¿No
debiéramos pensar en que la Ley, consiste en un pacto de honor entre
un Gobierno y los ciudadanos?
No
nos engañemos, la accesibilidad tecnológica, no es sólo
responsabilidad de la industria, la empresa o el comercio. Es
responsabilidad de todos, de todos los actores, pero donde debe jugar
un papel principal el Gobierno y las Administraciones. Utilizando las
tecnologías más adecuadas, accesibles y usables, en todos los
procesos y servicios públicos. Y esto significa adquisición de
tecnología accesible y usable; puesta a disposición de los
funcionarios con discapacidad o capacidades diversas de la tecnología
adecuada; puesta a disposición en las oficinas de información
pública, en las web públicas, en los servicios públicos, de la
tecnología con características apropiadas a todos los ciudadanos
(contribuyentes). Esto significa inversión pública, e
indefectiblemente incrementaría el interés del sector privado en la
accesibilidad y usabilidad tecnológica. La Constitución, las leyes,
los Reales Decretos o los Reglamentos no dejan de ser un pacto de
honor entre los responsables políticos, los guardianes de los
derechos de los ciudadanos que les otorgan esa responsabilidad, y la
sociedad. Y debiera ser un pacto de honor reforzado, o debiéramos
creer, en caso contrario, que un apretón de manos entre nuestros
abuelos, tenía más validez que todo un cuerpo legislativo. Y más
honradez. Cada vez más, la empresa y el comercio se dan cuenta de
que las personas con diversidad funcional son consumidores de
productos y servicios tecnológicos; ahora hace falta que el otro
gran consumidor de tecnologías, productos y servicios haga su
desembolso comprometido.
Reproduzco
una carta que leí hace unos días, en el XL
Semanal de ABC nº 1441,, de junio de 2015, en la sección La carta
de la semana”. El título de la carta se llama “La mano y mi
palabra”. Carta
que decía:
“Mi
abuelo era arriero, iba con las bestias de pueblo en pueblo y hacía
y recogía encargos para los vecinos. Hace veintitantos años que se
fue y siempre me acuerdo de él, más en estos días de programas,
pactos y promesas. Él era una lección de vida. Tendría yo cuatro o
cinco años cuando me dio la primera. Lo veía venir con sus mulas y
salía corriendo a recibirlo, me subía a una de ellas y lo
acompañaba a entregar los encargos. El vecino lo cogía, le daba un
apretón de manos y quedaban en verse más adelante. Cuando era él
el que necesitaba algo, pasaba lo mismo, se lo traían y se daban la
mano. Curiosa, le pregunté si no pagaba lo que le habían traído;
no hace falta, me contestó, le he dado mi mano y mi palabra. Su
palabra. Su palabra era lo más preciado que tenía, eso decía,
porque en ella estaba su honor, su honra, su vergüenza, y los
hombres de bien cuando dan su palabra saben que tienen que cumplirla.
Hacen falta hombres (y mujeres) como él, muchos. Mi abuelo Frasco
era un hombre de palabra, y yo sigo admirándolo y echándolo de
menos.”
Recordemos
algunas “obligaciones”.
En el año 2007, se aprobó la Ley
Orgánica
4/2007, de 12 de abril, por la que se modifica la ley orgánica
6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades. En su Disposición
Adicional Vigésimo Cuarta,
se dice “Los
edificios, instalaciones y dependencias de las Universidades,
incluidos también los espacios virtuales, así como los servicios,
procedimientos y el suministro de información, deberán ser
accesibles para todas las personas, de forma que no se impida a
ningún miembro de la comunidad universitaria, por razón de
discapacidad, el ejercicio de su derecho a ingresar, desplazarse,
permanecer, comunicarse, obtener información u otros de análoga
significación en condiciones reales y efectivas de igualdad”.
Todo esto requiere tecnología, mucha tecnología, productos y
servicios electrónicos accesibles. Sistemas de guiado inteligente en
los campus. Portales web accesibles. Dotación de ordenadores,
software y tablets accesibles… mucho dinero. Si la inversión se
realizara y el compromiso se cumpliera, ¿no activaría la pasión
por la accesibilidad
al mercado?.
Estribillo
(como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y
eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con
discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto,
“encuentro
con”, “visita
a”,
“comisión
de”,
o “anuncio
de …”,
por ejemplo de esta Ley.
Veamos
otra. En el año 2011, se aprobó Ley
18/2011, de 5 de julio, reguladora del uso de las tecnologías de la
información y la comunicación en la Administración de Justicia,
que en su Disposición adicional cuarta, Accesibilidad a los
servicios electrónicos, dice: “Las
Administraciones con competencias en materia de justicia garantizarán
que todos los ciudadanos, con especial atención a las personas
mayores o con algún tipo de discapacidad, que se relacionan con la
Administración de Justicia puedan acceder a los servicios
electrónicos en igualdad de condiciones con independencia de sus
circunstancias personales, medios o conocimientos”.
Dice GARANTIZARÁN. Estupendo. Eso significa inversión, inversión
tecnológica accesible y usable. ¡Es para toda la Administración de
Justicia!. ¡Eso es mucho dinero!. ¡En bienes, productos, y
servicios tecnológicos accesibles y usables!. ¿Incentiva o no
incentiva al mercado de proveedores TIC’s, para poder entrar en la
inversión?. Pero, ¿se está haciendo…?.
Estribillo
(como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y
eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con
discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto,
“encuentro
con”, “visita
a”,
“comisión
de”,
o “anuncio
de …”,
por ejemplo de esta Ley.
Volviendo
al 2007, en aquel año se aprobó también el Real
Decreto
1494/2007, de 12 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento
sobre las condiciones básicas para el acceso de las personas con
discapacidad a las tecnologías, productos y servicios relacionados
con la sociedad de la información y medios de comunicación social,
que en su artículo 8 dice: “Los
equipos informáticos y los programas de ordenador
–independientemente de que sea libre o esté sometido a derechos de
patente o al pago de derechos– utilizados por las administraciones
públicas, cuyo destino sea el uso por el público en general,
deberán ser accesibles a las personas mayores y personas con
discapacidad, de acuerdo con el principio rector de «Diseño para
todos» y los requisitos concretos de accesibilidad exigidos,
preferentemente en las normas técnicas nacionales que incorporen
normas europeas, normas internacionales, otros sistemas de
referencias técnicas elaborados por los organismos europeos de
normalización o, en su defecto, normas nacionales”.
Esto se aplica también a las campañas institucionales. ¡Qué
maravilla! ¡Esto afecta a Educación, Sanidad, Transportes, Empleo
Público y oficinas de Información, Cultura,... ¡cuánta inversión
en tecnología accesible y usable! ¡Qué atractivo para las empresas
si quieren participar en estas contrataciones públicas de inversión
en tecnología!. Bueno, todo llegará.
Estribillo
(como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y
eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con
discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto,
“encuentro
con”, “visita
a”,
“comisión
de”,
o “anuncio
de …”,
por ejemplo de esta Ley.
Y
podríamos seguir con el más de centenar de Leyes y Reales Decretos
que en los últimos diez años hablan de discapacidad, tecnologías,
no discriminación, accesibilidad universal e igualdad de derechos.
Pero me canso.
La
empresa privada tendría que “ponerse las pilas” si en cada venta
de bienes y productos, o en la contratación de servicios, o en las
contratas públicas de cualquier tipo, relacionados con la tecnología
o donde la
tecnología esté presente (es decir, casi todos hoy día), se
exigieran los criterios de accesibilidad y usabilidad necesarios para
poder ser usados por todos los ciudadanos, con independencia de sus
capacidades. Y eso de que no existe tecnología adecuada o apropiada,
cada vez es más difícil. Perfecta no, pero sí cada vez más
apropiada, con mayores niveles de accesibilidad y usabilidad.
Casi
preferiría que los responsables públicos nos dieran la mano y
sellaran el Pacto de Honor, la responsabilidad y el compromiso
social, en vez de firmar tantas leyes y tantos Reales Decretos;
parece ser que un apretón de manos (de las de antes, de manos
sudadas por el esfuerzo), tenía ese “algo mágico”, que no deben
tener las Leyes y Reales Decretos, de comprometer a las partes al
cumplimiento del acuerdo, y salvaguardar así su honor. Y mucho
menos, por supuesto, los programas electorales. Y eso que ahí sí
que se aprietan manos, en los mítines.
En
el siglo XIX, la gente se suicidaba cuando faltaba a su palabra, por
haber ensuciado su honor y el de su familia. Claro que eso hoy día
no es posible. Sería imposible cubrir las bajas que se producirían
en el Gobierno, el Parlamento, el Senado, las Cortes Autonómicas y
las Concejalías a un ritmo tan acelerado (siempre que actuaran así,
por supuesto).
Juan Carlos, me ha gustado mucho tu reflexión, que comparto plenamente.
ResponderEliminarNo se invierte en tecnología necesaria para generar una cohesión social imprescindible.
Y además se utiliza la tecnología cotidiana para incrementar gratuitamente la brecha tecnológica.
Hacía tiempo que no aparcaba en Madrid y el otro día comprobé espantada como habían cambiado las máquinas antiguas, que tenían ¿6? botones por la cabina de un piloto de avión. No sólo no progresamos en accesibilidad y usabilidad sino que objetos que deberían ser de uso cotidiano incrementan innecesariamente la exclusión tecnológica. Una experiencia parecida fue cuando un día me quedé sin el móvil y traté de usar una cabina ...
Además de no cumplir la ley creo que falta mucha sensibilidad, a lo mejor es solo una cuestión de sentido común.