Hace
unos días, me encontraba pensando en la famosa frase de John Lennon
“la
vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo planes”.
Justo lo que ocurre muchas veces con nuestros responsables públicos,
con la salvedad de que en esos casos afecta a millones de ciudadanos:
“la
vida es lo que pasa (a la gente) mientras algunos responsables
públicos están ocupados ideando y haciendo planes”.
Meditaba yo, que la gente necesita realidades, y menos generar
continuamente ideas “brillantes”.
En
esas reflexiones me encontraba, cuando me sobrevino el cansancio, y
sin poder evitarlo me quedé dormido profundamente. Y vinieron los
sueños. Y resulta que soñé que trabajaba en una entidad
tecnológica que perseguía lograr que cada vez más bienes,
productos y servicios tecnológicos fuerana accesibles y usables,
tanto en el ámbito público como privado. Y soñaba que para
involucrar a la empresa privada tenía que enseñarla a ganar dinero
con la accesibilidad, que simultáneamente incrementara también el
bienestar social de todos los ciudadanos. Creo recordar que en el
sueño el centro donde trabajaba se llamaba CATNEC, modelo ejemplar
de colaboración público-privada.
Me
encontraba, en el sueño, tremendamente satisfecho trabajando allí.
Siempre he creído (y llevo más de 35 de años en silla de ruedas,
conozco profundamente tanto la legislación como el ámbito de las
TIC’s), que la mayor innovación (tecnológica) es generar
conocimiento. Generar conocimiento en la empresa, enseñándola a
obtener beneficio trabajando con criterios de accesibilidad en la
oferta de bienes, productos y servicios que ofrece al ciudadano
individual (consumidor) y a las Administraciones (consumidores que
deben poner al servicio del ciudadano “todo lo que aprueban” y
todo aquello a lo que están obligadas). Y la generación de
conocimiento con estas premisas debe generar, además,
competitividad. Y poner cada vez más diversidad de productos y
servicios accesibles en el mercado.
¡Qué
sueño más placentero!. Como si de algo real se tratase, el tiempo
avanzaba y podía ver cómo el CATNEC se implantaba, se convertía en
referencia de la accesibilidad tecnológica, era cada vez más
reconocido, respetado y considerado en la Administración y en el
mundo empresarial y de negocio, y su mensaje calaba profunda y
fácilmente traspasando al propio derecho: se puede ganar dinero
creando y difundiendo bienes, productos y servicios TIC’s
accesibles y usables. Y poco a poco, se iba dando cumplimiento a lo
plasmado en su ideario cuando se constituyó: servir de referente
estatal en adaptación de tecnologías para todas las personas, con
beneficio especial a las persona con discapacidad, limitaciones o
mayores; aglutinar proyectos de las principales empresas del país,
así como del movimiento asociativo y de centros de investigación,
en esta materia y promover el ensayo, la innovación, la evaluación
y la muestra de los avances en accesibilidad y el diseño para todos;
e impulsar la visibilidad internacional de la tecnología de
accesibilidad, potenciando los procesos de cooperación con la
industria en proyectos de I+D+i. Y sus Congresos se llenaban de
asistentes, algunos por encima de los 500, y decenas de empresas de
primera línea del sector TIC privado, altos cargos de la
Administración y emprendedores participaban gratuitamente. ¡Todo
era tan bonito en el sueño!
Siempre
he creído también que las propias Leyes y normativa jurídica donde
se reflejan y “garantizan” derechos sociales son hoy una fuente
de oportunidades y de nichos de negocio de beneficio para el sector
privado tecnológico. Porque la legislación por sí sola es
insuficiente, y eso cuando hay dinero (en las Administraciones). Y
digo sector tecnológico, porque hoy día toda tecnología está
presente en cualquier ámbito de la sociedad (educativo, sanitario,
laboral, cultural, de transporte,…), y porque también creo
firmemente que la tecnología es quien mejor puede generar un mayor
y mejor ecosistema social igualitario, reduciendo brechas sociales y
haciendo más eficientes lo servicios públicos. Hasta tal punto me
emocionaba en el sueño, que empezaba a pensar en algunos ejemplos
que claramente podían interesar al sector privado tecnológico, y al
sector público (si es racional), como oportunidades de beneficio
económico-social:
¿Y
si introducimos la domótica en la ley de autonomía personal y
atención a personas en situación de dependencia?
¿Y
si enseñamos a los instaladores a “aprovecharse” de la LPH (Ley
de propiedad horizontal)?.
¿Y
si enseñamos a la empresa a forzar el cumplimiento del Real Decreto
505/2007, de 20 de abril, por el que se aprueban las condiciones
básicas de accesibilidad y no discriminación de las personas con
discapacidad para el acceso y utilización de los espacios públicos
urbanizados y edificaciones?.
¿Y
si interesamos al sector tecnológico en…?
De
repente, el sueño cambió. El tiempo había pasado con éxito, pero
de entre una neblina sonó una fuerte voz del poder omnipotente de la
discapacidad y su Ministerio: “¡No!,
¡Las empresas no tienen que ganar dinero con la accesibilidad,
tienen que cumplir la ley!.
¡Caramba!,
reaccioné en mi sueño con sobresalto. Sopesando si lo que esa gran
voz del poder omnipotente de la discapacidad y su Ministerio había
dicho era una gran tontería, recordé una reflexión de un buen
amigo, que en su día me dijo: “Si
las empresas no ganan dinero con la accesibilidad, no existirían los
fabricantes de sillas de ruedas”.
Pero
de pronto, todavía inmerso en ese sueño profundo, volvió a resonar
esa gran voz, en un tono aún más alto: “la
colaboración público-privada para conseguir bienes, productos y
servicios TIC’s accesibles y usables está obsoleta! ¡El modelo
del CATNEC está obsoleto! ¡Hay que evolucionar!. ¡Es necesario ir
hacia laboratorios de ideas de innovación! ¡Ideas! ¡Ideas!
¡Ideas!... Y cumplir la Ley”.
Y
la voz fue desapareciendo entre la neblina del sueño.
Qué
cosas pasan, pensaba yo dentro de mi sueño profundo. Si la propia
industria tecnológica en la mayor fabricante de ideas e innovación
en sus centros de I+D+I. No es necesario reinventar la rueda, pero sí
trabajar con ellas potenciando sus propios laboratorios de ideas. La
limitada visión del “trabajo
social”
y el anhelo de un mundo mejor es claramente insuficiente. Y
si hablamos de la Ley, ¡pero si las pocas que contemplan la
accesibilidad a la sociedad de la información no se cumple ni dentro
de la Administración ni en
los servicios
públicos: la accesibilidad a la web (obligatoria desde 2007), a los
contenidos audiovisuales (desde 2007 y sucesivos), a servicios de
emergencia, o en las dotaciones de Tic’s accesibles previstas en
las leyes orgánicas de Educación y en la de Universidades, o…
Además, ¿qué pasa con todas las demás TIC’s donde no existe
regulación que obligue a la accesibilidad? ¿Qué pasa con la
robótica, la realidad virtual, el IoT, los coches autónomos, la
electrónica de consumo, el blockchain, las redes sociales, las
plataformas online o las IaS (infraestructuras como servicios), la
inteligencia artificial, los servicios de autenticación digital
inteligente, los servicios de pago electrónicos, el
comercio electrónico,…?.
Por
momentos el sueño se volvía agitado y angustioso. Y siempre dentro
del sueño, me preguntaba: “Imaginemos
que el CATNEC no lo entienden “los políticos”,
que tal como están las cosas puede pasar. Y seguía diciéndome:
“Imaginemos
que es verdad que los políticos piensan que las empresas no deben
ganar dinero con la accesibilidad”,
que puede pasar, hay “ideas” para todo. Y yo no hacía más que
revolverme en el sueño, inquieto y decirme a mí mismo: “La
gente, sobre todo la gente con discapacidad, limitaciones y mayores,
necesita realidades, no ideas. Hoy está casi todo inventado. No más
labs de ideas, por favor”.
El
problema, razonaba yo en mi sueño, es que mientras los “centros
generadores de ideas”
las publican y deciden algo, la industria tecnológica y de servicios
nos ha pasado por la izquierda, por la derecha, y pisado por el
centro. Queramos verlo no, vivimos en una economía de mercado y
lucrativa (que no tiene por qué ser antagónico a lo social), y la
competitividad y rapidez del mercado deja muy poco tiempo a la
“meditación” de “cómo
ser buenos”.
A lo mejor, podemos ser “más
que buenos”
enseñando a la empresa y la industria que en una sociedad de consumo
global y cada vez más envejecida, pero que también quiere ser más
autónoma y participativa individualmente, la accesibilidad
tecnológica es un As en la manga. Porque aúna beneficio económico
y beneficio social. Y esto no se logra en los “laboratorios
de ideas puramente
sociales”,
donde la lentitud de la Administración y del tercer sector trabajan
a ritmos distintos al mercado y, sobre todo, de las necesidades y
realidad social. Porque la verdadera realidad social es lo que
necesita la gente, más allá del
derecho, para llevar una vida digna y autónoma. Y porque los cada
vez más millones de personas con discapacidad, limitaciones y
mayores reclaman realidades y no ideas, planes de actuación o
manuales de buenas prácticas. Como ciudadanos activos,
participativos socialmente y como consumidores de bienes, productos y
servicios Tic’s, en este caso. Y aquí la industria tecnológica
(accesible) juega un papel fundamental. Si trabajamos con ella.
“Cuando
el diablo (sin ánimo de ser peyorativo) no sabe qué hacer mata
moscas con el rabo”,
dice un refrán popular. Y es entonces cuando la frase de John Lennon
cobra su máximo sentido: “la
vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo planes”.
Y
entonces, súbitamente, y acalorado, me desperté. Me tranquilicé.
Pensé, “ha
sido solo un sueño”.
Esas cosas no pasan en una sociedad instruida
y racional.
¿O sí?, dudé por un momento. No, me reproché a mí mismo,
reforzándome en la idea de que fue un sueño, y viniéndome a la
cabeza la frase “…y
los sueños, sueños son”,
del célebre Pedro Calderón de la Barca en su obra La
vida es sueño.
Pues sí que ha sido un buen sueño. Espero que se haga realidad. Muy agudo con las siglas :)
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