Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

viernes, 24 de mayo de 2013

Reflexiones bajo la avalancha de Ciudades Inteligentes



Nos proponemos un verdadero reto, hacer ciudades inteligentes accesibles, cuando todavía no hemos hecho accesibles el uso de las tecnologías y sus servicios, y cuando aún hoy en día el ciudadano con gran discapacidad y muchos mayores no dispone de soluciones y recursos tecnológicos accesibles en la educación o para cursar sus estudios universitarios, o para desempeñar su actividad laboral adaptando el puesto, o para disfrutar del cine, teatro o televisión por carecer de subtitulado o audiodescripción, o para relacionarse con los servicios públicos y sus profesionales… Cabe preguntarse si los diseños de Ciudades Inteligentes van a solucionar estos problemas de igualdad y de derechos, o simplemente a quedar perdidos bajo los parámetros macro del diseño inteligente. Sería un grave error, difícilmente salvable después, pues generaría serios problemas de discriminación e igualdad. Junto a los tan nombrados fines de sostenibilidad energética, sostenibilidad económica o sostenibilidad medioambiental, entre otros, debe ser irrenunciable incorporar en primer lugar la sostenibilidad social que englobe a todos los demás. Y esta última sólo es posible mediante la accesibilidad y usabilidad de los diseños, procesos, bienes, productos y servicios utilizados en la construcción de la Ciudad Inteligente. Cualquier error en no contemplar estos criterios de accesibilidad y usabilidad en cualquiera de los otros fines, podría tener consecuencias sociales y a futuro desastrosas.

Dicho esto, merece la pena además hacer un reflexión. ¿Es el momento de volcar todo nuestro esfuerzo inversor y personal en las Ciudades Inteligentes, o primero debemos preparar nuestras ciudades para ser lo suficiente inteligentes para poder ser disfrutadas por todos los ciudadanos?. En este sentido puede resultar esclarecedor el “Estudio de viabilidad del Hogar Digital en vivienda rehabilitada”, publicado por AMETIC en 2011. Los edificios inteligentes no pueden concebirse, como afirma el estudio, sin la “transformación de los hogares convencionales ya construidos en Hogares Digitales”, convirtiéndose de este modo el Hogar Digital en el elemento clave para la realización de los mencionados edificios inteligentes. Desde esta perspectiva, hogar digital y edificio inteligente, se vuelven la pieza clave para el acceso de sus habitantes a los servicios proporcionados por las ciudades inteligentes (Smart Cities). La prioridad del esfuerzo inversor debiera establecerse, de esta forma, en garantizar primero hogares digitales accesibles, edificios, y posteriormente entornos “macro (ciudades)”.

Afirma el estudio que “el desarrollo de la edificación en una sociedad avanzada debe contemplar infraestructuras y soluciones tecnológicas que garanticen la accesibilidad universal para todos los colectivos que lo requieran, cumpliendo con la legislación vigente, adaptando las viviendas a las necesidades de las personas con discapacidad o personas mayores”. Surgiría así el concepto de ciudad inteligente, o Smart City, como aquella ciudad construida sobre una "inteligente" (y previa) combinación de dotaciones y actividades libres, independientes y conscientes de los ciudadanos. El Hogar Digital se constituye como la “célula básica” de la Smart City, debido a que, siendo un hogar inteligente, confluyen en él los diferentes servicios, tecnologías e infraestructuras que debiera ofrecer ésta.

Da la impresión de que se puede correr el riesgo de centrarnos en desarrollos urbanos macro, y olvidar que la principal premisa de una ciudad, antes de llamarse inteligente, debe ser prepararla para que todos los ciudadanos puedan disfrutarla, participar de ella, generar  autonomía en la movilidad eliminando las barreras preexistentes, y tener presente que el bienestar ciudadano debe partir desde el interior de su propio hogar hacia afuera. Sigue habiendo miles de personas literalmente encerradas en sus casas, porque apenas pueden salir a la calle por la inaccesibilidad de sus propios portales, o de los espacios comunes de su comunidad. Quizás antes de meternos en inversiones costosísimas tecnológicas para entornos urbanos mayores, debiéramos volcar mayor esfuerzo en incorporar soluciones tecnológicas accesibles, que las hay, y de bajo coste, en generar autonomía a los ciudadanos en sus entornos más cercanos, entre los que se incluye el propio domicilio con soluciones domóticas accesibles y usables. Esta inversión también genera ahorro para un Estado y una sociedad, y revierte en forma de dinamizador económico y social incorporando activamente a miles de ciudadanos a una vida de partícipes activos y relacionados con su entorno, y entre ellos el comercio.

Preocupantemente, en los Congresos o Jornadas a los que he asistido durante los últimos meses relacionados con las denominadas Ciudades Inteligentes, que han sido bastantes,y donde muchos de cuyos participantes son expertos y parte activa en el diseño y planificación de este concepto de ciudad, ninguna de las exposiciones ha tenido formato accesible (salvo las del CENTAC), lo que me produce de nuevo una gran preocupación, y no pocas preguntas. ¿Acaso nadie piensa que en la sala o salón de actos puede haber ciudadanos sordos o con discapacidad auditiva, para quienes el subtitulado es imprescindible? ¿Las ciudades inteligentes se empiezan a diseñar ignorando las necesidades de accesibilidad de muchos ciudadanos, en el acceso a la información y a la interactuación con el entorno? O quizá, lo más preocupante, ¿Quienes empiezan a diseñar, planificar, construir e invertir dinero, mucho de él público, desconocen o ignoran las necesidades de accesibilidad de una parte nada despreciable de población? Si yo fuera una persona sorda o con discapacidad auditiva (afortunadamente sólo soy usuario de silla de ruedas), no me hubiera enterado de nada sobre cómo planifican y diseñan “mi futura ciudad inteligente”.

Resulta paradójico centrarnos monotemáticamente en las Ciudades Inteligentes, cuando aún no hemos conseguido hacer accesibles servicios esenciales para el bienestar de muchos ciudadanos con discapacidad o mayores. Curiosamente, los diferentes modelos de nueva Ciudad se publicitan pensando en la persona, y una vez analizado cada modelo no es difícil concluir que existe un desconocimiento enorme de, por un lado, la heterogeneidad de las poblaciones actuales en cuanto a sus limitaciones funcionales, y de cómo la tecnología adecuada (accesible) es esencial hoy día para igualar derechos en todos lo ámbitos, laborales, sanidad, educativo, de ocio o comunicativo.

Resulta igualmente paradójico cómo el desconocimiento de las limitaciones o discapacidad de miles de ciudadanos, es equiparable al desconocimiento del potencial y funcionalidades que cada vez en mayor medida va incorporando la tecnología de consumo, o comercial, a disposición de los ciudadanos. Este doble desconocimiento genera grandes costes a la Administración, y una pérdida de potencial humano y social enorme para un país. Un análisis detallado y profundo de las capacidades que nos ofrece hoy día, (y sin ignorar que deben mejor y avanzar) la tecnología comercial, nos daría muchas sorpresas. La incorporación, por ejemplo, de los asistentes virtuales y hablados en lenguaje natural a todas las plataformas de teléfonos inteligentes, nos abre campos apasionantes de relación e interactuación con nuestro entorno, con soluciones adaptativas cada vez más a las necesidades de la persona. Asistentes como Google Now, Sherpa, Siri y demás incorporan al menos dos modos de interactuación, escrito y hablado, que pueden ser utilizados para la relación de los ciudadanos con las Administraciones Públicas y sus servicios, por ejemplo, y sin embargo siguen siendo grandemente desconocidas por el usuario en general. Del mismo modo podríamos hablar de las posibilidades que incluyen o van incluyendo de serie las tecnologías en movilidad, como el GPS, NFC o  Realidad Aumentada.

Actualmente, tampoco disponemos de un marco legal adecuado, ágil y efectivo, que garantice el derecho del ciudadano con discapacidad a acceder en igualdad de condiciones al uso de los bienes y servicios a disposición del público, entre los que se encuentran prácticamente todos los enmarcados en los procesos de ciudad inteligente. Es decir, y con ejemplos sencillos, si a un ciudadano ciego le llenan su calle de semáforos no accesibles, o de servicios interactivos no accesibles, puede denunciarlo (a eso sí tiene derecho), pero pasarán probablemente años y muchos recursos administrativos (en nuestro estado de derecho) antes de solucionar el problema. Mientras tanto, vivirá cada día sin saber si será su último día al cruzar la calle, para disfrutar de la Ciudad Inteligente. Y este ejemplo alarmista puede ocurrir, si no establecemos de manera tajante la obligatoriedad de utilizar recursos y soluciones tecnológicas accesibles. Ante esto, sólo cabe seguir trabajando con la industria y el sector empresarial, ver los beneficios de utilizar tecnologías accesibles y cómo generar negocio con ellas; y paralelamente, creando obligaciones por parte de las Administraciones Públicas en las adquisiciones de bienes, productos y servicios a través de la contratación pública, exigiendo criterios de accesibilidad y usabilidad, siguiendo el ejemplo del Acta 508 de EEUU que protege los derechos de la población con discapacidad.

Probablemente, si le preguntamos al ciudadano con discapacidad, mayor o sus familias de apoyo qué prefieren, nos digan que, antes que de la nebulosa Ciudad Inteligente, prefieren poder disfrutar de recursos más cercanos accesibles, que incidan más directamente en su bienestar perceptible y ejercer sus derechos en igualdad de condiciones: autonomía y movilidad para salir de su casa y portal, tener un hogar domotizado accesible que facilite su estancia, llegar a su Universidad o instituto y tener materiales adaptados, ir al cine o ver la televisión y enterarse, tener toda la información de la ciudad (pública y privada) en formato accesible en las redes, gestionar mis servicios sanitarios o rehabilitadores con TIC’s remotas, o usar una e-Administración accesible en múltiples gestiones que me permitan mayor autonomía personal y familiar gestionando mi tiempo…

No quiero que la tecnología interactúe conmigo, quiero yo también poder interactuar con las tecnologías y servicios ciudadanos usando tecnologías que van a incorporar las Ciudades Inteligentes. La Ciudad Inteligente es necesaria, sí, por supuesto, y sin duda hay que trabajar en ella desde el principio para hacerla de uso universal para todos los ciudadanos en su disfrute, bajo el prisma de los criterios de accesibilidad. Pero hoy por hoy es un bienestar diferido, y no podemos olvidar que la persona con gran discapacidad o mayores necesitan un bienestar más presente, más rápido e inmediato. Y en ello juegan un papel esencial las TIC’s accesibles y usables para hoy.