Y eso, me da la impresión, es lo que
le ocurre a la sociedad actual, integrada por millones de ciudadanos
corrientes, y otros pocos “pensantes”. Este paradigma es especialmente
preocupante cuando hablamos de Smart Cities o Ciudades Inteligentes. Pero, para
que fuera totalmente adecuada esta frase de John Lennon, sería mejor adaptarla:
“la vida es lo que te ocurre a ti, ser corriente, mientras los pensantes están
ocupados en otras cosas”. Y no precisamente en solucionar, o aplicar las
tecnologías, para arreglar tus problemas de hoy: para moverte si eres ciego,
para comunicarte si eres sordo, para
salir de casa, para realizar tus gestiones y ejercer tus derechos públicos y
privados, para entender a tu médico o abogados si tienes limitaciones
cognitivas, … y para generar negocio a partir de las necesidades de hoy. Y
mucho más preocupantes es, y aunque suene tremendamente fuerte, cuando la
inmensa mayoría de los que se entretienen en diseñar esos otros planes futuros
para nosotros, no tienen ni puñetera idea de la diversidad funcional ni de la
realidad social, por muy presidentes, vicepresidentes, directores generales o
ejecutivos que sean de sus empresas, e incluso de sus empresas sociales y fundaciones,
muchas veces.
Resulta que estamos gastando una
ingente cantidad de dinero en reuniones, congresos, informes, viajes y demás
añadidos para que nos diseñen la ciudad
en que supuestamente viviremos mañana, mientras dejamos de invertir en
tecnología y recursos tecnológicos ya presentes, y en evolucionarlos, para
solucionar los problemas del día a día del ciudadano. Y en enseñar a usarlos. Sencillamente,
para que puedan vivir, y gestionar su vida de manera autónoma. Y conviene
recordar, para quién aún lo dude, que invertir en desarrollos tecnológicos
accesibles, generar contenidos y conocimientos a disposición de todos, también
hace crecer el negocio, la inversión, dinamiza el mercado e incrementa los
clientes-consumidores. Y a día de hoy, no en un futuro diferido que quizás ni
disfrutemos.
Por cierto, que invertir en este
sentido, también llega necesariamente, e indefectiblemente, a crear ciudades
inteligentes. La única diferencia es que se crean de una forma más tradicional,
poniendo primero los cimientos, luego el ladrillo, y después elegimos las
tejas. Si lo hacemos al contrario, a lo mejor nos caemos desde el tejado antes
de poner los ladrillos del suelo. Y luego nos comprarán la parcela y los
escombros los chinos, dicho con todo el cariño.
Hace unas semanas, leí un artículo
(que difundí a través de twiter y linkedin) que me llamó muy positivamente la atención.
Resulta que existe un señor en un pueblecito de Andalucía, Jun, que además es
alcalde, que además conoce las tecnologías y su potencial, y que además piensa.
Este señor se llama José Antonio Rodríguez Salas. Hasta tal punto, que las
iniciativas que ha puesto en marcha utilizando las redes sociales y los
smartphones para generar bienestar social en su pueblo y hacer más eficientes
los servicios públicos han llamado la atención de Deb Roy,
profesor asociado del MIT Media Lab que dirige el
departamento dedicado a las redes sociales; así como de su compañero William
Powers, autor del best-seller ‘La Blackberry de Hamlet’.
José Antonio ha puesto en marcha una
verdadera Administración Digital, involucrando a todos los funcionarios
públicos y a los ciudadanos, utilizando una aplicación que es de uso común,
Twiter. Se decidió que cada uno de los funcionarios tuviera una cuenta de
Twiter, de forma que los ciudadanos, la parte viva de una ciudad (algo que los
“pensadores” de las smart cities olvidan que existe), pudieran informar en
tiempo real a los funcionarios públicos de cualquier incidencia. Los agentes de
la Policía Municipal
también usaban su cuenta, e incluso una genérica de la policía que además se
imprimió en los coches de policía. De esta forma, las ciudadanos podían mandar
avisos, denuncias e incidencias directamente, en tiempo real y 24 horas, sin
intermediación telefónica.
Si un ciudadano va por la coche, y
detecta alguna irregularidad (farolas sin luz, pavimento o aceras en mal
estado, ramas caídas, fugas de agua, o cualquier otra), el ciudadano manda un
mensaje al alcalde o los funcionarios, estos avisan a los técnicos para su
reparación, éstos la realizan y dan cuenta de esta reparación, y se soluciona.
En tiempo real, sin más burocracia, y todo a través de Twiter. Parece ser que
la imaginación de José Antonio es ilimitada, casi tanto como el potencial que
proporcionan las tecnologías cuando se sabe utilizarlas en toda su extensión.
Mediante Twiter, se manda el menú de los colegios a los padres, estos también
pueden indicarle si “el niño” o “la niña” tiene alguna dieta especial. También
se puede avisar para que la máquina limpiadora o barredora retire residuos o
basura de la acera; esto es posible porque la máquina también tiene su cuenta
de Twiter, faltaría más. Y por supuesto, desde el Ayuntamiento y los centros
públicos se manda información sobre cursos, talleres, conferencias o
iniciativas públicas a través de Twiter. Burocracia cero, efectividad 10. En
definitiva, y como pone el artículo, “una
ventanilla de información, reclamaciones y sugerencias ‘full time’. Y, como
no podía ser de otra forma, esta forma de comunicación y de “usos tecnológicos”
ha trascendido al sector privado, y ya las tiendas, restaurantes y comercios
lanzan sus menús, ofertas y promociones al ciudadano a través de sus cuentas de
Twiter. Es decir, también beneficio económico y activación del mercado.
Para quien usa Twiter, sabe que,
entre otras cosas, tiene tres acciones muy interesantes socialmente: puedes
“retuitear” (rebotar) los mensajes, señalar como favoritos, y mandar mensajes
directos a alguien; esta acciones sirven, de esta forma, como un cierto control
de la efectividad de servicios y funcionarios, y para ver la satisfacción de
los ciudadanos. Hasta tal punto ha llevado su fé en este sistema el alcalde,
que, transcribiendo textualmente, “Hasta
tal punto llegó la implementación del sistema, que en enero de 2012, cuando el
Gobierno central decidió ampliar el horario laboral de los empleados
municipales hasta las 37,5 horas, el Ayuntamiento de Jun
aprobó que su plantilla cubriría esas dos horas y media
extras haciendo ‘guardia’ desde su casa con sus perfiles”.
Cuando el alcalde ideó su
Administración Digital, que bien podría llamarse inteligente, lo hizo no sólo
para hacer más eficaz los servicios públicos, sino también para facilitar la
vida de “sus ciudadanos”: eliminando barreras (físicas y burocráticas),
generando conocimiento, agilizando soluciones a problemas, y, en definitiva,
proporcionando autonomía y bienestar social. Poner la tecnología al servicio de
la persona. Y los servicios públicos al servicio de la persona. Y las smart
cities al servicio de la persona. Pero para ello es necesario que la persona,
el ciudadano, con independencia de sus capacidades, sea capaz de poder y saber
usarlas, las tecnologías y su potencial. Por este motivo, es imprescindible que,
antes de meternos con esos macroespacios de “ciudades inteligentes”, nos
centremos en esos microespacios menos rimbombantes, llamados viviendas, y las
hagamos accesibles, usables y “encaminadoras”
hacia esa ciudad inteligente. Mientras no nos centremos en desarrollar y
adecuar los entornos domésticos, y también laborales, bajo el paradigma del
Hogar Digital y la eliminación de barreras en espacios comunes y servicios
públicos, podremos tener unas ciudades “robóticas”
y “digitales” preciosas, pero sólo
utilizables por una parte de la población.
El ejemplo del pueblo de Jun, o más
bien de la genialidad de su alcalde, lo he traído a modo de ejemplo de cómo rentabilizar
los servicios de un pueblo, las NECESIDADES de los ciudadanos con tecnología
actual; a partir de ahí, se podrían ir generando los espacios integrados
conscientes, término acuñado por mi buen amigo Valentín Fernández, y después las
ciudades inteligentes. “Espacios Integrados Conscientes” que viene a ser, en
palabras llanas y simples, desarrollar las grandes infraestructuras y servicios
partiendo del Hogar Digital accesible y usable, después espacios físicos
acotados y cercanos al ciudadano (accesibles y usables), enlazados con el Hogar
Digital que vendrían a ser, en esencia piezas de un puzzle adecuadamente
definido pero autónomas, que deben ir encajando entre todas para llegar a esa
maravillosa “Ciudad Inteligente”, o siendo “más internacionales” y snobs, smart cities.
Por cierto, en el artículo se hace
una reflexión muy interesante, que aún no se la he oído a las “mentes pensantes” que están ocupadas en diseñar esos otros planes” mientras “la vida es lo que nos pasa a los demás seres
corrientes solucionando nuestros problemas día a día (entre ellos, superando
barreras físicas y digitales)”. La reflexión es, transcribiendo
textualmente el artículo:
“Pero este sistema que persigue conseguir una administración más eficaz
y trasparente, tiene que funcionar en dos direcciones. ¿De qué sirve que el
agente municipal pueda atender estos avisos desde el móvil si los más mayores
del pueblo no pueden hacer uso de la plataforma porque no la entienden?
Pensando en eso, se pusieron en marcha cursos y talleres para que la idea no
quedase en papel mojado y el proyecto de Administración ‘tuitera’
se hiciese realidad. Es
decir, ¿estarán preparados gran parte de los ciudadanos, o sabrán o podrán,
usar tanta “inteligencia”?
Para quién desee leer el artículo
referido, y en el que está basado este post, lo puede leer en:
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