vía de la adaptabilidad a las innovaciones tecnológicas y a la conversión en accesibles y usables estas innovaciones.
Creo además que estamos olvidándonos demasiado de la accesibilidad física a los equipos y medios de acceso a la información (mandos y aparatos en sí) y nos centramos demasiado en la accesibilidad a la información.
La realidad es que resulta difícil pensar que para garantizar el derecho de igualdad la industria del automóvil ponga en el mercado líneas de vehículos adaptados para personas con movilidad reducida. La heterogeneidad de las necesidades, que requieren adaptaciones personalizadas a cada usuario, hace impensable que algo que no supone beneficios directos para la industria lo vaya a meter en cadenas de producción. No lo van a hacer. Es mucho más rentable, y más económico, también para el usuario, incorporar mandos adaptados sobre el vehículo fabricado. Eso sí, aquí es donde las Administraciones Públicas deben intervenir y participar a través de líneas de subvenciones para que la persona con movilidad reducida no sufra, en ninguna medida, un sobrecoste para poder hacer efectivo su derecho a la igualdad y no discriminación.
¿Y por qué esta radical inflexibilidad? ¿Quizás porque la accesibilidad se ha convertido en un negocio, al hacer dejación los poderes públicos y las Administraciones de su obligación de control de la legislación?. Es un tanto surrealista que la accesibilidad a las web’s, por ejemplo, tenga que ser certificada por empresas de la discapacidad, y cobren por ello. ¿No le correspondería a los servicios públicos certificar que algo, para quienes estén obligados, sirve para todos y cumple las normas, y no que la discapacidad gane dinero certificando que algo sirve para ellos?. Es irónico que el titular de un derecho cobre por certificar ese derecho. Es decir, como si a mí, usuario de silla de ruedas, se dirigiera un Ayuntamiento que ha puesto una rampa para que pueda entrar y cumplir su obligación legal, me dijera que la pruebe, y yo cobrara por decirles que está bien, que cumple la ley y garantiza mi derecho a moverme en iguales condiciones que mis conciudadanos. La realidad actual es que algo falla en este sistema y estrategia, cuando no consigue el único objetivo de acceso y uso de las TIC’s (USO: significa que se puede usar) para todas las personas, tengan o no limitaciones. Es evidente, creo, que los poderes públicos y las Administraciones deben cumplir las obligaciones legales aprobadas en un Estado de Derecho, y su normativa técnica vinculada a las mismas si existiera; igual que en otras áreas, como la sanidad, educación o cultura, y garantizada pos sus propios peritos judiciales y en los Juzgados. ¿Quizás se está privatizando también mediante concesiones limitadas a unos pocos, igual que con otros servicios y obligaciones públicas, el vigilar y garantizar el derecho de accesibilidad y usabilidad a las TIC’s y los servicios e informaciones inherentes a la Sociedad de la Información y las Comunicaciones, bloqueando de esta forma la innovación?
Sigo pensando que la igualdad y no discriminación pasa por jugar al lado de la industria y de la empresa, enseñándoles a captar beneficios y usuarios garantizando la usabilidad y el acceso a las TIC’s, y relativizando las certificaciones de estándares tomándolos como medallas honoríficas de valor añadido.
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