Leyendo un enlace a un artículo que me ha enviado un buen amigo, no he podido evitar ponerme a pensar en cómo influye el azar y las casualidades en nuestras vidas, y cuantas veces este azar ha supuesto grandes cambios en el avance y desarrollo de la humanidad, de las sociedades, de la ciencia y la medicina, y de los cambios en la historia y sus civilizaciones. Este azar también ocurre con la tecnología, y cada vez en mayor frecuencia, debido al vertiginoso desarrollo que experimenta todo lo relacionado con este campo. Y así, a veces, nos encontramos sorpresas sobre cómo desarrollos tecnológicos que nunca habían sido pensados para ello, tienen virtudes para las personas con discapacidad, como en este ejemplo para el autismo. El enlace que me envió mi amigo es éste:
En éste artículo, que pertenece al blog de una madre cuyo hijo padece autismo, nos relata cómo, sin querer y por una casualidad, cayó en sus manos un iPad, y a partir de ahí su pequeño con autismo empezó a desarrollar habilidades hasta entonces impensables para él y para sus padres. El caso es que, un aparato que nadie pensó que pudiera utilizarse, sin coste añadido, para una educación especial, y por añadidura, para una cierta rehabilitación cognitiva, sirve para ello. Y el caso, aunque sea redundante, si esto sirve para una mejora de la vida y/o autonomía de las personas con autismo, debiera empezar a utilizarse ya, o al menos a probarse, en los centros educativos y de rehabilitación que tengan alumnos en esta situación. Recordemos, y nunca me cansaré de repetirlo, y aunque sea una lástima el desconocimiento por los ciudadanos de sus derechos, que nuestro país tiene recursos legislativos aprobados que amparan esos derechos a una educación con medios técnicos adecuados a la persona. Entre ellos, la Ley Orgánica 2/2006, de Educación; la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, por la que se modifica la ley orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades; o la Convención sobre los Derechos de las Personas con discapacidad de Naciones Unidas, ya derecho positivo en España desde el 3 de mayo de 2008. Por citar sólo algunas.
Al azar vemos, que por casualidad, hemos descubierto una utilidad para un aparatito de consumo “corriente” que puede utilizar un usuario que no teníamos contemplado. Ello significa que gracias al azar, podemos haber encontrado otro consumidor (aunque sea a través de sus padres o familia). Y otro consumidor más, significa, dinero. Y otra utilidad que descubrimos en el aparatito de esa marca, puede significar más negocio y más ventas. Y no pongamos el grito en el cielo por vincular bienestar, derechos y rentabilidad económica para la industria; nada hay más justo ni más rentable socialmente, que todos los actores presentes y partícipes en una sociedad obtengan beneficio, unos de una clase, otros de otra. Si nos quitamos la venda de los ojos, veremos claramente que las leyes y las normas regulan derechos, y generan servicios; pero cuando hablamos de productos, del tipo que sean, estos los diseñan y los fabrica la industria, y por supuesto es quien los pone en el mercado. Sólo reflexionando con racionalidad, observaremos que aquí nos necesitamos todos, no sobra nadie, y únicamente contemplando el proyecto social de una sociedad como un proyecto económico rentable y saneado podremos empezar a ver realidades accesibles y utilizables por todos, en cada vez más lugares, y en nuestra vida cotidiana.
Vivimos en una era donde no sólo se necesita dominar todos los conceptos y teorías de la educación y la inclusión social, sino también conocer la tecnología emergentes y sus posibilidades. Y tan importante como lo anterior, lo es el estar completamente al día, porque cada avance puede significar un nuevo mundo de infinitas posibilidades para miles de personas. Además, siendo conscientes como ya citamos anteriormente, que nuestra legislación obliga cuando existen medios, y ello lleva implícito claramente el deber de proporcionar a los ciudadanos los recursos, en este caso tecnológícos, que les permitan llevar una vida lo más autónoma y digna posible. En otro artículo anterior ya comenté que cada vez se hace más difícil a los responsables públicos utilizar las excusas, “es que eso no existe” o “eso no es posible”.
La formación de nuestros responsables públicos en el campo de las tecnologías es esencial para moverse en esta nueva sociedad TIC. No me refiero a ser expertos en TIC’s, ni es necesario, cada profesional es experto en su campo; pero sí estar en constante formación que podríamos llamar tecnología social, es decir, simplemente saber qué existe, para qué se puede usar, y como puede ayudar a los ciudadanos en su campo de gestión (educativo, laboral, industrial…). Porque estamos hablando de recursos públicos, dinero, y derechos. Y los responsables públicos, y políticos, saben mucho de lo público, y de lo político, seguro que son los mejores; pero en la mayoría de los casos, y sin ánimo alguno de faltar, suelen estar a años luz del conocimiento de “los tecnólogos”, verdaderos expertos es exprimir el potencial de las nuevas tecnologías. Igual que la mayoría de los padres suelen estar a años luz del saber tecnológico de sus hijos. Quizás, como ambos son y deben ser los garantes del bienestar de sus protegidos (los responsables públicos de sus ciudadanos y votantes, los padres de sus hijos), no está de más un poco de humildad y escuchar a quienes saben bastante más que ellos en todo lo relacionado con las nuevas tecnologías. Ya no existen los dioses. Hace más o menos un año, un responsable político de un ministerio, me sorprendió (por ser político, que no siempre es sinónimo de racional) manifestándome una reflexión que coincide plenamente con mi forma de pensar: “No nos engañemos, tenemos más leyes de las que necesitamos para generar bienestar. Hoy día y en el futuro, quién más puede crear este bienestar real y de calidad, son los productos, bienes y servicios relacionados con las nuevas tecnologías. En esa línea debemos trabajar”. Fue una larga conversación, donde hablamos de derechos y TIC’s, incluyendo en ella la domótica.
Nuestra sociedad no puede seguir viviendo en base a informes de necesidades. Las necesidades sabemos que existen, y sabemos cuáles son, de cada discapacidad, en todos los ámbitos. Más bien hay “investigar” las propias realidades tecnológicas que ya tenemos, averiguar qué y cómo nos pueden ayudar, y estar avizor cada día, porque este sector es vertiginoso. Si las empresas, y la industria de las nuevas tecnologías, supieran el enorme beneficio que podrían obtener incorporando dentro de su estructura a expertos tecnólogos sociales (conoceros en profundidad de la discapacidad, personas mayores y poblaciones en riesgo), le resultaría difícil dar crédito, Y por supuesto, siempre vigilantes de que las tecnologías sean accesibles y usables. Ahí radica parte del éxito del negocio (social y económico) para todos.
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